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La venganza de los "bad hombres": que nadie subestime el contraataque de México

Si Trump sigue humillando a México acabará desencandenando una respuesta. A pesar del desequilibrio de fuerzas, los mexicanos tienen más de un as en la manga

El candidato Andrés Manuel López Obrador (Efe)

Aunque sus élites aún no han terminado de aceptar lo que se les viene encima, México está llamado a convertirse en la primera víctima y/o barrera de contención frente a la ofensiva global de Donald Trump. En menos de una semana, y a humillación diaria, el magnate ha deshilachado el tupido manto de intereses mutuos que tantos años y tanto esfuerzo ha costado tejer. En el reequilibrio de fuerzas en marcha, se tiende a infravalorar la capacidad del Gobierno mexicano para contraatacar y hacer daño a su vecino. Sería un error subestimar a los "bad hombres", como los llama Trump.

Jorge Castañeda, exministro de Exteriores con Vicente Fox y profesor de la Universidad de Nueva York, lleva semanas promoviendo una ofensiva. La primera medida que defiende consiste en hacer la vista gorda en la frontera sur, donde las autoridades mexicanas se encargan desde hace años de entorpecer el flujo de inmigrantes que llegan de Centroamérica.

Jorge Castañeda insinúa que el Gobierno debería aflojar la presión sobre los narcotraficantes, sobre todo los de marihuana

Sucede que son ellos (hondureños, salvadoreños, guatemaltecos...) y no los mexicanos, los que protagonizan hoy la oleada migratoria. Así que en Los Pinos, el palacio presidencial mexicano, solo tendrían que dar ciertas directrices y hacer correr la voz para abrir la espita y provocar una auténtica avalancha, de la misma manera que lo hace Marruecos cada vez que busca meter presión al Gobierno español. Por muchos kilómetros de muro que construya Trump en zonas desérticas por las que nunca transitó nadie, por muchos nuevos patrulleros fronterizos que despliegue, se las arreglarán para seguir entrando. Con ayuda de túneles y mafias, si es necesario.

Otra de las grandes bazas de México es su papel en la llamada "guerra contra las drogas", una ofensiva inspirada desde Washington y puesta en marcha por el gobierno 'progringo' de Felipe Calderón en la que México seguramente ha perdido mucho más de lo que ha ganado. Castañeda insinúa que el Gobierno debería aflojar la presión sobre los narcotraficantes, sobre todo los de marihuana, aprovechando además que en los estados más progresistas de Estados Unidos ya es legal su consumo. Otros analistas defienden legalizar las drogas blandas y dejar de actuar en la frontera para que fluyan hacia el norte.

En un plano más técnico, Castañeda propone boicotear las políticas antiinmigrantes de Trump con armas legales desde la frontera y desde los más de 50 consulados que mantiene México en EEUU, con el apoyo de ciudades y estados "santuarios", como California. Hay muchas maneras de sacar el plan adelante: poniendo abogados al servicio de los indocumentados hasta paralizar los tribunales migratorios, negándose a aceptar de vuelta a los que no presenten pasaporte, obstruyendo la repatriación de centroamericanos… Peña Nieto ya ha anunciado medidas en este sentido.

México, apunta Castañeda, también debería negarse a renegociar el NAFTA por partes, como exige Trump. “Si quiere tumbar el tratado de libre comercio, que sea él quien lo haga unilateralmente”. El Gobierno mexicano cuenta además con otro intangible: la corriente de simpatía que podría cosechar en la comunidad internacional al posicionarse como víctima de un atropello. La semana pasada ya se vivió un primera muestra de este nuevo clima en un encuentro en la embajada mexicana de Bruselas, donde los diplomáticos europeos acabaron brindando con margaritas a la salud de México.

¿Venezuela en el Río Grande?

Hay quien se muestra escéptico ante la capacidad y voluntad de México para iniciar una confrontación directa con su vecino, pero los políticos mexicanos se verán obligados a utilizar cualquier arma a su disposición si Trump continúa humillándolos a diario y haciendo que el peso se desplome (los efectos sobre la deuda mexicana —en dólares— son insostenibles a medio plazo). Con un agravante: la espantada del Departamento de Estado de decenas de diplomáticos competentes en las relaciones con México le va a complicar mucho las cosas a Trump. A la hora de identificar problemas y de encontrar soluciones.

Por cuestiones evidentes, el orgullo nacional y el antiamericanismo (siempre fuertes en la sociedad mexicana) están completamente disparados estos días. Si no antes, ese rencor marcará las elecciones presidenciales de 2018. Ganará, se vaticina, aquel a quien los mexicanos consideren más fuerte para plantar cara a Donald Trump. Las elecciones, este verano, del estado de México, donde siempre ha gobernado el PRI, servirán para medir la temperatura.

Las encuestas señalan que los mejor situados para gobernar el país son el PAN (por la derecha) y MORENA (por la izquierda), el partido personalista del Peje, el incalificable Andrés Manuel López Obrador, primero en todos los sondeos.

Los dos expresidentes del PAN, Vicente Fox y Felipe Calderón, fueron fieles aliados de Estados Unidos, promotores de acuerdos bilaterales de todo tipo (incluido el NAFTA) y representantes de unas élites que han crecido mirando al norte. Ahora el PAN está jugando una baza arriesgada ante según qué público: la de que conocen al país vecino y sus élites; y saben cómo plantarle cara a Trump. La candidata mejor posicionada del PAN es Margarita Zavala, una abogada cuyo principal mérito conocido es haber sido primera dama durante un gobierno, el de Calderón, que acabó con unos desastrosos registros de popularidad pero a cuya memoria le ha venido muy bien la caída a los infiernos del priista Peña Nieto.

Aunque queda mucho partido por jugar, parece que tiene más sentido pensar que será el Peje quien se convierta en el próximo presidente de México. Estuvo a punto de hacerlo en 2006, cuando se presentó con el PRD, perdió por la mínima contra Calderón e inició una campaña llamando a la sublevación y proclamándose "presidente legítimo".

Antiimperialismo

A la izquierda del PRI, la política mexicana despliega con naturalidad la retórica del antiimperialismo. Y para millones de personas López Obrador sería el antagonista natural de un presidente estadounidense racista y enloquecido que encarna la caricatura del gringo malvado. Habría que superar ciertas contradicciones, o adecuarlas a la horma, por ejemplo el discurso de la izquierda sobre el propio NAFTA, al que llevan acusando desde su firma de destruir el campo y dejar a millones de personas sin medio de subsistencia. Son esos campesinos sin trabajo, argumentan, quienes se vieron obligados a emigrar a EEUU para convertirse en mano de obra barata.

Aunque en los últimos días ha suavizado su discurso para elevar su altura presidenciable, la coexistencia de López Obrador y Donald Trump a ambos lados del muro sería una bomba de relojería. No es fácil predecir qué puede hacer desde Los Pinos un político que ha pasado por fases de exaltación explosivas, enfrentándose a su propio partido hasta partirlo. Siendo el Peje un enigma con muchas máscaras, hay quien lo pinta como un nuevo Chávez y quien, por el contrario, prefiere ver en él al nuevo Lula.

En cualquier caso, Trump podría propiciar uno de los escenarios que más esfuerzos han dedicado en prevenir durante décadas la Casa Blanca, la CIA, la DEA y el Departamento de Estado: que el segundo socio comercial de EEUU, el país con el que comparten 3.100 kilómetros de frontera y el más poblado de Hispanoamérica caiga en brazos del populismo bolivariano o del caudillismo. En definitiva, que Venezuela empiece en el Río Grande.

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