Es noticia
El 23F del fútbol: ¿cómo pudieron el Athletic y la Real ganar cuatro ligas seguidas?
  1. Cultura
  2. Animales de compañía
Carlos Prieto

Animales de compañía

Por

El 23F del fútbol: ¿cómo pudieron el Athletic y la Real ganar cuatro ligas seguidas?

Una novela desarrolla una de las teorías de la conspiración más alucinantes de la democracia: el Estado dejó ganar la competición a los equipos vascos para pacificar Euskadi

Foto: Montaje fotográfico sacado de la portada de 'Gooolpe de vista' (Ciclos Iturgaiz)
Montaje fotográfico sacado de la portada de 'Gooolpe de vista' (Ciclos Iturgaiz)

El viernes 27 de octubre fue uno de los días más locos del conflicto catalán, con el Gobierno activando el 155, el Parlament escenificando la DUI y la Generalitat en vías de intervención. Lo que pasó después tiene una pintoresca deriva futbolística. Carles Puigdemont se paseó tranquilamente por Girona (sábado), desapareció del mapa (domingo) y apareció luego en Bruselas (lunes) ante el estupor general.

A Puigdemont se le esperaba ese domingo en el palco del Estadi de Montilivi, donde esa tarde -y debido a una casualidad cósmica- se enfrentaban el Girona y el Real Madrid en partido de Liga, como si el conflicto territorial debiera resolverse simbólicamente en el terreno de juego, y con las fuerzas del orden barajando la suspensión del partido para evitar quilombo independentista. Pero lo increíble no es que Puigdemont no pasara por allí (estaba en plena fuga belga), ni que la policía no tuviera que intervenir -los aficionados del Girona salieron del campo tan eufóricos que quizá se olvidaron de la independencia por un rato- sino que un recién ascendido le mojara la oreja (2-1) al todopoderoso Real Madrid. "El Girona echa al Madrid de la Liga española", tituló su crónica este periódico con ironía.

Puigdemont y la ANC celebraron así el triunfo del Girona:

Todos contentos pues.

O sea, que lo más cercano a un disturbio independentista que vieron ese día en Girona fue una conga que hicieron unos aficionados ebrios para celebrar la derrota del Real Madrid...

Y ahora otro ‘dato’ inquietante: pese a que casi todos los analistas decían en agosto que el Real Madrid ganaría fácil la Liga y que el F.C. Barcelona estaba muerto como equipo, a día de hoy el Barça está invicto y le saca 8 (¿insalvables?) puntos a los blancos ¡en la jornada 11! ¿Qué está pasando aquí? Sí, lo han adivinado, el Barcelona ganará este año la Liga, el Girona goleará al Madrid en el Bernabéu (1-5) y la derecha catalana volverá por la senda feliz del autonomismo. ¿CÓMO? ¿SE HA VUELTO USTED LOCO? Oigan, no se pongan histéricos y escuchen: Dejarles ganar la Liga a cambio de que pongan a Santi Vila de President no parece un mal apaño, ¿no? (ahora, si lo que queremos es que la Presidenta de la Generalitat sea Inés Arrimadas, entonces habrá que implicar a la UEFA en el apaño para que el Barça gane las siguientes tres Champions... BIENVENIDOS A LA MADRE DE TODAS LAS TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN…

El avispero vasco

Barcelona y Real Madrid han ganado 12 de los últimos 13 títulos de Liga. Los niños -que no conocen otra época que la del desigual reparto de los derechos televisivos millonarios que profundiza el bipartidismo- van a fliparlo el día que alguien les cuenta que la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao ganaron cuatro ligas seguidas entre 1980 y 1984. El cuatriplete vasco, de hecho, ya fue absolutamente milagroso en su momento: las siguientes 12 Ligas las ganarían el Barcelona y el Madrid (hasta que el Atletico de Madrid logró el doblete en la temporada 95-96).

Euskadi era un pim pam pum. Que la Real ganara la Liga relajó el ambiente a la fuerza, porque al final todos necesitamos vías de escape

¿Cómo es posible que la dictadura bipartidista del fútbol español sufriera semejante boquete al final de la Transición? He aquí una respuesta disparatada y que cabreará pese a ello al aficionado vasco: el Estado dejó ganar la Liga a la Real y al Athletic para apaciguar Euskadi… De nutrir de argumento a esta teoría de la conspiración underground se encarga Ricardo Gómez en ‘Gooolpe de vista’, novela publicada hace unos meses y que se presenta en Madrid -Librería Traficantes de Sueños- el próximo 1 de diciembre.

Toda buena teoría de la conspiración debe tener una base real para arrancar, y la de Ricardo Gómez la tiene. “Encontré una gráfica con la evolución anual de los asesinatos de ETA durante la Transición. Y en efecto, fue ganar la Liga la Real Sociedad en la temporada 80-81 y empezar a bajar el número de muertos”, cuenta Gómez, que además de escribir es uno de los cerebros del dúo vasco de electrónica gamberra Ciclos Iturgáiz.

El gráfico etarra es el siguiente: 1979: 86 asesinados. 1980: 93. 1981: 32. 1982: 41. 1983: 44. 1984: 32.

Y sí, acabado el reinado vasco sobre la Liga española, los asesinatos volvieron a subir…

“Euskadi era entonces un pim pam pum. Que la Real ganara la Liga relajó el ambiente a la fuerza, porque al final todos necesitamos vías de escape para disfrutar por muy heavy que sea todo”, añade el autor.

Pablo, Pablito, Pablete

La trama urdida en la novela es la siguiente: en enero de 1981, un mes antes del 23F, se reunieron en el Gobierno Civil de San Sebastián los siguientes prohombres: Pedro Manuel de Aristegui, gobernador civil de Gipuzkoa, Pablo Porta, presidente de la Federación Española de Fútbol (rebautizado por José María García como “Pablo, Pablito, Pablete”), José Luis Orbegozo, presidente de la Real Sociedad y Guillermo Quintana Lacaci, teniente general al frente de la I Región Militar y cerebro de toda la operación. El resultado fueron Los Pactos de San Sebastián, o la activación de una serie de maniobras, amaños y sobornos para que la Real Sociedad ganara ese año la Liga. ¿El objetivo político? “Normalizar el País Vasco”.

Los deportes de masas tienen un elemento desmovilizador; por mucha bandera independentista que veamos ahora en los partidos, quizá convenga más que los secesionistas estén en los campos de fútbol que en las calles

“Los deportes de masas tienen un elemento desmovilizador; por mucha bandera independentista que veamos ahora en los partidos, quizá convenga más que los secesionistas estén en los campos de fútbol que en las calles. Cuando la gente está contenta con los logros deportivos de su país, pues todo se ve de un modo más positivo. ”, afirma Gómez.

La Liga de Fútbol Profesional tiene, en el fondo, un fuerte componente integrador al que resulta difícil resistirse. ¡Para qué nos vamos a ir de España si la Liga es tan divertida y encima la ganamos de vez en cuando! O la Liga como relato integrador de un país que no se caracteriza precisamente por su identidad fuerte y aglutinadora. “La Liga es un Estado paralelo y virtual en el que los tiras y aflojas -que si los árbitros benefician al Madrid, que si esto y que si lo otro- nunca van más allá del domingo y el lunes, el martes ya estamos a otra cosa, es un ente político paralelo que funciona sin tanta tensión. ¿Han amenazado acaso los equipos catalanes con irse de la Liga? Independencia, pues igual sí, pero sin renunciar a jugar la Liga española, que además hay muchos intereses en juego”.

La Real Sociedad más española

Una gran cantidad de jugadores de la Real Sociedad fueron a la selección española al final de la Transición, hecho interpretado en la novela como otro engrasador del encaje Euskadi/España .

“Yo nací en 1970: el Mundial 82 me llegó en pleno apogeo futbolero. Recuerdo que en el cole había los típicos chavales ‘borrokillas’ que querían que perdiera España aunque jugaran los jugadores vascos, pero otros chavales sí querían que ganara España precisamente porque había jugadores vascos”, afirma Gómez.

Pero aunque la selección que fue al Mundial 82 estaba liderada en parte por jugadores vascos -Arconada, Satrústegui, López Ufarte-, no se produjo nada parecido a lo de Gerard Piqué, al que algunos abroncan ahora cada vez que toca la pelota. Lo que sí generó polémica -aunque de menor intensidad- fueron las medias blancas de Arconada: “Decían que se las ponía para que no se viera la bandera de España de las medias negras, pero era una gran chorrada: a ver, el tipo estaba jugando con España, no nos volvamos locos”, rememora Gómez.

La política del fútbol

La mezcla entre fútbol y política ha dado lugar últimamente a fenómenos estéticos insospechados, según Gómez, aunque no en la dirección que nos solemos imaginar (de la política a la grada), sino al revés: “Cuando España ganó el Mundial, cambió hasta la estética de las protestas, como se ha visto ahora en las manifestaciones barcelonesas contrarias a la independencia: tienen un rollo de previa futbolera; más allá de los cuatro frikis de extrema derecha con las banderas del águila, es más la estética jolgorio de los partidos de España”. Si la cabra tira al monte, el conflicto territorial no puede evitar tirar al folclore.

Otra cosa es que tendamos a negar las evidentes relaciones entre fútbol y política. Negacionismo que Gómez trata de volar con esta traca final:

“Nos guste o no, deporte y política siempre van de la mano, no hay más que ver los Mundiales o las Olimpiadas, con los Estados compitiendo entre sí y los deportistas representando a sus países, eso es política pura y dura. El Getafe, por ejemplo, lleva la bandera de España detrás de la camiseta. Vale, a mí no me molesta, pero es un modo de decir ‘aquí estamos’, de defender la patria simbólicamente, es decir, de hacer política. Ahora bien: si la política la hace Piqué o un izquierdista descarriado, es cuando te dicen ‘que no hay que mezclar fútbol y política’, o sea, que mantener el orden establecido no es hacer política, pero ponerlo en duda, sí. Por otro lado, me extraña mucho que digan que no se debe mezclar fútbol y política cuando el presidente de la Liga, Javier Tebas, viene de la extrema derecha y no se molesta mucho en disimularlo. ¿En qué quedamos? ¿Hay que separar la política del fútbol sí o no? Deberíamos asumir la relación entre fútbol y política con mayor naturalidad”, zanja Gómez.

El viernes 27 de octubre fue uno de los días más locos del conflicto catalán, con el Gobierno activando el 155, el Parlament escenificando la DUI y la Generalitat en vías de intervención. Lo que pasó después tiene una pintoresca deriva futbolística. Carles Puigdemont se paseó tranquilamente por Girona (sábado), desapareció del mapa (domingo) y apareció luego en Bruselas (lunes) ante el estupor general.

Libros