El erizo y el zorro
Por
La caída del Muro de Berlín lo cambió todo: cuatro libros para entender un hito histórico
Tres décadas después de que el Telón de Acero se levantara sorpresivamente, aún faltan muchas claves por descifrar acerca de lo sucedido
Durante la existencia de quienes ahora estamos vivos han sucedido pocos acontecimientos históricos tan importantes como la caída del Muro de Berlín. No supuso el fin del comunismo, pero simbolizó hasta qué punto este sistema se había vuelto ineficiente e insoportable para millones de personas. El proceso de descomposición había empezado antes en países como Polonia, donde se permitió a la oposición presentarse a unas elecciones semilibres, en las que ganó todos y cada uno de los escaños a los que se les dejaba aspirar. Hungría había relajado los controles fronterizos que impedían a los húngaros salir del país. Pero la caída del Muro, que en parte fue casual, lo cambió todo.
En un par de años se desmoronó el comunismo en toda Europa del Este y sucedió lo impensable; la Unión Soviética saltó por los aires. La teología marxista decía que era prácticamente inevitable que, más pronto o más tarde, todo el mundo fuera socialista. Pero lo sucedido el 9 de noviembre de 1989 lo desmintió. Estos cuatro libros cuentan bien aquel proceso: cómo se creó el llamado “telón de acero”, cuándo se construyó el Muro, por qué, cómo era la vida en el lado Este, qué pasó después de su caída, qué procesos se pusieron en marcha entonces y cuáles fueron las esperanzas que se desataron.
'El telón de acero. La destrucción de Europa del Este 1944-1956', de Anne Applebaum (Debate)
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética se hizo con el control de buena parte de Europa del Este; aunque países como Polonia, la República Democrática de Alemania, Hungría o Checoslovaquia eran nominalmente independientes, en realidad formaban parte del imperio soviético y recibían órdenes directas de su Partido Comunista desde Moscú. Para que fuera así, Stalin tuvo que desmantelar la sociedad civil de esos países -desde las iglesias a los clubes deportivos, pasando por los partidos políticos o la prensa libre-, montar policías secretas con una capacidad de penetración sin precedentes, y aplastar por completo toda forma de oposición. En muy poco tiempo, esas sociedades quedaron transformadas y sometidas, obligadas a vivir bajo un régimen, el comunista, que muy pronto se vio que era ineficaz y cruel.
Applebaum recoge el relato de innumerables testigos, historias personales, de hambre y de dolor, fruto de una sola idea: el deseo de Stalin y del resto de los líderes comunistas de imponer en Europa del Este, de manera literal, el “totalitarismo”: el control total, absoluto y sin fisuras de la población, de sus actividades y hasta de su pensamiento. Como dice Applebaum, “lo que realmente querían era crear sociedades en las que todo estuviera dentro del Estado, nada fuera del Estado y nada contra el Estado, y querían hacerlo con rapidez”. Una de las consecuencias fue la creación de ese “telón de acero” que intentaba aislar a quienes estaban sometidos al comunismo de las atracciones capitalistas.
'El muro de Berlín', de Federick Taylor (RBA)
El libro de Taylor es casi una biografía del Muro. Abarca desde quienes empezaron a pensar en él tras el final de la Segunda Guerra Mundial; pasando por el 13 de agosto de 1961, cuando se erigió y Berlín quedó dividido en un lado oeste a cargo de las potencias aliadas y un lado este a cargo de la Unión Soviética; hasta el 9 de noviembre de 1989, cuando miles de berlineses del Este pasaron al otro lado sin que la policía se atreviera a impedírselo. La razón de su construcción y de su caída fue la misma: muchísima gente que vivía en el Este quería marcharse de allí para vivir en el Oeste, y el Gobierno de la llamada República Democrática de Alemania quiso impedirlo. Su construcción fue una operación de precisión: las autoridades comunistas querían que un día los berlineses del Este se despertaran para descubrir que de repente había allí una pared infranqueable, y que no podían cruzar la calle para ver a su familia, dar un paseo o irse a vivir bajo el capitalismo.
Su caída fue fruto de una chapuza: huía tanta gente a Occidente que el Gobierno se vio desbordado y relajó las normas para cruzar la frontera. En una rueda de prensa un portavoz interpretó mal un documento, dando a entender que los berlineses podían cruzar la frontera libremente. En realidad, no era así, pero el equívoco creó la realidad. Al otro lado, muchos berlineses occidentales les recibieron con champán y tabaco para compartir y celebrar. Los líderes de la Alemania comunista se vieron obligados a convocar elecciones al año siguiente. Las ganaron con mucha diferencia los democristianos, que hasta entonces habían permanecido más o menos en la clandestinidad, y que reivindicaron la reunificación inmediata con el Oeste. Esta se produjo en el mismo 1990.
'Stasiland', de Anna Funder (Roca Editorial)
Anna Funder fue a vivir a Berlín pocos años después de la reunificación. Le llamó la atención cómo aún era evidente la división que había sufrido la ciudad durante más de cuarenta años, no solo en la arquitectura, el estado de las calles y el mobiliario urbano, sino también en la actitud de la gente. En el Este parecían más comunes la desconfianza, los personajes huraños, los comportamientos evasivos. De modo que se puso a investigar. ¿Cómo era la vida en la vieja República Democrática de Alemania? Funder entrevistó a decenas de personajes; muchos de ellos víctimas de la arbitrariedad del poder comunista, especialmente de la Stasi, el organismo dedicado al espionaje en la República Democrática de Alemania.
La Stasi llegó a tener un agente o un confidente por cada sesenta y tres personas y conocía perfectamente la vida privada de todos. Pero Funder también entrevista a viejos espías que están perplejos por el regreso del capitalismo al país, o a una vieja estrella de la televisión durante la dictadura que afirma que el Muro fue la mejor idea de la historia europea para impedir la entrada de las ideas occidentales en el Este. A veces el libro se centra demasiado en las experiencias de la periodista, pero a pesar de ello es de gran ayuda para comprender la paranoia, el fanatismo y el miedo que hubo en los viejos países comunistas y, en particular, en la República Democrática de Alemania.
'Historia del presente', de Timothy Garton Ash (Tusquets)
Tras la caída del Muro, se desmoronó todo el imperio soviético, país a país. Fue un momento de euforia en Europa del Este: la integración con la Europa occidental volvía a parecer posible y que ambas, convertidas en una sola, gozaran de libertad, prosperidad y solidaridad. Pero para eso, el lado Este, tras décadas de comunismo, tenía que aprender a vivir en democracia. Este libro es una crónica en primera persona de ese proceso complejo e ilusionante que tuvo lugar en los años noventa. La reunificación de Alemania, la llegada al poder de Václav Havel en Chequia y de Lech Walesa en Polonia, el papel de los aguerridos y jóvenes liberales húngaros liderados por Victor Orbán y conocidos como el Partido Cívico Húngaro o Fidesz, los incontables congresos y seminarios en los que intelectuales y políticos -y, muchas veces, intelectuales convertidos en políticos- discutían sin fin sobre la democracia y el capitalismo son narrados aquí por un periodista de enorme talento narrativo y un gran conocimiento de los países del Este de Europa.
Garton Ash pretende hacer lo que dice el título del libro, una 'Historia del presente', una crónica de los acontecimientos históricos narrada con técnicas periodísticas que puedan leer las generaciones futuras. Lo que es difícil saber es si su autor sospechaba hasta qué punto las ilusiones de ese periodo, las ansias de libertad e integración europea, se verían traicionadas años más tarde por el nacionalismo y las luchas identitarias.
Durante la existencia de quienes ahora estamos vivos han sucedido pocos acontecimientos históricos tan importantes como la caída del Muro de Berlín. No supuso el fin del comunismo, pero simbolizó hasta qué punto este sistema se había vuelto ineficiente e insoportable para millones de personas. El proceso de descomposición había empezado antes en países como Polonia, donde se permitió a la oposición presentarse a unas elecciones semilibres, en las que ganó todos y cada uno de los escaños a los que se les dejaba aspirar. Hungría había relajado los controles fronterizos que impedían a los húngaros salir del país. Pero la caída del Muro, que en parte fue casual, lo cambió todo.
- Mayo de 1949 en Berlín: cuando el mundo estuvo al borde de la III Guerra Mundial Jordi Corominas i Julián
- Calles limpias y brazos en alto: cuando la Alemania nazi fascinaba al mundo Jordi Corominas i Julián