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Pesadilla en Navidad: de la fragmentación política a la guerra generacional
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Ramón González F

El erizo y el zorro

Por
Ramón González Férriz

Pesadilla en Navidad: de la fragmentación política a la guerra generacional

Hay algo casi seguro: este año, en la casa donde celebres la Navidad, se va a discutir de política

Foto: Comida de Navidad. (EFE)
Comida de Navidad. (EFE)

Hay algo casi seguro: este año, en la casa donde celebres la Navidad, se va a discutir de política. Las circunstancias parecen haberse puesto de acuerdo para que sea así: la debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, el inacabable procés catalán, la aparición de Vox y su influencia en Ciudadanos y el PP, los giros de Podemos, el auge del feminismo, los “chalecos amarillos”, el gobierno populista italiano, el Brexit, Trump y los pronósticos generalizados de que económicamente el año que viene será bastante peor que el que acaba. Estas fiestas, la discusión será inevitable. ¿Chin, chin?

Quizá en tu casa ya sea una tradición, pero seguro que en otras se inaugurará este año. La razón es que en la sociedad las opiniones políticas están cada vez más fragmentadas y esa fragmentación ha entrado en los hogares: puede que tú y tus hermanos tengáis una edad parecida, hayáis recibido una educación parecida y hasta tengáis ingresos parecidos. Eso no ha garantizado nunca, pero menos en este momento, que vuestras opiniones coincidan. Ahora, es incluso menos probable que votéis al mismo partido.

Puede que tú y tus hermanos tengáis una edad parecida pero ahora es incluso menos probable que votéis al mismo partido

Con la aparición de nuevos debates, el riesgo de que haya desacuerdos aumenta. Las probabilidades de que tengas un cuñado de Vox o una prima feminista, dicen las estadísticas, han crecido enormemente. Además, ahora cambiamos de opinión con mayor frecuencia y somos mucho más infieles a los partidos a los que votamos. Por lo que no esperes que tu aliado del año pasado corra de nuevo en tu ayuda esta vez. Puede que sea ya tu mayor enemigo.

Pero eso no es todo. No solo tienes motivos para discutir con la gente que más o menos tiene tu edad, que ya es bastante. Sino además con los más jóvenes y con los más viejos, entre los que las diferencias de opinión, pero también las que tienen que ver con la realidad material, son crecientes. Los mayores de la mesa recibirán a partir del 1 de enero un aumento de su pensión, mientras que los jóvenes con edad de trabajar tienen una probabilidad desmesuradamente alta de estar en paro o tener un sueldo pésimo. Aunque lo cierto es que, en España, nietos y abuelos no suelen discutir por la evidente disparidad de trato que reciben de los gobiernos: todo el mundo parece estar del lado de los mayores.

Edades

Si eres como yo, de mediana edad, y tienes la suerte de trabajar, estás pagando con tus impuestos las jubilaciones de los abuelos y la escuela de los nietos pequeños. Aunque te sientas aplastado en ese sándwich, sin embargo, no discutas: está bien que sea así. Pero no está de más que recuerdes que, si tienes mi edad o menos, la existencia de una jubilación pública generosa es cada vez más improbable. Será en ese momento cuando un tío te dé un codazo y te diga: ¡Pues poneos a tener hijos para asegurar las pensiones! Entonces, recuérdale que con los sueldos de España, cómo te vas a poner a tener hijos.

En todo caso, lo más probable es que los mayores sigan votando al PSOE y al PP, y los jóvenes con edad de votar lo hagan básicamente por Cs y Podemos (de Vox aún tenemos pocos datos). Ojalá no estalle durante la comida de Navidad, pero recuérdalo: vivimos una guerra generacional.

Es probable que si vives en una gran ciudad y has vuelto al pueblo tengas más estudios y ganes más dinero que los primos que se quedaron

Además hay otro sesgo, que no solo es español, sino un fenómeno europeo: la brecha entre el campo y la ciudad. Es probable que si vives en una gran ciudad y has vuelto al pueblo para celebrar las fiestas tengas más estudios y ganes más dinero que los primos que se quedaron a trabajar en el campo o en la pequeña empresa familiar. Esto, como explica el Economist en su número especial de Navidad, genera discusiones no solo por cuestiones económicas, sino también culturales. Por decirlo en pocas palabras: los listillos de ciudad cada vez caemos peor a la gente de las zonas rurales que no comparte nuestro cosmopolitismo y nuestro liberalismo y muchas veces nos ve como antipatriotas. El sentimiento, evidentemente, es mutuo. Hace unos días, Gilles Le Gendre, el presidente del partido de Macron en la Asamblea francesa, hablaba en televisión de la insurrección de los “chalecos amarillos”, protagonizada en gran medida por trabajadores rurales movidos por el rechazo a la subida de los impuestos del carburante del que depende su trabajo, pero también por un fuerte sentimiento antielitista. A Le Gendre le preguntaron qué errores había cometido el Gobierno francés al tratar con esas personas: el error del Gobierno había sido, respondió, ser “demasiado inteligente, demasiado sutil”. Cuando en la mesa el primo del pueblo te afee tu esnobismo, prueba a contestarle lo mismo.

Si algún familiar vive en Reino Unido y ha vuelto para las fiestas, es poco probable que discutas con él, porque seguramente estará en contra del Brexit y todos los demás veáis con buenos ojos a la Unión Europea. Pero pedidle que os cuente las discusiones que mantiene en su oficina con sus colegas partidarios de la salida de Reino Unido de la UE y, en comparación, vuestra airada discusión política os parecerá una charla amable. Si hay un estadounidense en la mesa, intentad recordar si nació cerca del mar: si lo hizo en la Costa Este o la Costa Oeste de Estados Unidos, es muy probable que esté contra Trump. Si nació en el inmenso territorio intermedio, y especialmente en un pueblo, es muy probable que seamos nosotros, los progres europeos, quienes le parezcamos raros o indeseables. Si hay un italiano, hay muchas posibilidades de que le guste el Gobierno de la Liga de Salvini y 5 Estrellas de Di Maio: tiene un apoyo del 56 por ciento de los italianos y continúa creciendo.

Hay algo, sin embargo, sobre lo que es menos probable que discutáis, al menos los españoles: la religión. La mayoría de las personas que se sumen a vuestras celebraciones navideñas seguramente sean católicas (un 66,2 por ciento de los españoles se declara así), aunque la posibilidad de que haya un ateo no es remota (son el 11,2 por ciento). Pero casi todos estaréis de acuerdo en algo: en no ir a misa más que en las fiestas señaladas (más de un 70 por ciento afirma que así lo hace).

Sea como sea, muy feliz Navidad y un próspero año nuevo.

Hay algo casi seguro: este año, en la casa donde celebres la Navidad, se va a discutir de política. Las circunstancias parecen haberse puesto de acuerdo para que sea así: la debilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, el inacabable procés catalán, la aparición de Vox y su influencia en Ciudadanos y el PP, los giros de Podemos, el auge del feminismo, los “chalecos amarillos”, el gobierno populista italiano, el Brexit, Trump y los pronósticos generalizados de que económicamente el año que viene será bastante peor que el que acaba. Estas fiestas, la discusión será inevitable. ¿Chin, chin?

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