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Tom Wolfe: la barra libre del Nuevo Periodismo ha dejado una gran resaca
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Carlos Prieto

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Tom Wolfe: la barra libre del Nuevo Periodismo ha dejado una gran resaca

Tom Wolfe, muerto ayer, fue el icono de la generación que cambió el periodismo con el uso de técnicas literarias. Pero del uso se pasó al abuso: ahora es difícil saber qué es verdad y qué no

Foto: Tom Wolfe en la Casa Blanca en 2004. (EFE)
Tom Wolfe en la Casa Blanca en 2004. (EFE)

A finales de los sesenta, hubo una buena tangana en el periodismo estadounidense: a tortas entre los que creían que el periodismo debía recurrir a las herramientas literarias para contar una década tan loca como los 60 y los que pensaban que las técnicas periodísticas de siempre eran más que suficientes. El Nuevo Periodismo contra el periodismo de toda la vida, modernos contra reaccionarios, jóvenes contra viejos .

El Nuevo Periodismo ganó esta batalla cultural y generacional. Fue una victoria aplastante y humillante: más de medio siglo después, los padres del Nuevo Periodismo son iconos internacionales, libros como 'A sangre fría' (Truman Capote) no se bajan de las listas de mejores libros del siglo XX y la no ficción vive una nueva edad de oro como género de prestigio. Todo gracias a que a alguien se le ocurrió un buen día que al periodismo le iba a ir mucho mejor si tiraba de trucos literarios: diálogos chispeantes, 'flashbacks', monólogos interiores, escenas impactantes, personajes memorables. Era una idea muy sexi, contra la que era difícil resistirse, el periodismo nunca más iba a volver a ser aburrido. Yupi.

Foto: Tom Wolfe. (EFE)

Pero claro: empiezas queriendo parecerte a un novelista... y acabas escribiendo una novela. O no, pero puede pasar, y pasa. Bueno: no ya es que pase, es que adornar la realidad es un género 'periodístico' cada vez más prestigioso, como si los simples plumillas nunca fueran a estar a la altura de los periodistas literarios.

Tom Wolfe, muerto ayer a los 87 años, fue el más importante de los nuevos periodistas, no ya solo por sus libros, sino por su condición de ideólogo de la revolución. Estaba absorto en su condición de cruzado de la nueva religión y vivía en un ejercicio de estilo permanente: sus reportajes estaban repletos de la clase de tics literarios -recuerden sus célebres onomatopeyas- que sacaban de sus casillas a los puristas.

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Paradójicamente, el libro periodístico de Wolfe que quizá ha envejecido mejor es el más contenido y menos excesivo: 'Lo que hay que tener' ('Elegidos para la gloria'), crónica de la carrera espacial estadounidense que era en realidad un exhaustivo perfil psicológico del astronauta como último 'macho-man'.

Pero volvamos a la labor de Wolfe como propagandista: su clásica antología 'El Nuevo Periodismo' incluía una introducción en la que parodiaba a los plumillas viejunos escandalizados con el periodismo literario. Wolfe se imaginaba a los carcas bramando porque los nuevos periodistas se "inventaban diálogos y escenas enteras". Bien: eso era precisamente lo que estaba ocurriendo.

Truman Capote fabuló varios de los hechos que narraba como reales en 'A sangre fría'. El libro triunfó precisamente porque parecía una investigación periodística.

En 'Despachos de guerra', de Michael Herr, considerada la crónica definitiva de la Guerra de Vietnam, aparecía un general del ejército de EEUU que iba a casas de putas de lujo con un subfusil en su regazo. Pero, ¡ay!, ese general nunca existió, se trataba de un personaje basado en una docena de militares y tipos extraños que Herr había conocido en Vietnam. Este tipo de escenas reconstruidas y personajes híbridos son habituales en el Nuevo Periodismo. Seamos justos: el periodismo estadounidense ya hacía esto mucho antes de que llegara el Nuevo Periodismo que, eso sí, jaleaba este tipo de argucias.

Este tipo de escenas reconstruidas y personajes híbridos son habituales en el Nuevo Periodismo

No obstante, en toda las latitudes cuecen habas... Hay quien sostiene que el Nuevo Periodismo no lo inventaron los estadounidenses en los 60, sino un argentino (Rodolfo Walsh) en los 50: 'Operación masacre' era una versión tan depurada de las posibilidades del periodismo literario que resulta difícil creer que se escribiera en 1957. También era tal pedazo de 'thriller' trepidante que resulta imposible no pensar en el número de licencias que se tomaría Walsh a la hora de aderezar su investigación periodística. Walsh no fue el único latino pionero: todos aquellos que creen que el periodismo entra mejor con sobredosis de ficción, deberían revisar la obra periodística de los 50 de Gabriel García Márquez quien, por otro lado, nunca negó que los reportajes ganaban mucho con un poco (o un mucho) de realismo mágico.

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El francés Emmanuel Carrèrre es el mayor representante actual del periodismo literario. De él se dice que escribe "novelas de no ficción" (sí, la etiqueta se las trae). Carrèrre tiene un libro llamado 'El adversario', basado en un caso real, el de los crímenes del falso médico Jean-Claude Romand, ejemplo de doble vida inquietante donde los haya. No es fácil encontrar un libro mejor que 'El adversario'. Pero Carrère ha escrito también una biografía del novelista de ciencia ficción Phillip K. Dick -'Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos'- tan repleta de elucubraciones y fantasías que cabría preguntarse si tiene sentido llamar periodismo o biografía a las pajas mentales, desde el respeto más absoluto a las pajas mentales.

Si antes fueron los periodistas los que tomaron prestadas las técnicas de la ficción, ahora son los novelistas los que hacen lo propio con las técnicas del periodismo. Nada da más prestigio hoy que escribir un libro -ensayo o novela- que investigue un caso real, a ser posible traumático, género de moda que practican periodistas y novelistas indistintamente, con las editoriales publicándolos también indistintamente en sus colecciones de ensayo o novela (muchas veces con criterios un tanto erráticos).

Nada en contra de la mezcla de géneros, pero uno lee ahora un libro vendido como 'periodístico' y no puede evitar caer en la ceremonia de la confusión: resulta imposible saber dónde acaban los hechos y dónde empiezan las invenciones. Por lo visto, esto no solo no es un problema, sino algo a celebrar; así que mañana mismo voy a escribirme un reportaje, me inventaré la mitad de los párrafos y a vivir que son dos días... O no.

A finales de los sesenta, hubo una buena tangana en el periodismo estadounidense: a tortas entre los que creían que el periodismo debía recurrir a las herramientas literarias para contar una década tan loca como los 60 y los que pensaban que las técnicas periodísticas de siempre eran más que suficientes. El Nuevo Periodismo contra el periodismo de toda la vida, modernos contra reaccionarios, jóvenes contra viejos .

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