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Toda la música en la mano, ningún disco en la estantería
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Gustavo Bravo

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Gustavo Bravo

Toda la música en la mano, ningún disco en la estantería

La música trasciende el mundo físico. En la red, ya son varias las plataformas que ofrecen un catálogo audiovisual en streaming (sistema de escucha en directo).

La música trasciende el mundo físico. En la red, ya son varias las plataformas que ofrecen un catálogo audiovisual en streaming (sistema de escucha en directo). Por esta razón, y sobre todo en España, se están realizando cada vez menos descargas en favor de este sistema más sencillo. Mientras, la industria audiovisual vive su propio paradigma, en el que la generación actual y la futura no se reconocen en la pasada. El futuro del formato musical no tiene nada que ver con un CD. Tampoco con el MP3. Un teléfono móvil con internet tiene acceso a toda la música del planeta y sin almacenar una sola canción en su memoria. Toda la música en la mano, ningún disco en la estantería.

Según el informe Televidente 2.0 2010, presentado por The Cocktail Analysis esta semana, los internautas españoles han realizado en lo que va de año menos descargas que en 2009, una tendencia que se entiende por la fuerte acogida del streaming o visionado directo de contenidos, y que permite ver o escuchar sin necesidad de descargar ni almacenar. Todo internauta sabe lo que es ver un vídeo en Youtube, y plataformas como Spotify acaparan mercado en detrimento de las tiendas virtuales de música o las descargas gratuitas. Compartir archivos o copiar discos deja de tener sentido cuando toda la música es gratis y accesible sin obstáculos legales ni debates morales.

Sin embargo, como sucedió con las descargas, las discográficas llegan tarde y mal. En EEUU la industria ha dado la espalda a estas plataformas que ofrecen la música gratis intercalada con publicidad porque jamás dará los beneficios que se obtuvieron con los discos físicos. Los cuatro grandes sellos estadounidenses se niegan a que las escuchas sean gratis y no aceptarán ningún contrato con Spotify que no obligue al usuario a pagar. Mientras, la plataforma ya oscila los 8 millones de usuarios en Europa. Según Bloomberg Businessweek, Spotify acumula diez veces más usuarios que Rhapsody, el principal servicio por suscripción audiovisual de EEUU, con la salvedad de que este último lleva nueve años operando y Spotify sólo suma veinte meses de existencia.

La música ya no se colecciona, se consume
; pero las grandes discográficas se aferran desesperadamente a la idea de conservar un anticuado sistema multimillonario basado en el single, la moda y la reposición continua de una estrella del pop por otra, mientras las reediciones de discos clásicos se venden en formatos de lujo a un precio que dé beneficios a productores, músicos, distribuidores y a las tiendas. Mientras, los usuarios consumen música gratis en otras plataformas sin ni siquiera tener que descargar lo que escuchan. Tampoco sienten la necesidad de hacerlo, pues lo que buscan seguirá gratis en Internet cuando quieran volver a oírlo.

Como bien apuntan en el portal Error500.net, “el planteamiento de las discográficas es que el streaming de la música ocupe el rol del CD en lo que a ingresos para ellas se refiere, y no el de la radio convencional”. El problema para la industria es que esta manera de consumir música no es una experiencia muy distinta a la de comprar un disco, ya que el usuario escucha lo que quiere cuando quiere, sin embargo, el modelo de negocio se acerca más a la radio fórmula. Mientras, al tiempo que las discográficas luchan por mantener inalterable un modelo ‘muerto’, otras plataformas, como Lala.com, buscan la demanda y la sacian. En este portal, permite subir al usuario su colección de discos a la nube, un concepto incipiente pero definitivo. Grosso modo, se trata de una red ilimitada de recursos tecnológicos virtuales como contraposición a una red física de ordenadores. Con ello, se permite el acceso a la música ya adquirida en el pasado de una forma global; un modelo que favorecerá la transición de lo físico a lo virtual, donde los trabajos musicales ya no son cintas ni vinilos, tampoco discos compactos, porque ese futuro que se adivinaba físico y digital poco o nada tiene que ver con lo que la sociedad actual demanda.

La música ha vuelto a sus orígenes más arcaicos. Su sonido ni se ve ni se toca, simplemente está en el aire, se comparte y se escucha. Por lo que parece, ya no se posee. Por lo que se adivina, tampoco se paga.

La música trasciende el mundo físico. En la red, ya son varias las plataformas que ofrecen un catálogo audiovisual en streaming (sistema de escucha en directo). Por esta razón, y sobre todo en España, se están realizando cada vez menos descargas en favor de este sistema más sencillo. Mientras, la industria audiovisual vive su propio paradigma, en el que la generación actual y la futura no se reconocen en la pasada. El futuro del formato musical no tiene nada que ver con un CD. Tampoco con el MP3. Un teléfono móvil con internet tiene acceso a toda la música del planeta y sin almacenar una sola canción en su memoria. Toda la música en la mano, ningún disco en la estantería.

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