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Umberto Eco no tiene futuro
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

Por
Peio H. Riaño

Umberto Eco no tiene futuro

La novela 'Número cero' ha logrado que la realidad invalide la ficción antes, incluso, de colocarse en las librerías. Las novedades editoriales de David Remnick y Jeff Jarvis compensan la melonada de Eco

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Internet ha multiplicado la soledad. Internet permite trabajar desde casa, pero aísla a los trabajadores. Internet te relaciona con fantasmas. En internet uno no distingue entre los buenos y los malos, entre la verdad y la mentira. Internet no ha corregido los deslices del periodismo, que desde hace más de cincuenta años denuncia en sus columnas de opinión. De hecho, internet es lo más parecido al nuevo mal periodismo. Los medios de comunicación de la era internet son los viejos periódicos que nacían para extorsionar a los poderosos. Dice Roberto Saviano en la faja del libro Número cero (Lumen) que Umberto Eco ha escrito “un manual de comunicación contemporánea”. Es tan buena excusa de venta, que no podía estar más alejado de la realidad el autor de Gomorra.

Ni es un manual, ni es contemporáneo. Es un sainete sin gracia y refrito de tópicos. Periodismo hay, porque la novela relata la creación de un periódico de seis periodistas con el objetivo de chantajear con información comprometida a los enemigos del empresario. Eco se esfuerza en pintar un retrato paródico, irónico y cínico de un diario… de 1992. Hace treinta años los personajes de las novelas podían guardar archivos en “disquetes” y asegurar que lo de los teléfonos móviles es una moda pasajera. Colonna, el narrador de Número cero, ha pasado los cincuenta, es “un perdedor compulsivo” y está dispuesto a traicionar la dignidad de su oficio por un salario. Hasta aquí nada fuera de lo normal.

Pero el autor de El nombre de la rosa (1980) se lleva la acción tres décadas atrás y de esta manera evita tener que hacer el esfuerzo de imaginarse cómo son las empresas de comunicación hoy, cuáles son sus deudas y quién tratan de ponerles la mordaza. Habría vuelto a dejar en evidencia sus reticencias con internet, sus complejos y sus prejuicios. En Número cero trata a los periódicos como si fueran los garantes de la democracia o la libertad. Como si sólo los periódicos tradicionales tuvieran la legitimidad de hacerlo.

A Eco le parece motivo novelesco –escandaloso- la fundación de un periódico en papel como una máquina de extorsión, cuando a diario se demuestra que es mucho más rentable remar a favor que en contra. El medio relamido, el adulador, el que cubre y arropa las mentiras de quienes le favorecen, el que prefiere publicar alegrías que noticias, el que secuestra información para cobrarse el precio del rehén. La realidad invalida la novela antes de colocarse en la librería, porque Eco supone que debe enseñar a los niños a que no les engañen, explicarles que un periódico es el lugar donde se hacen las noticias. Donde se hacen.

La realidad invalida la novela antes de colocarse en la librería, porque Eco supone que debe enseñar a los niños a que no les engañen

Retuerce tanto la parodia que cae una y otra vez en el ridículo, como cuando el director del diario Domani (Mañana) explica a sus redactores cuál debe ser el tono de los números ceros que deben practicar para comunicarse con sus lectores: “Partiremos del principio de que no serán lo que se dice grandes lectores, es más, la mayoría de ellos no tendrá un libro en casa, aunque cuando sea necesario hablaremos de una gran novela que está vendiendo millones de ejemplares en todo el mundo. Nuestro lector no lee libros pero le gusta pensar que hay grandes artistas extravagantes y multimillonarios”.

Afortunadamente, la salida de la melonada de Eco coincide con otros dos libros que palían la presencia de Número cero. El primero es El fin de los medios de comunicación de masas. ¿Cómo serán las noticias del futuro (Gestión 2000) de Jeff Jarvis, el periodista que mejores argumentos tiene sobre el futuro del negocio. Para empezar, asegura que los grandes medios son un lastre para ellos mismos, que todos los medios en papel tienen la misión de convertirse en empresas rentables y autónomas. La reconversión y la supervivencia está pendiente: o logran que las operaciones digitales sean sostenibles antes de que el papel sea insostenible o morirán.

Jarvis asegura que el problema de los medios es haber trasladado el mismo modelo tradicional al entorno digital, que nos empeñamos en el volumen (el tráfico) en vez del valor. El columnista de The Guardian defiende que el volumen por el volumen está corrompiendo el periodismo y ni siquiera es un buen negocio.

Si para Eco los periódicos están en profunda crisis desde la aparición de la televisión, Jarvis es un entusiasta del momento porque los periodistas deben reinventar un negocio que parecía muerto y esclavo de los intereses contrarios a la verdad. Entre uno y otro, David Reminck y la jugosa selección de sus mejores reportajes. Los doce escritos del director del New Yorker desde 1998 son el mejor manual de periodismo contemporáneo. Ahí está todo: la noticia y la palabra, enredándose, sin molestarse, sin entorpecerse.

La prosa de Remnick es magra. Más de sustantivo que de adjetivo, más de ideas que de colores. “Hubo una época en la que la gente que aspiraba a formar parte de algo denominado “el público lector estadounidense” se sentía vagamente obligada a comprar, e incluso a leer, la ficción del momento. A uno le invadía el sentimiento de culpa si se perdía Un día perfecto para el pez banana, Las aventudas de Augie March o El grupo. Ahora probablemente genere más ansiedad perderse Pulp Fiction un mes después de su estreno que no leer jamás la última novela de Saul Bellow”, escribe en el reportaje Ya no, todavía no: Don DeLillo.

Brillante, irónico y serio. En estos textos de los últimos 20 años también aparece Rusia después de la URSS, Al Gore y Tony Blair. Curiosamente, los artículos más antiguos son los que ayudan a comprender mejor la actualidad. En esto ayuda el perfil de Netanyahu: “En sus dos años en el cargo, Neyanyahu se ha dado a conocer por una serie de lamentables desaciertos. Tras conseguir el nombramiento del Likud gracias en buena medida a un nuevo proceso electoral abierto, apoyó la revocación de dicho proceso”.

En Reportero leemos a un periodista old school, con ingenio y concreción, inteligente y respetuoso con el lector. Remnick, el periodista y el director, no lo ha dado por muerto y mantiene grandes reportajes de actualidad internacional, de calado cultural, en los que romper con la piel de la actualidad.

Internet ha multiplicado la soledad. Internet permite trabajar desde casa, pero aísla a los trabajadores. Internet te relaciona con fantasmas. En internet uno no distingue entre los buenos y los malos, entre la verdad y la mentira. Internet no ha corregido los deslices del periodismo, que desde hace más de cincuenta años denuncia en sus columnas de opinión. De hecho, internet es lo más parecido al nuevo mal periodismo. Los medios de comunicación de la era internet son los viejos periódicos que nacían para extorsionar a los poderosos. Dice Roberto Saviano en la faja del libro Número cero (Lumen) que Umberto Eco ha escrito “un manual de comunicación contemporánea”. Es tan buena excusa de venta, que no podía estar más alejado de la realidad el autor de Gomorra.

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