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Cristo, familia y sangre: las mujeres que se pusieron en pie contra la mafia
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Ramón González F

El erizo y el zorro

Por
Ramón González Férriz

Cristo, familia y sangre: las mujeres que se pusieron en pie contra la mafia

Las buenas madres', del periodista británico Alex Perry es un libro lleno de violencia y expiación narrado de manera extraordinaria

Foto: Detalle de portada de 'Las buenas madres' (Ariel)
Detalle de portada de 'Las buenas madres' (Ariel)

Muchas veces, la cultura nos ha transmitido una imagen profundamente distorsionada de los mafiosos: hombres crueles, pero con un código de honor; implacables, pero padres de familia. No muy distintos de cualquier otro hombre de negocios o, en última instancia, del Estado: exigen dinero a cambio de protección. Su violencia es temible, pero tiene cierto glamour. Por supuesto, esta estetización es un disparate. Puede que 'El Padrino' sea una obra maestra del cine, pero su conexión con la realidad es la misma que tiene 'Indiana Jones' con la arqueología.

Así lo demuestra 'Las buenas madres', del periodista británico Alex Perry, recién publicado por la editorial Ariel, un libro lleno de violencia y expiación narrado de manera extraordinaria. En él se cuenta la historia de varias mujeres italianas ―una de ellas fiscal, otras, antiguos miembros de la mafia o que estaban vinculadas a ella por lazos familiares― que hace alrededor de una década intentaron acabar con la actividad de la 'Ndrangheta, una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, colaborando con la policía y el sistema judicial de Italia.

Foto: Alijo de unos 350 kilos de cocaína en República Dominicana. (EFE)

Los orígenes de la 'Ndrangheta no podrían ser menos glamurosos. Alrededor de 1860, el sur de Italia estaba a punto de dejar de ser una suma de regiones feudales y semiindependientes para convertirse en parte de un país moderno y regido por el liberalismo político: la Italia unificada. Este proceso produjo un enorme rechazo: muchos veían en esa unificación y modernización poco menos que la invasión de los vecinos ricos del norte. Un arrasamiento de la cultura católica y rural, y de los códigos morales y lingüísticos, de un sur que no creía tener casi nada que ver con Milán, Génova o Roma.

placeholder Las buenas madres.. (Ariel)
Las buenas madres.. (Ariel)

Sin embargo, como suele ocurrir, esa resistencia tenía mucho más que ver con el poder que con la defensa de las tradiciones. “Durante miles de años, no había habido nadie que defendiera a las familias que vivían en aquellos valles” de Calabria, cerca de la suela de la bota de la península italiana, origen de la ‘Ndrangheta. “Cuidaban de sus olivos, pescaban en el mar y oteaban el horizonte (…). Eran pobres, resistentes y decididamente autónomos (…). Cuando en 1861, un grupo de septentrionales empezó a enviar a burócratas, maestros y ‘carabinieri’ hasta aquellos valles para proclamar el poder de una nueva Italia unificada, eran las familias las que repudiaban a los colonizadores, frustraban sus planes y ocasionalmente los mataban”. Esas familias no formaban aún parte del crimen organizado que hacía décadas que funcionaba en Nápoles con la Camorra y en Sicilia con la Cosa Nostra. Pero no tardarían en hacerlo.

Y para justificar moralmente lo que en esencia era un trabajo delictivo para controlar un territorio rural y atrasado, la ‘Ndrangheta se dotó a sí misma un origen mítico, cristiano y familiar que vinculaba su nacimiento a la llegada de tres hermanos españoles a Sicilia, tras vengar la violación de su hermana. De ellos tres y de su afán por resguardar el honor familiar nacerían, según Perry, las “sociedades honorables” de Sicilia, Nápoles y Calabria. Quien quisiera sumarse a ellas, tenía que pasar por varias pruebas y ceremonias, repletas de simbología cristiana, promesas de defender a la familia y heridas sacrificiales, para demostrar la disposición a verter sangre por cumplir ese pacto. Como dice Perry, “la ‘Ndrangheta asumía un propósito moral a través del mito, cuando era más que evidente que su actividad era inmoral; también a través del mito se revestía de un halo de romanticismo y divinidad, cuando en realidad era vulgar y profano, además de convencer a los demás de que era un adalid de la justicia, aun cuando les robaba y los asesinaba”.

Logística mafiosa

Bajo esta parafernalia, y durante sus más de 150 años de historia, la ‘Ndrangheta ha llegado a ser una de las mafias más poderosas del planeta. No solo en Calabria, donde llegó a controlar las obras públicas, gestionar el principal puerto de la región y cobrar impuestos por la entrada de mercancías, además de vender armas a todo el mundo desde allí. Se convirtió también en el actor dominante del tráfico de drogas en Europa, con una asombrosa cadena logística que iba de Colombia hasta Israel y Turquía, y que permitía trasladar la droga en barcos pesqueros e incluso en aviones que, como sucedió en 2009, acababan incendiados en mitad del Sáhara después de haber introducido diez toneladas de droga. Esto suponía una inagotable entrada de dinero que luego era lavado, bien en floristerías holandesas, cuentas de juego online o hasta en el mundo de las finanzas, en paraísos fiscales y en la bolsa.

Y aquí entran las mujeres de 'Las buenas madres', cuyo honor los mafiosos decían defender, pero que con muchísima frecuencia eran las víctimas de su violencia. Aunque otras veces fueran sus principales instigadoras. El libro de Perry las retrata con maestría: hartas de la violencia, atrapadas en pequeños pueblos calabreses, sumidas en la ley del silencio, intentando que sus hijos e hijas escaparan de la lógica de la mafia y tratando de mantener en secreto, en un ambiente imposible, que habían colaborado con el Estado, hablado con los odiados policías, denunciado a sus maridos. Pero ellas tampoco fueron ajenas al entramado de violencia, droga y dinero negro. A la joven Giuseppina, con veintipocos años, después de ver cómo su marido, que la pegaba regularmente, era encerrado en la cárcel por sus delitos, su padre le dijo que no podía ir a la universidad y que su deber era encerrarse en casa hasta que su marido volviera. La única manera de tener una vida fue integrarse en el negocio familiar: ejercer de mensajera entre los capos encerrados en la cárcel, blanquear dinero y llevar la supervisión de las mordidas. “Formo parte de la familia ―diría más tarde―. Vivía con la familia. Lo sé todo. He vivido y he respirado todas esas cosas, la superioridad y el poder y el privilegio”. Ese conocimiento marcaría después su vida. Como lo haría con Lea Garofalo y con Maria Concetta Cacciola, las otras dos protagonistas de esta historia.

'Las buenas madres' es un libro brillante, un ejercicio extraordinario de periodismo de investigación y de explicación histórica, pero también un magnífico retrato de un puñado de mujeres atrapadas por la familia, y otras, como la fiscal Alessandra Cerreti, con la empatía necesaria para comprender su papel en la ‘Ndrangheta y la habilidad de convencerlas para que intentaran a acabar con ella.

Muchas veces, la cultura nos ha transmitido una imagen profundamente distorsionada de los mafiosos: hombres crueles, pero con un código de honor; implacables, pero padres de familia. No muy distintos de cualquier otro hombre de negocios o, en última instancia, del Estado: exigen dinero a cambio de protección. Su violencia es temible, pero tiene cierto glamour. Por supuesto, esta estetización es un disparate. Puede que 'El Padrino' sea una obra maestra del cine, pero su conexión con la realidad es la misma que tiene 'Indiana Jones' con la arqueología.

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