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Un mes con el Bkool Pro, el entrenamiento del siglo XXI

Software como incentivo del deporte. Suena extraño, pero es una combinación muy interesante

Cuando trabajas cubriendo la información de los emprendedores se te ocurren ideas de negocio. En mi caso, todas son malas o precisan de una inversión millonaria. Pero hay una que siempre he salvado, por pura fe, y se me ocurrió viendo el Tour de Francia hace diez o doce años: ¿por qué no crear una bicicleta estática que recoja la fuerza de pedalada y la traslade a un simulador interactivo?

Tanto lo dejé pasar que resulta que lo han inventado. Y lo han conseguido con lucidez, paliando los costes de producción e incorporando un componente competitivo. En lugar de una bicicleta conectada, cara, aparatosa y difícil de diseñar, la gente de Bkool ha creado un rodillo que se adapta a cualquier bicicleta de carretera, y han añadido al simulador el modo online, de forma que puedes picarte con el grupito de las salidas de los domingos desde tu salón.

Bkool estimula el sentido competitivo del entrenamiento

El Bkool Smart Pro es el modelo más ambicioso de la startup española y, por tanto, también el más caro (en torno a 500 euros). Se trata de un soporte de suelo para la bicicleta que se ancla en la rueda trasera, oponiendo resistencia por medio de un rodillo. No llega a ser un rodillo de gama alta -cuestan hasta tres veces más- pero logra mejorar la sensación gracias a la conectividad bluetooth.

El simulador de Bkool es, sin duda, la clave del producto. Una vez montado el rodillo, el usuario se conecta a una comunidad de más de 100.000 usuarios, según datos aportados por la empresa, que permite correr etapas conocidas, escalar y descender puertos o relajarse haciendo unos pocos kilómetros por una carretera costera.

Las etapas se clasifican por su dificultad, pero en realidad todas son difíciles si tienes un mínimo de competitividad. Algunas tienen el vídeo del recorrido mientras que otras, las mejores, están recreadas en tres dimensiones, de forma que puedes ver cuándo los demás participantes te adelantan o los dejas atrás. Esta característica, que puede parecer baladí, es la que te va a hacer sudar. Escogí para mi primera sesión un recorrido corto, de 12 kilómetros, que en circunstancias normales hubiera despachado sin despeinarme.

Sin embargo, tuve que bajarme de la bici a los 20 minutos por culpa de los calentones que me había metido con otros usuarios. Una de las cosas más sorprendentes es que la resistencia del rodillo varía según la orografía del simulador, de modo que es obligatorio entrenar con un ojo puesto en el grado de pendiente y manejar el cambio sabiamente. Si insistes en darte calentones para que no te adelante nadie, tendrás que bajarte a recoger el corazón del suelo.

El rodillo traslada a la pantalla todas las métricas del entrenamiento, que se almacenan en tu perfil

En realidad solo hay dos opciones: dedicarte a las etapas en solitario o competir. En este segundo caso es cuando se pone interesante, ya que se producen avances en la forma física con menos estrés mental. Además de los recorridos, el simulador ofrece una serie de métricas (revoluciones por minuto, pedaladas por minuto, watios generados, velocidad, calorías consumidas y desnivel de la carretera) que sirven no solo para monitorizar el rendimiento personal, sino que realiza una imagen fiel de tu estado de forma en la comparación con otros usuarios de similares características. Cuando estés preparado podrás enrolarte en una liga o competición concreta, como el Giro de Italia, que se disputa estos días.

No obstante, aún hay detalles que pulir del simulador. El primero es el aspecto gráfico, claramente obsoleto y pensado, supongo, para que pueda funcionar en dispositivos menos potentes que un PC, como las tabletas y los smartphones. En esta línea, sería de agradecer una versión en alta resolución especialmente para las etapas largas, donde observar el paisaje se convierte en la principal distracción al pedalear. También hemos detectado algún problema de estabilidad que provoca cuelgues del sistema ocasionales y complica procesos que en teoría deberían ser simples, como actualizar el firmware del rodillo.

(Jonasorset.net)

Un producto, en conclusión, brillantemente diseñado que tiene un potencial enorme de crecimiento, sobre todo si abre su plataforma a terceros desarrolladores. La apuesta por el software, en el centro de la ecuación, es un acierto, en tanto que puede funcionar con otros rodillos inteligentes y, además, Bkool se asegura la cuota mensual de los usuarios, estipulada en 8 euros, y escapar de la obsolescencia por medio de actualizaciones.

Nadie sabe si será este fabricante español el encargado de liderar la avanzadilla de la tecnología en el mundo del deporte -estancada a nivel usuario desde las gastadas pulseras de monitorización-, pero desde luego merece la pena explorar por esta senda.

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