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Magnificat anima mea Bonum
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El Cultiberio

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Magnificat anima mea Bonum

Para ayudar a que ustedes comprendan mejor la que se ha liado, les propongo (desde luego con permiso de Juan Carlos Escudier, que es el que

Para ayudar a que ustedes comprendan mejor la que se ha liado, les propongo (desde luego con permiso de Juan Carlos Escudier, que es el que más latín sabe en este diario suyo que lo es), una nueva versión/traducción del célebre Magnificat, una de las más bellas oraciones a la Santísima Virgen jamás escritas. No está claro quién lo escribió pero procede del Evangelio según San Lucas. Los más grandes compositores de la historia pusieron música a estos admirables versos, desde Fray Manuel de Espona  a Johann Sebastian Bach. Antes de nada advierte este caballo, senador romano y, por lo tanto, nada sospechoso de las debilidades del latín vulgar o bajomedieval, que la traducción es libre, literaria, adaptada, diríase posconciliar y desde luego archiparlamentaria. Así que tienen derecho a cabrearse conmigo los kikos, los del Opus, los legiosaurios de Cristo (eso da igual porque esa gente siempre está cabreada con todo, empezando por la realidad), desde luego el diputado del PP Jorge Fernández Díaz (Pax) (In aeternum) y algunos clérigos de finales del siglo XVI, como Cañizares, Reig Pla, el inefable jubilado Gea Escolano, Catalá, García-Gasco, Rouco, Varela, Martínez y Camino. Quizá algún otro de “sotana milagrosa”, que era como Quevedo llamaba a lo que llevaba puesto el Domine Cabra de El Buscón. Ah, sí, también Ana Bottiglia y Cristina López “Chin-chin”. Fede Trillo y Pujalte, desde luego, no. Empecemos. Vamos párrafo por párrafo, para que sea más fácil. Los que se la sepan, que la vayan cantando.

 

Para ayudar a que ustedes comprendan mejor la que se ha liado, les propongo (desde luego con permiso de Juan Carlos Escudier, que es el que más latín sabe en este diario suyo que lo es), una nueva versión/traducción del célebre Magnificat, una de las más bellas oraciones a la Santísima Virgen jamás escritas. No está claro quién lo escribió pero procede del Evangelio según San Lucas. Los más grandes compositores de la historia pusieron música a estos admirables versos, desde Fray Manuel de Espona  a Johann Sebastian Bach. Antes de nada advierte este caballo, senador romano y, por lo tanto, nada sospechoso de las debilidades del latín vulgar o bajomedieval, que la traducción es libre, literaria, adaptada, diríase posconciliar y desde luego archiparlamentaria. Así que tienen derecho a cabrearse conmigo los kikos, los del Opus, los legiosaurios de Cristo (eso da igual porque esa gente siempre está cabreada con todo, empezando por la realidad), desde luego el diputado del PP Jorge Fernández Díaz (Pax) (In aeternum) y algunos clérigos de finales del siglo XVI, como Cañizares, Reig Pla, el inefable jubilado Gea Escolano, Catalá, García-Gasco, Rouco, Varela, Martínez y Camino. Quizá algún otro de “sotana milagrosa”, que era como Quevedo llamaba a lo que llevaba puesto el Domine Cabra de El Buscón. Ah, sí, también Ana Bottiglia y Cristina López “Chin-chin”. Fede Trillo y Pujalte, desde luego, no. Empecemos. Vamos párrafo por párrafo, para que sea más fácil. Los que se la sepan, que la vayan cantando.