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Guillermo Solana, mal retrato del Thyssen
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Guillermo Solana, mal retrato del Thyssen

Se abre el telón y aparece un salón reservado de un restaurante cercano al Museo Thyssen-Bornemisza. A la mesa están sentados cinco periodistas de cinco diarios

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Se abre el telón y aparece un salón reservado de un restaurante cercano al Museo Thyssen-Bornemisza. A la mesa están sentados cinco periodistas de cinco diarios nacionales y frente a ellos Carmen Cervera y Guillermo Solana. La presidenta de la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza (FCTB), que gestiona el museo con fondos públicos al tiempo que oculta su patrimonio en paraísos fiscales, habla mucho de su hijo, su nuera y sus problemas familiares. En el almuerzo, supuestamente, ella y el director artístico del museo hablarían del futuro del mismo, todo fuera de grabadora. Tono distendido. El metre se acerca para atender al grupo y el director del museo se adelanta, mientras ella continúa con sus extravagancias domésticas: “La señora tomará un solomillo al punto”. Han pasado más de cinco años de aquel encuentro y el gesto firma la estabilidad del museo en una relación de fidelidad.

“El Thyssen tiene una sintonía especial con la gente, en lo que influye mucho la figura de la baronesa. Su personalidad y singularidad nos provoca un cierto estado de gracia con la gente. Estoy encantado y voy a tratar de conservarlo”, explicaba al ABC tras ser nombrado director, en 2005. El profesor universitario tenía clara la estrategia: patadón arriba y balón a Tita.

El fracaso del modelo artístico propuesto por Solana para el Thyssen ha quedado al descubierto en las cuentas del museo de 2013, con pérdidas de más de cinco millones de euros en un solo año. Los ingresos propios cayeron un 35%, porque se vendieron menos entradas, porque la tienda funcionó mucho peor, porque los patrocinadores dieron la espalda al museo (un 65% menos) y ni la cafetería mejoró sus ingresos. Si en 2012 pasaron por el museo 1.250.000 personas, en 2013 bajaron a 944.346. Son los peores resultados de la última década y la FCTB.

Lo más preocupante es la falta de compromiso y conciencia con la crisis que atraviesan los museos con apoyo en la ayuda pública. Como se puede leer en las cuentas publicadas por el B.O.E., el Patronato de la Fundación aprobó un déficit para 2013 de 3,8 millones de euros. Sin embargo, cuatro meses más tarde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte llama la atención al museo y le dice que su déficit no puede superar los 2,5 millones de euros. Que ajuste el gasto. ¿Y cómo lo hace? Inyectando la diferencia, 1,3 millones de euros, en tesorería; han engordado la caja, no ajustando el gasto. De hecho, la Fundación ha aumentado sus pérdidas en 300.000 euros en el capítulo “salarios”.

Ni siquiera cumplieron con las previsiones. El Patronato estimó que no invertirían más de 14,5 millones de euros y gastaron 20,3 millones. La entidad había previsto lograr 7,5 millones de euros y se quedaron en 6,7 millones. Lo mismo en las actividades mercantiles: se imaginaron 4,3 millones de euros y ejecutaron 3,5 millones.

Unas semanas antes de conocer el desbarajuste de la gestión y conservación de una de las colecciones públicas más importantes, el propio Solana afirmaba a Europa Press que asumía su gestión con “austeridad” para salir adelante. “Es necesario apretarse el cinturón hasta el extremo”, aseguraba días antes de darse a conocer que el Ministerio le había señalado que estaban gastando por encima de sus posibilidades.

Menos ciencia, más samba

El fallo es multiorgánico y el tumor se localiza en la propuesta artística, que empezó a extenderse por el proyecto científico en el mismo momento en el que Solana logra deshacerse del conservador Javier Arnaldo, una de las mentes más privilegiadas de la historia del arte de este país. Arnaldo era el candidato de Tomás Llorens para sucederle al frente de la pinacoteca; Solana el de Tita. La inteligencia y los méritos de uno hacían palidecer el currículo del otro. Con un despido improcedente por el que el Estado tuvo que pagar 85.000 euros, lograba culminar su modelo presidencialista inspirado en el boom inmobiliario: pelotazo de audiencias y a correr.

Solana empezó a hinchar la burbuja del Thyssen a golpe de apellido y talón. La fórmula es sencilla: temporales prohibitivas a coste del Estado de hiperrealistas, impresionistas y vanguardias. Año tras año. Sin embargo, el plan sólo le ha funcionado con Antonio López, en 2011, único año de su mandato sin déficit. En 2013, ni Pisarro, ni el Hiperrealismo, ni el Surrealismo, ni el “impresionismo al aire libre” le han librado del mayor batacazo de la historia del museo. Es una fórmula agotada, la misma película cada año.

En una entrevista sin desperdicio con Hoyesarte.com reconocía sin recato que lo más desagradable de su trabajo como director del museo es “tener que estar pendiente de la lógica de los presupuestos y encajar las actividades dentro del cuadro de unos presupuestos”. Ahora vemos las consecuencias. Tampoco se empachaba al explicar que, a diferencia de Tomás Llorens, ha procurado “poner más énfasis en la captación del público, programar exposiciones más atractivas para el público y con récords de taquillas y de visitantes, como la exposición de Van Gogh de 2007, que fue comisariada por mí mismo”.

El Thyssen es la RTVE

No le falta razón, ha ejecutado el efecto Televisión Española: alterar los intereses de un estamento público a favor de la audiencia. Trata al público del Thyssen de público fácil, manipula los títulos de las exposiciones para hacerlas “más atractivas”, convierte el museo en un centro de venta y aplica un criterio despótico y voluble en cuestión de horas.

De esta manera, Solana podría haber cuestionado el código del Consejo Internacional de Museos (ICOM), de 2006, en los artículos donde se advierte sobre la “política comercial” de las entidades públicas. “Las actividades generadoras de ingresos no deben ir en detrimento de las normas de la institución, ni perjudicar a su público”. Sobre las exposiciones temporales advierte que “deben ser conformes a las misiones, políticas y finalidades declaradas del museo”, y “no deben ir en detrimento de la calidad ni la protección y conservación de las colecciones”.

Asistimos al agotamiento de un modelo museográfico, cuyo paradigma es Guillermo Solana. Encarna al gestor incapacitado para sacar al museo de la alarma, que avala su gobierno en el personalismo. No es el único. La política de derroche que ha mantenido con esos presupuestos que le "desagrada" manejar, ha provocado que el Thyssen -con financiación pública a fondo perdido cada año, en 2013 recortada-, sea el museo público del famoso Paseo del Arte con menos gratuidad de todos y subiendo los precios de las entradas. Hasta que la regeneración llegue a los museos, lo solomillos se seguirán sirviendo al punto.

Se abre el telón y aparece un salón reservado de un restaurante cercano al Museo Thyssen-Bornemisza. A la mesa están sentados cinco periodistas de cinco diarios nacionales y frente a ellos Carmen Cervera y Guillermo Solana. La presidenta de la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza (FCTB), que gestiona el museo con fondos públicos al tiempo que oculta su patrimonio en paraísos fiscales, habla mucho de su hijo, su nuera y sus problemas familiares. En el almuerzo, supuestamente, ella y el director artístico del museo hablarían del futuro del mismo, todo fuera de grabadora. Tono distendido. El metre se acerca para atender al grupo y el director del museo se adelanta, mientras ella continúa con sus extravagancias domésticas: “La señora tomará un solomillo al punto”. Han pasado más de cinco años de aquel encuentro y el gesto firma la estabilidad del museo en una relación de fidelidad.

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