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Nueve cosas a tener en cuenta antes de debatir sobre lo que pasa en Venezuela

Las discusiones sobre la situación en el país se ajustan a dos narrativas totalmente impermeables entre sí. Sin embargo, si se quiere ser riguroso, hay aspectos que se deben considerar

Varias personas pasan por delante de un mural con la cara del presidente Nicolás Maduro en Caracas, en 2015. (Reuters)

A estas alturas, usted ya debe tener una firme opinión formada sobre la situación en Venezuela. Partidarios y detractores del presidente, Nicolás Maduro, sin embargo, manejan narrativas opuestas en las que apenas hay elementos de coincidencia, pero que en ambos casos tienen ciertos puntos de validez. Dado que seguramente le tocará discutir sobre la crisis venezolana en los próximos días, le ofrecemos esta breve guía con algunos puntos que merece la pena tener en cuenta al abordar el tema.

1. La crisis de legitimidad de Maduro empezó tras rechazar a la Asamblea Nacional

Después de que la Asamblea Nacional (AN) quedase abrumadoramente en manos de la oposición, el Gobierno de Maduro optó por empezar a ignorar al poder legislativo, muchas de cuyas competencias asumió 'de facto' el poder judicial. Entre enero y octubre de 2016, por ejemplo, hubo 27 sentencias del Tribunal Superior de Justicia anulando decisiones tomadas por la AN. Este bloqueo generó una frustración que contribuyó a alimentar las protestas y disturbios de la primavera de 2017. En el verano de ese año, Maduro convocó a la formación de la llamada Asamblea Nacional Constituyente, que además de asumir las tareas legislativas se ocuparía de redactar una nueva Carta Magna, convirtiendo a la AN de forma efectiva en un mero poder simbólico, pero irrelevante en la práctica.

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2. Las últimas presidenciales se dieron en un marco cuestionable

Tal y como volvimos a ver en la entrevista con Jordi Évole en 'Salvados' emitida este domingo, Nicolás Maduro insiste constantemente en la cantidad de elecciones que el chavismo ha ganado en estas dos décadas. En las últimas, asegura, obtuvo la aprobación de un tercio del padrón electoral, un argumento repetido a menudo por sus partidarios. No obstante, los últimos comicios presidenciales en mayo de 2018 se celebraron en condiciones muy alejadas de poder ser consideradas limpias y justas. Los principales candidatos opositores fueron inhabilitados y se impidió concurrir a tres partidos con cierto peso electoral. Tanto el Observatorio Electoral Venezolano como numerosos periodistas sobre el terreno denunciaron irregularidades y situaciones sospechosas, como la movilización de última hora de potenciales simpatizantes utilizando los recursos del Estado y unos resultados imposibles de verificar, pese a la notoria falta de participación del electorado, que se tradujo en una abstención masiva. La mayor parte de la oposición, de hecho, había llamado al boicot electoral. Los que optaron por participar no reconocieron los resultados.

Juan Guaidó, durante su autoproclamación, el 23 de enero de 2019. (Reuters)

3. Guaidó basa su legitimidad en una controvertida pirueta argumentativa

El líder opositor Juan Guaidó asumió el cargo de presidente de la Asamblea Nacional el pasado 5 de enero, casi por accidente: la presidencia de esta institución es rotativa y le tocaba a su partido, Voluntad Popular, cuyos líderes, como Leopoldo López, están encarcelados o exiliados. Después de que la AN declarase “usurpador de la presidencia” a Maduro, Guaidó se apoya en esa decisión para proclamar la relevancia de los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución. El primero establece que en caso de ausencia del presidente, el liderazgo interino debe asumirlo el presidente de la Asamblea. El segundo proclama la vigencia y superioridad de esa misma Constitución incluso si fuese “derogada por cualquier medio”, como la oposición considera que ha ocurrido con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, y obliga a los ciudadanos a tratar de restaurarla. El último artículo permite a los ciudadanos e instituciones no reconocer a quienes violen la Constitución. Con todo ello, Guaidó construye una argumentación legal que daría validez a su autoproclamación como presidente interino, pero está lejos de ser aceptada por todos los expertos en derecho. Aunque poco importaría si Guaidó termina consiguiendo el reconocimiento generalizado de la comunidad internacional.

4. La situación es tan desastrosa que cualquier democracia habría ido ya a las urnas

Nicolás Maduro se niega a aceptar el ultimátum que se le impone desde el exterior e insiste en que va a terminar su mandato electoral. Pero Venezuela cierra 2018 con una hiperinflación del 1.300.000% y el FMI espera que en 2019 alcance un 10.000.000%, los precios se duplican cada 19 días, más de tres millones de venezolanos han abandonado el país, los homicidios alcanzan cifras récord para todo el planeta y la nación afronta una tragedia humanitaria sin precedentes. En circunstancias democráticas normales, cualquier líder al frente de un Estado que fuese incapaz de hacer frente a esa situación se vería obligado a convocar elecciones.

5. Lo que está en marcha es una operación de cambio de régimen

A estas alturas, la oposición ha llegado a la conclusión de que es imposible sacar del poder a Maduro mediante elecciones, por lo que ha puesto en marcha una compleja operación destinada a socavar los pilares de su poder, que cuenta con el respaldo entusiasta de EEUU y los países vecinos. No está claro quién lleva la iniciativa y quién se limita a seguir al otro, pero Washington y los líderes opositores están trabajando en estrecha colaboración para lograrlo. Y el llamado Grupo de Lima, surgido como una agrupación regional informal para encontrar una salida pacífica a la crisis venezolana, está ya apostando sin ambages por el derrocamiento de Maduro.

6. Las informaciones sobre el comportamiento criminal de Caracas deben ser tomadas en serio

Cuando un desertor se pasa al otro bando, lo que tenga que contar sobre el ente que abandona debe ser examinado con pinzas, pues es probable que se le exija una narración lo más truculenta posible como parte de la guerra de propaganda. Y puede que algunos de los testimonios en ese sentido hayan sido interesados, motivados por el deseo de aceptación en las filas del que hasta entonces era el enemigo. Pero a estas alturas la cantidad y calidad de las evidencias, recogidas por organizaciones independientes como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Transparencia Internacional o la Fundación Bertelsmann (por nombrar solo unas pocas), así como por numerosos periodistas internacionales serios, sobre la corrupción en el seno del chavismo, las violaciones constantes de derechos humanos y las sospechas sobre el llamado 'cártel de los Soles' son tales que es imposible dudar de que algo anda muy, muy podrido en Caracas.

Manifestantes se enfrentan a la policía venezolana en Caracas, el 23 de enero de 2019. (Reuters)

7. La injerencia extranjera es una realidad

A Maduro le ha venido muy bien agitar el espantajo de la 'intervención exterior' para justificar sus propios desatinos, pero los intentos de desestabilización contra el chavismo han sido constantes e innegables, desde el fallido golpe de Estado en 2002 contra Hugo Chávez al desabastecimiento interesado de algunos productos por razones políticas, pasando por la presencia en Venezuela de los instructores serbios de Canvas, la academia subversiva de las llamadas 'revoluciones de colores', según su propio testimonio. Tras una cierta pausa durante la era Obama, la tendencia parece haberse vuelto a acelerar con la llegada de Donald Trump, quien lleva más de un año promoviendo una intervención militar (mucho antes de empezar a hablar de ello en público, comentó la idea con el presidente de Colombia y otros líderes latinoamericanos, que, horrorizados, trataron de disuadirle) y cuya Administración ha estado en contacto frecuente con oficiales venezolanos para tratar de promover un golpe de Estado, según el 'New York Times'. Eso no significa que la crisis económica desbocada no se deba nada más que a la propia incompetencia del Gobierno venezolano, pero muchas de las decisiones en apariencia incomprensibles del chavismo se entienden mejor bajo esta perspectiva.

8. Existen opciones de mediación

Algunos países, como Noruega, India, Uruguay y México, sin llegar al extremo de apoyar directamente a Maduro, han considerado que reconocer a Guaidó resulta imprudente y puede agravar la crisis política. Por eso, han propuesto una conferencia sobre Venezuela en Montevideo, que tendrá lugar este 7 de febrero, para abordar la cuestión y tratar de llegar a algún punto. Maduro ha mostrado su apoyo a este diálogo, aunque la experiencia de pasadas conversaciones entre su Gobierno y la oposición muestra que el entendimiento es casi imposible. En todo caso, en el pulso entre Maduro y Guaidó, existen opciones intermedias que tal vez, solo tal vez, merece la pena considerar desde el punto de vista diplomático para lograr una salida lo más pacífica posible a la crisis.

9. La oposición no quiere negociar nada

En algunos medios se ha hablado de la “voluntad negociadora” de la oposición. Tal vez haya podido ser así en algún momento del pasado, pero ahora mismo no es el caso: los opositores consideran que cualquier negociación no es sino una forma de permitir ganar tiempo a Maduro y creen que es el momento de aplicar la embestida final para sacarle del poder. La frase “el tiempo de la negociación ya pasó” es repetida constantemente por los líderes opositores, y el propio Guaidó parece considerar que el derrocamiento de Maduro debe ser la prioridad, sin descartar si es necesaria, según sus propias palabras, una intervención militar extranjera.

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