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"Si no te gusta es que no has entendido nada": Rosalía y la oficialidad
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Alfonso J. Ussía

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"Si no te gusta es que no has entendido nada": Rosalía y la oficialidad

La cantante ya ha llegado donde quiso; no juzguen por qué está ahí, porque ya llegó. Otra cosa es que ahora el espectáculo se consuma en pantalla yendo al directo. Si no le gusta, no acuda

Foto: Asistentes al concierto de la cantante Rosalía en Barcelona. (EFE/Alejandro García)
Asistentes al concierto de la cantante Rosalía en Barcelona. (EFE/Alejandro García)

Tratarán de pasarte por encima, de joderte, sí. No hay nada que moleste más que pasar de la burbuja, de no creerte todo lo que emiten, lo que gritan y lo que dicen con ese sentido dolido que padece hasta pena y cierto intento de honestidad, como de culpa por reírse en tu cara, o querer decir: estoy aquí para informarte, para ayudarte a ver luz en la sombra, en la oscuridad del poder y del oficialismo podrido, a la que por supuesto pertenezco. Soy parte de ella.

Esto vale para la música, la literatura, la política, el periodismo, para la vida, en general. Decía Frank Zappa, hablando sobre la industria del disco, que hasta mediados de los años setenta, todo el negocio estaba controlado por unos judíos que se peinaban al agua, fumaban puros, y que no tenían ni puñetera idea de música, pero sí de dinero, con lo que te daban libertad total para hacer lo que quisieras con tal que la cuenta de resultados retornara gorda y lasciva y, como así era, todos contentos, Zappa podía hacer lo que le diera la gana, y los propietarios de las compañías de discos continuaban engordando su tripa y la del banco, dejando hacer a los músicos lo que solo ellos sabían hacer.

"A mediados de los años setenta aparecieron unos chicos jóvenes que no eran músicos y que le decían a los jefes lo que debían publicar"

De pronto, a mediados de los años setenta aparecieron unos chicos jóvenes que no eran músicos y que le decían a los jefes lo que debían publicar según lo que se olía en la calle. Ellos tenían el olfato, eran el corte, aunque nadie les dijera a ellos que quizás no tenían tampoco ni puta idea o no aseguraran cierta subjetividad a la hora de firmar un contrato artístico. El caso es que se había inventado un nuevo puesto de trabajo y una opinión que mandaba sobre las demás en algo que, hasta entonces, era territorio de músicos. Eran los caza tendencias, los ojeadores, los que fichaban. Y cambió algo para siempre: el corte musical quedaba en manos de gente que no hacía música. Bien para el negocio y muy mal para la música. Y de esos lodos estos fangos que tanto nos hace opinar sobre si “esta es buena o mala”, o si acaso, “es que no lo has entendido aún”, ¿tú sí, por algo en concreto? ¿Por saber más que yo, por ser más listo y más guapo?, o ¿por haber escuchado todo? Desde Mozart a Django Reinhardt, pasando por Vivaldi, el funky, el reggae, la cumbia, el flamenco, la polca, el jazz, el folklore argentino, la bossanova, el country, la salsa, ranchera, el metal, el hip hop, el trash, y el rock, claro. Seguiríamos así con tantos estilos como nuevos géneros encontramos en el diccionario.

Foto: Rosalía, durante el concierto en el WiZink Center. (EFE/Mariscal)

Todo viene al caso del lío que se ha organizado por la cobertura de Rosalía. ¿Acaso alguien esperaba de ella un riff de guitarra eléctrica con unas subidas dignas de Nina Simone? Obviamente no, no es eso lo que hace, no lo esperen. Amy Winehouse ya murió. Pero la posición altiva de "yo sé más que tú porque sí lo entiendo, o porque sí me gusta", se me antoja como poco, de no entender nada de verdad. Ayuden a descubrir talentos, tendencias y nuevos músicos, nuevas bandas. Pateen la calle, busquen y muestren, hagan su trabajo como deben, no como les gustaría que fuera, por favor. Y si alguien dice que no le gusta, respeten. Rosalía ya ha llegado donde quiso; no juzguen por qué está ahí, porque ya llegó. Otra cosa es que ahora el espectáculo se consuma en pantalla yendo al directo. Si no le gusta, no acuda. Yo no voy a ningún concierto de reguetón porque me estalla la cabeza, hasta que me tomo dos copas y empiezo a perrear mejor que el mismísimo Daddy Yankee.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que las novedades y las tendencias utilizaban la prensa como altavoz para llegar al resto. La industria repartía y filtraba novedades, fichaba música en los bares y en estudios de grabación, eran tiempos de estilos y calidad, canciones que sonaban llamando la atención del otro lado. Años sesenta, setenta, ochenta, noventa. Después, poco a poco, fue la prensa a buscar lo que por la industria ya no llegaba. Todo era igual y solo trataba el corto plazo. Artistas que ni siquiera hacían música llenaron el negocio con su careto bien plantado y el autotune para no desafinar. ¿Cómo puede un cantante desafinar? La televisión, los realities, todo pudriéndose en billetes de unos y mala calidad para el resto. Ahora acuden donde ya hay una estrella, y como en demás artes o acciones de la actualidad, no cabe la crítica. Si no te gusta es que no has entendido nada. ¿De verdad?

Foto: Barack Obama, en la Cumbre de la Democracia de Copenhague. (Reuters)

Parecido ha pasado recientemente con el intento de montar una polémica, acusando a la China Suárez de plagiar a Andrés Calamaro y su 'Flaca'. Ha sido el propio autor de la emblemática canción quién acallaba rumores y pataletas declarando: “Siempre del lado del que hace música, no del que la critica”. Poco más se puede decir. ¿Alguien más autorizado que Calamaro para hablar de esto?

Nadie tiene que decirte qué es bueno o malo, si es digno o no de entrar en el cielo de los autorizados. Una canción, un libro, un concierto, solo y tanto, debe conseguir una cosa muy sencilla y a la vez, tan inalcanzable para todo el que la busca o lo pretende: emocionarte. Tengan sus propios ojos, sus oídos, su criterio. El mundo entero está al alcance de dos o tres clics.

Tratarán de pasarte por encima, de joderte, sí. No hay nada que moleste más que pasar de la burbuja, de no creerte todo lo que emiten, lo que gritan y lo que dicen con ese sentido dolido que padece hasta pena y cierto intento de honestidad, como de culpa por reírse en tu cara, o querer decir: estoy aquí para informarte, para ayudarte a ver luz en la sombra, en la oscuridad del poder y del oficialismo podrido, a la que por supuesto pertenezco. Soy parte de ella.

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