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La tarea imposible del nuevo director general de Tráfico: bajar la siniestralidad

Gregorio Serrano, nuevo director de la Dirección General de Tráfico, es el responsable de poner en marcha un nuevo programa para reducir el número de muertos en las carreteras españolas

Gregorio Serrano al presentar el balance de siniestralidad (Sergio Barrenechea/EFE)

La siniestralidad en las carreteras españolas cierra el año con un crecimiento del 2,6% en el número de víctimas mortales, con lo que se rompe una cadena de 13 años de constantes descensos, bajando de los 3.399 del año 2003 a 1.131 en 2015. El nuevo director general de Tráfico, Gregorio Serrano, tiene ante sí una difícil tarea, porque nadie le va a ayudar a reducir la siniestralidad.

Estos últimos 13 años, con descensos constantes y algunos años con notables rebajas en las cifras de víctimas, ha hecho que la autocomplacencia se haya instalado en los organismos que deberían velar por la seguridad en las carreteras. Han sido años difíciles, algunos, por la crisis que ha machacado a la economía española. Las carreteras han sido las peor paradas de esta crisis, porque su mantenimiento se ha reducido a cero y han ido acumulando un déficit que los expertos cifran en más de 6.000 millones de euros.

Cuando llegó Pere Navarro al cargo de director general de Tráfico, con el primer gobierno de Zapatero, puso en marcha un plan para llenar las carreteras de radares. Fue una medida de choque para evitar que cada año murieran hasta 5.000 personas en las carreteras. También implantó el carné por puntos, ya probado en otros países europeos. Y aunque me cueste admitirlo, creo que fue una medida necesaria en ese momento.

Pero a partir de ahí, en lugar de vanagloriarse de los resultados obtenidos cada año, desde la Dirección General de Tráfico (DGT) se debería haber trabajado mucho en otras cosas, en educación, en formación para los conductores y los profesores, pero sobre todo en concienciar a los usuarios de lo peligroso que es ponerse a los mandos de un coche o una moto. Y presionar a otros departamentos ministeriales para cuidar las carreteras o para ayudar a eliminar coches muy viejos de la circulación.

Para el Ministerio del Interior, del que depende la DGT, este organismo era un auténtico regalo, un ente capaz de generar 400 millones de euros cada año en multas y que siempre lograba buenos resultados por la reducción de las víctimas. Y por ello durante 13 años la única política de la DGT ha sido gestionar los radares, las multas o los helicópteros Pegasus. Y como ya ocurrió en Francia en 2015, esa forma de gestionar la siniestralidad ya se ha agotado.

Ahora Serrano tiene ante sí una tarea yo diría que imposible, seguir reduciendo las víctimas del tráfico con los medios que tiene. Y eso que hay cosas que juegan a su favor, como la salida de la crisis o la espectacular mejora en la seguridad de los coches nuevos. Él mismo ha dicho, en sus primeras declaraciones, que no se van a poner más radares ni se van a incrementar las multas. Y que en febrero la DGT tendrá preparado un plan para reducir la siniestralidad.

Lo que España necesita es educación, y en este tema concreto del que hablamos ahora, educación vial. Pero sobre todo educación, de la que estamos muy escasos en España, y esos temas requieren de un ministerio que nada tiene que ver con la DGT. Y por ello, no creo que Serrano tenga la opción de hablar con el titular de Educación y exigir que se imponga la educación vial a nivel nacional en todos los colegios. Cuando el responsable de la DGT pida dinero para hacer campañas de publicidad o cursos de formación para concienciar a los ciudadanos, le dirán que no hay, y cuando plantee que se van a imponer las mismas multas o menos que el año pasado y que no van a aumentar los radares, desde el ministerio le dirán que cuidado.

La reunión con Fomento también puede ser interesante. Cuando el director general de Tráfico le pida al ministro correspondiente que invierta 3.000 millones de euros cada año en carreteras, que se revisen los millones de señales que sobran y que suponen una distracción y un peligro añadido, ¿cuál será la respuesta que recibirá? Ese dinero estará destinado para rescatar las autopistas de peaje.

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Pero también la propia sociedad le dará la espalda, porque aquí, en España, nadie va a aceptar que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. No llevar el cinturón de seguridad puesto es tomar un riesgo absurdo al sentarse al volante, pero todavía un 12% de los fallecidos en accidente de tráfico no lo llevaba puesto. El alcohol y las drogas son la peor lacra para la siniestralidad vial, pero según el último informe del Instituto Nacional de Toxicología, con los datos de 2015, el 43% de los conductores fallecidos en un accidente de tráfico dieron positivo en alcohol y/o drogas.

Si a eso sumamos que nadie respeta un solo límite de velocidad, ni siquiera la propia Guardia Civil, que el uso del móvil está presente en muchos accidentes de tráfico o que el mantenimiento de los coches es muy escaso, tenemos una fórmula muy peligrosa. Cuando el RACE propone que los ciclistas tengan algo parecido a un carné por puntos, la propuesta es tachada de absurda. En España, cada conductor quiere hacer lo que le dé la gana, lo mismo que cada ciclista, motorista o peatón, y las normas son siempre para que las cumplan los otros. Y por si todo esto fuera poco, cada día hay más personas muy mayores al volante y las revisiones médicas para seguir conduciendo son cada vez menos estrictas.

Por eso les digo que la misión que tiene por delante Serrano es muy complicada. Aún no se conocen los términos del nuevo plan, pero creo que lo más importante de todo sería educar desde pequeñitos a los niños y concienciar a todos los conductores del peligro que supone sentarse a los mandos de un vehículo. Y con ello, la necesidad de prestar siempre la máxima atención a la carretera y cumplir con las normas de tráfico. Una tarea muy difícil, sin duda, pero de su éxito depende la vida de muchos ciudadanos.

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