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El 'Sánchez noruego': cómo Zapatero ganó unas elecciones con la calle echando humo
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Carlos Prieto

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El 'Sánchez noruego': cómo Zapatero ganó unas elecciones con la calle echando humo

Tras perder las autonómicas en 2007, ZP volvió a ganar las generales pese (o gracias) a la inflamada ola antizapaterista, que movilizó a toda la izquierda electoral en torno al PSOE

Foto: Zapatero y Sánchez, el pasado 3 de marzo. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
Zapatero y Sánchez, el pasado 3 de marzo. (EFE/Borja Sánchez-Trillo)
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Artes marciales. Aikido. Usar la fuerza del adversario a tu favor.

Tu rival se lanza en tromba contra ti. Aprovechando su impulso, le haces una palanca presionándole el brazo hacia atrás y acaba rodando por el suelo. ¡Kiai!

Si Carlos Herrera recordara la capacidad de José Luis Rodríguez Zapatero para el aikido político, quizá no le hubiera reprochado el fin de ETA esta semana en la radio, poniéndole en bandeja una defensa vehemente y viral de su legado.

El ciclo zapateril 2004-2008 —que arrancó con su sorprendente llegada a la Moncloa bajo la conmoción del 11-M y siguió con una victoria electoral sufrida en 2008— está marcado por el aikido.

"La izquierda se movilizó en 2008 porque temió que la derecha desmontara los derechos sociales de ZP. La izquierda está ahora más deprimida"

¿Por qué volver a analizar dicho ciclo electoral? Aunque el Gobierno Sánchez está en una situación bastante más desesperada que la que afrontó ZP en 2008, hay analogías interesantes: el PSOE venía de perder unas elecciones municipales y autonómicas (2007), las acusaciones de Gobierno ilegítimo eran constantes y el presidente era atacado sin cuartel. Con la derecha movilizada en la calle, el resultado dependía de que la izquierda no se quedara en casa. ¿Uno de los motores para frenar el abstencionismo de la izquierda? El miedo a la derecha.

El zapaterismo trajo memoria histórica, dependencia, Estatut y educación para la ciudadanía; pero sobre todo ampliación derechos civiles —matrimonio homosexual, ley de plazos del aborto, agilización del aborto— y su corolario: la llegada a España de las guerras culturales estadounidenses, que ahora son un ingrediente saturado más de la política española, pero entonces eran una novedad. O las trifulcas entre progresistas y conservadores en torno a costumbres, gustos y estilos de vida.

Foto: Tarik Abou Chadi, investigador en Ciencias Políticas en la Universidad de Oxford. (Cedida)

Las reformas sociales de Zapatero sacaron a la derecha en tromba a la calle. En marzo de 2015, los antidisturbios desalojaron una sentada frente al Congreso de activistas católicos profamilia. En junio, cientos de miles de personas se manifestaron en Madrid contra las bodas gais. En junio, más de medio millón de personas se manifestaron contra la ley de educación y la asignatura Educación para la Ciudadanía. "Los centros religiosos que impartan la nueva asignatura colaborarán con el mal", dijo el vicepresidente de la Conferencia Episcopal. El laicismo de ZP estaba en el punto de mira. En febrero de 2006, el obispo de Ciudad Real comparó al presidente del Gobierno con Calígula por impulsar el matrimonio gay.

En marzo de 2005, al calor del debate sobre la eutanasia, la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre acusó al Doctor Montes, del Hospital Severo Ochoa, de asesinar a 73 pacientes con sedaciones paleativas. El escándalo mediático fue mayúsculo. La deriva judicial del caso quedó en nada años después.

El voluble fin de ETA también fue otro factor de indignación. El dos de enero de 2007, tras la ruptura de la tregua y la negociación con un atentado en la T-4, una manifestación de la AVT acabó en la puerta de Ferraz al grito de “Zapatero asesino” y exigencias de “conocer la verdad sobre el 11-M”. Un mes después, entre 200.000 y 600.000 personas se manifestaron por Madrid entre gritos de “Zapatero, coge la maleta y vete con la ETA” y pancartas como "Zapatero, entraste por Atocha, saldrás por Barajas" o "ETA, PSOE, Zapatero", ¿quién está detrás del 11-M?". Al mes siguiente, entre 350.000 y 700.000 personas, llenaron Madrid de pancartas como “Zapatero anticristo”.

“El ambiente creado por la derecha contra Zapatero fue horrible… desde el primer momento”, cuenta un alto cargo socialista de la época.

Foto: Pedro Sánchez con ZP Opinión

El locutor Federico Jiménez Losantos dijo esos meses: "Zapatero mete a la ETA en las instituciones para que tenga dinero para matar a todo el mundo". "El 11-M hizo presidente a Zapatero, un escombro intelectual".

Aunque Rajoy no estaba en el lado duro de su partido, su liderazgo interno era precario, y lo intentó cohesionar atizando a Zapatero, que aprovechó los excesos retóricos a su favor: en noviembre de 2005, en el pleno del Congreso sobre la reforma del Estatuto catalán, ZP repasó todas las veces que Rajoy le había increpado. Crónica de El País: “Según Zapatero, Rajoy le ha llamado "frívolo e irresponsable en 20 ocasiones"; "incapaz y acomplejado, media docena de ocasiones"... Luego desgranó los siguientes adjetivos de Rajoy: "Grotesco, lamentable, irresponsable, zafio, manipulador, frívolo, sectario, taimado, y maniobrero". Según Zapatero, también le ha dicho que "esconde la verdad", que tiene "una capacidad asombrosa para el fingimiento” y que "traicionaba a los muertos de ETA".

El antizapaterismo fue un boom social agitado por El Mundo, Libertad Digital y otros medios. Como la legislatura empezó en máximos de ruido —con la teoría de la conspiración del 11-M— y la calentura apenas bajó en cuatro años, la izquierda acusó a la derecha de crispar. El País se hartó esos meses de analizar el fenómeno de “la crispación”.

Pero como dice Slavoj Zizek, dos no juegan a la guerra cultural si uno no quiere.

El aikido de Zapatero no consistía solo en recibir el golpe, sino en provocar la reacción del adversario. El zapaterismo explotaría los gestos simbólicos:

"Cuando ZP sitúa a Chacón en Defensa, lo hace porque sabía que la foto de una embarazada mandando las tropas daría la vuelta al mundo"

1) Una embarazada ministra de Defensa, Carme Chacón, pasando revista a las tropas. Lo cuenta José García Abad, autor del libro Zapatero. El Maquiavelo de León: “Cuando Zapatero sitúa a Carme Chacón, embarazada, al frente del Ministerio de Defensa, no lo hace porque Carme no lo hubiera podido hacerlo mejor en otro departamento, sino porque sabía que la foto de una embarazada mandando las tropas daría la vuelta al mundo”.

2) El lenguaje inclusivo de la ministra de Igualdad, Bibiana Aido, que soliviantó a la derecha con su “miembros y miembras” en la segunda legislatura (Aido, por cierto, ejemplifica los límites de ese ciclo político progresista: el primer ministerio de Igualdad de la historia, cuyo presupuesto fue el más bajo del Gobierno, fue fulminado a los dos años por Zapatero sin grandes explicaciones).

placeholder La ministra Chacón, pasando revista embarazada. (Reuters)
La ministra Chacón, pasando revista embarazada. (Reuters)

Lo cuenta Michael Reid, excorresponsal de The Economist en España: Zapatero trajo las dos cosas. Hubo avances en derechos civiles (matrimonio homosexual, aborto, etc.) que, en mi opinión, fueron positivos para el país. Pero, al mismo tiempo, y sin ningún género de dudas, Zapatero lo usó como palanca para desestabilizar a sus rivales políticos, para demostrar que el PP era el enemigo y no se podía negociar con ellos los temas culturales. Zapatero forzó al PP, en definitiva, a luchar en un campo en el que calculó, correctamente, que iba a ganar”.

Un mes antes de las elecciones generales, Zapatero fue entrevistado por Iñaki Gabilondo en Cuatro. Al acabar el programa, político y periodista compartieron confidencias en plató… filtradas en un corte que no debería haberse hecho público.

Gabilondo: ¿Qué pinta tienen los sondeos que tenéis?

Zapatero: Bien, pero nos conviene más tensión.

La derecha, acusada de querer tumbar a ZP vía estrategia de la tensión, se volvió loca con las palabras de Zapatero. Interpretación del zapaterazo en Libertad Digital: “El presidente del Gobierno manifiesta abiertamente que quiere tensión. Eso sí, luego dicen que es el PP el que crispa”.

El PP machacó el momento Gabilondo desde: “Mariano Rajoy se ha concentrado en esta campaña en utilizar lo que considera el gran error del PSOE: la confidencia Zapatero con el periodista Iñaki Gabilondo”, según las crónicas electorales de El País.

Pero no saltemos a las elecciones generales todavía.

"Zapatero caía mejor que Sánchez"

En 2007, tras tres años de movilizaciones contra Zapatero, el PP ganó las municipales y autonómicas. Por muy poco, pero suficiente para que los medios hablaran de cambio de ciclo.

Así cubrió ABC el resultado electoral. Portada: "El PP gana las municipales y arrasa en Madrid y Valencia. Rajoy gana a Zapatero unas elecciones en clave de primarias" Editorial: "La política extremista de Zapatero ha dado cohesión y firmeza a la base electoral del PP". Columna de Pablo Sebastián: "Zapatero se desinfla y acerca a Rajoy a la victoria final".

Pero no pasó nada de eso: en las generales de diez meses después, el PSOE le sacó 15 escaños y cerca de cuatro puntos al PP.

Si los socialistas solían sacar su mayor proporción de voto en los números 3 y 4 de la escala ideológica (en el que 1 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha), Zapatero rompió todas las marcas en 2008, con un 71% del voto de ese nicho, tres puntos por encima de Felipe González en el 82 y cinco por encima de 2004, cuando la izquierda votó en masa contra la distorsión informativa del 11-M. En 2008, la izquierda se reagrupó más que nunca en torno a los socialistas (IU sacó su peor resultado histórico con dos diputados), motivada (en parte) por un antizapaterismo (visto como) exagerado.

El antizapaterismo intentó acabar con Zapatero, se pasó de frenada y acabó reforzándole.

Al PP le fue regular en la campaña televisiva: Rajoy no consiguió imponerse a ZP en los debates electorales —recuerden el momento incómodo de la niña de Rajoy— y así lo plasmó el CIS poselectoral: a un 53% les pareció más convincente Zapatero y a un 21% Rajoy. En el duelo televisivo económico, el ministro Solbes neutralizó a un confuso Manuel Pizarro.

Durante la precampaña, Gabriel Elorriaga, de la oficina de estrategia electoral del PP, admitió al Financial Times que la derecha estaba movilizada y el resultado electoral dependía de que la izquierda no fuera a votar. “Toda nuestra estrategia está centrada en los votantes socialistas indecisos. Si podemos sembrar suficientes dudas sobre la economía, sobre la inmigración y sobre cuestiones nacionalismos, igual se quedan en casa”.

Pero ya era tarde para eso: tras una legislatura que arrancó con graves acusaciones a ZP de vencer gracias a un atentado, y siguió con una gran movilización social conservadora, la izquierda electoral rescató al soldado Zapatero. Aikido.

Foto: El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero se fotografía con militantes del PSOE. (EFE/Kai Försterling)

“¿Cuál es la razón principal que le ha llevado a votar al Partido Socialista Obrero Español?”, preguntó el CIS poselectoral. El 6,5% dijeron haberlo hecho por Zapatero, y el 11,9% “para evitar que ganara el PP”. Es decir, 1,3 millones de personas votaron al PSOE directamente para que no saliera el PP. El PSOE sacó al PP un millón de votantes en esas elecciones.

El CIS poselectoral también preguntó si la victoria de uno u otro partido daba miedo antes de votar. El 8,5% dijo que un triunfo del PSOE les daba mucho o bastante miedo; en el caso del PP, el porcentaje fue del 20,9%.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), el alcalde de Zaragoza y presidente del PP de Aragón, Jorge Azcón (i), y la candidata del PP a la alcaldía de Huesca, Lorena Orduna. (EFE/Javier Blasco)
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Contra ZP hubo una manifestación a la semana. La izquierda se movilizó mucho porque temió que la derecha desmontara todos los derechos sociales del zapaterismo. La izquierda está ahora más deprimida”, cuenta el alto cargo socialista de la época.

En efecto, una de las diferencias entre el antisanchismo y el antizapaterismo es que la calle no está tan inflamada como antes, y cuando lo ha estado, la cosa no ha salido bien para la derecha: en 2019, la foto de Colón de las tres derechas unidas sirvió al PSOE para movilizar a sus votantes.

Parte de la gestión económica de Sánchez ha sido buena, pero creo que Zapatero caía mejor que Sánchez al votante moderado, y creo que también al de izquierdas. El discurso zapaterista del diálogo y el talante cayó bien al principio. Las formas suaves de ZP eran las de un noruego aterrizando en un país latino salvaje. Eso no lo tiene Sánchez, que parece un poco más chuleta”, zanja el ex alto cargo socialista.

Artes marciales. Aikido. Usar la fuerza del adversario a tu favor.

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