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Quiero reírme con vosotras: gracias por romper el imperio masculino del chiste
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Paula Cantó

Chicas Malas

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Paula Cantó

Quiero reírme con vosotras: gracias por romper el imperio masculino del chiste

El humor, si está bien hecho, no importa de quién venga. Pero ahora ya siento que podría formar parte

Foto: Si antes el humor tenía firma masculina, ahora está floreciendo algo nuevo.
Si antes el humor tenía firma masculina, ahora está floreciendo algo nuevo.

"Me decían 'Tienes que jugar con tus hijos' y los he metido en una timba de Póker. ¿Que cómo he podido hacer eso? Con una pareja de sietes".

-Raquel Sastre

“Las mujeres no somos graciosas”, pensaba resignada mi yo de entre la niñez y la adolescencia. Llegué incluso a pronunciarlo, a convertirlo en real en alguna conversación. Es lo único que podía pensar con los referentes que tanto amaba pero que eran los únicos que tenía. Perseguía el humor donde podía, que entonces era solo por televisión: el show que tuviera Buenafuente en aquel momento, el mítico ‘Caiga Quien Caiga’, ‘El Informal’, incluso ‘El Hormiguero’ añejo del que ahora aparto los ojos. Para el stand up, tenía ‘El club de la comedia’, aún no colonizado por actores españoles, y aquel de Paramount. Y todo me flipaba tanto que pasó bastante tiempo hasta que se me ocurrió preguntarme dónde estaban las mujeres. Alguna había, recuerdo, pero mínimamente. Bueno, pensé, si no hay es que no somos graciosas. Y sin más, seguía viendo el campo de nabos que estuviera en emisión en aquel momento.

Foto: Los concursantes de OT están dando voz a su propia generación (Gtres) Opinión

Esta época me vino a la cabeza la noche antes de escribir esto, cuando fui a ‘Riot Comedy’, un micro abierto en el que solo actuaban mujeres y que salió del coco de la genialísima Penny Jay. El aforo completo desde casi una hora antes de su actuación convertía la esquina más estrecha en un palco privilegiado, y el aire caliente propio de una muchedumbre agolpada te hacía suspirar por una gotita de cerveza fría. Se llenó hasta el punto de que solo pude asomarme un rato para no infringir todo eso del aforo y luego tuve que irme bajo la lluvia, como un niño de Dickens al que han rechazado dar limosna. Mientras yo rezaba para que alguien encendiera el aire acondicionado, ellas llenaron el local con su labia y desparpajo. Varias eran conocidas o amigas mías -el orgullo había que meterlo- e hicieron reír con esa risa que encoge el estómago, baña los ojos y te hace aplaudir como una foca retrasada. Por si alguien se lo estaba preguntando, hace tiempo que me di cuenta de que la gracia no solo tiene voz de señor.

Antes de escribir esta columna, le pregunté a unas amigas si ellas también habían vivido esa sensación de comedia masculinizada. No estaba segura de si esta experiencia solo era mi culpa por no haber rebuscado suficientes referentes detrás de esa muralla de testosterona que se apoderaba de las pantallas de los 2000 -y que tan feliz consumía-. Ellas coincidieron conmigo y menos mal, porque ya me estaba preparando para recibir comentarios de “feminazi desinformada” y derivados. Lo más bonito fue que no solo coincidieron en eso: si antes el humor tenía firma masculina y las humoristas patrias eran minoría, ahora está floreciendo algo nuevo, unas ganas de comedia femenina que hincha los pulmones y huele a aire fresco, a bar con aforo completo y a cerveza fría.

Me encanta ver que no solo hay cómicas estupendas ya consagradas como Ana Morgade, Silvia Abril, Pilar de Francisco, Sara Escudero, Eva Hache, Raquel Sastre, Carolina Noriega o chorrocientas más -y hablo solo de las caras visibles-, sino que además las nuevas proezas de YouTube que están saltando a los medios de comunicación son en gran parte mujeres -Percebes y Grelos, Soy Una Pringada, Ter, Andrea Compton, Living Postureo-, que en los Open Mic que frecuento por bares malasañescos -el Picnic al que yo llamo mi segunda casa, el Superlativo, el Intruso- aunque siguen siendo los hombres quienes pisan más tiempo el escenario, cada vez sea más frecuente que alguna mujer coja el micro: la genial Valeria Ros, Susi Caramelo, Yaiza Nuevo, Elsa Ruiz, Silvia Sparks o Eva Soriano.

Me encanta reírme con ellas y sentirme identificada y que, alguna vez, ellas se hayan reído conmigo. Me encanta que otras personas quieran verlas y reírse con ellas y que el #LeedAMásMujeres que tanto se ha movido en Twitter pueda tener su reflejo en un movimiento hambriento por consumir a más mujeres humoristas. Quiero creer que, dentro de poco, ya no harán falta más artículos coronados con titulares segregadores -aunque bienintencionados- tipo ‘Ellas también son graciosas’, que habrá tantas mujeres dirigiendo programas de humor en televisión como ahora hay hombres y que esta columna ya quedará desfasada si no se lee como una carta de amor a las humoristas que me gustan. El humor, si está bien hecho, no importa de quién venga. Pero ahora ya siento que podría formar parte.

"Me decían 'Tienes que jugar con tus hijos' y los he metido en una timba de Póker. ¿Que cómo he podido hacer eso? Con una pareja de sietes".

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