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De chaqueta nueva a camiseta vieja: cómo seguir pareciendo guay en la pandemia
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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De chaqueta nueva a camiseta vieja: cómo seguir pareciendo guay en la pandemia

En ese contexto, ¿cómo es posible mostrar tu valía social con la ropa? A través de un código nuevo que no es tan sencillo de entender...

Foto: Mascarillas cool de los creativos belgas Annick De Geyter y Filip Bunkens que animan a "ser tú mismo" (EFE)
Mascarillas cool de los creativos belgas Annick De Geyter y Filip Bunkens que animan a "ser tú mismo" (EFE)

Los seres humanos somos máquinas de transmitir estatus. Queremos que la gente sepa lo importantes que somos, lo mucho que se nos aprecia y que tenemos buen gusto y dinero. Lo hacemos de mil maneras distintas (y desconfíe de quien diga que no lo hace). Pero la pandemia ha acabado con la mayoría de ellas.

La forma más elemental de transmitir estatus es la ropa que llevamos. En su libro clásico 'Teoría de la clase ociosa', de 1899, el sociólogo estadounidense Thorstein Veblen estudió el comportamiento de los ricos y cómo quienes no lo somos tratamos de imitarles. Decía que la función de la ropa cara no era solo demostrar que se es capaz de gastar en vestir mucho más de lo necesario para estar cómodo físicamente, sino que era una manera directa de mostrar la “valía social” que se asocia al éxito económico.

Sin embargo, llevamos un tiempo instalados en la decadencia de la ropa formal —de la corbata en los hombres a los tacones en las mujeres—, y además la pandemia nos ha semicondenado a vivir en un entorno dominado por el chándal, el pijama y la camiseta vieja. En ese contexto, ¿cómo es posible mostrar tu valía social con la ropa? A través de un código nuevo que no es tan sencillo de entender.

'Efecto pijama'

La revista de moda Harper’s Bazaar se refería al principio de la pandemia a “uno de los conjuntos que están reinando en los paseos diarios permitidos, pero también de puertas adentro, en las casas de las influencers y las consultoras de moda más conocidas de Instagram”. Se trataba de una “camisa pijamera marrón estampada con detalles blancos y fucsias” que, vestida con unos “pantalones fluidos” crea “un efecto pijama”. Tal vez transmita “valía social” a unos ojos más entrenados que los míos, pero yo de usted no lo llevaría el primer día de vuelta a la oficina. Quizá Veblen opinaría lo mismo. Para él, la ropa elegante también tenía por fin transmitir que uno no está dispuesto a trabajar: “la ropa elegante —decía— sirve su propósito de elegancia no solo por ser cara, sino también porque es la insignia del ocio”.

Zuckerberg miempre lleva camiseta y vaqueros, lo cual podría parecer una muestra evidente de que trabaja mucho y necesita ropa cómoda

Mark Zuckerberg encontró en su forma de vestir una manera inteligente de transmitir distinción. Siempre lleva camiseta y vaqueros, lo cual podría parecer una muestra evidente de que trabaja mucho y necesita ropa cómoda. Pero las camisetas grises que viste a diario las fabrica bajo pedido la marca italiana de lujo Brunello Cucinello y, de acuerdo con la publicación económica Business Insider, cuestan entre 300 y 400 dólares cada una. La buena noticia, decía la misma publicación, es que hay copias bastante aceptables por 46 dólares.

Otra manera de transmitir estatus que la pandemia ha arruinado es la belleza física. Puedo imaginar la frustración de la gente guapa, acostumbrada a recibir un trato preferente por su cara, al tener que ponerse una mascarilla y tapar uno de sus principales activos. La sección de moda del Wall Street Journal —en la que suelen aparecer productos del rango de precios de las camisetas de Zuckerberg— publicó el pasado agosto un largo reportaje titulado: “¿El nuevo debate de la mascarilla? Estilosa frente a quirúrgica”. “A medida que las mascarillas se convierten en un artículo clave de nuestros armarios —decía— algunas mujeres defienden estilos expresivos. Otras insisten que solo las mascarillas quirúrgicas son aceptables”. Como demostración de que ambas tendencias eran defendibles, aparecía una foto de Jennifer Lopez con mascarilla de diseño a juego con las gafas de sol y a una Ana de Armas mucho más informal, con una mascarilla azul clara, lisa, aparentemente como la que llevamos usted y yo.

La barba

Durante la cuarentena, muchos hombres descubrieron lo que otros ya sabíamos desde hace tiempo: la capacidad de la barba para mandar mensajes. La peluquera de mi mujer le confesó hace tiempo ese secreto al decirle que la barba es el 'Photoshop' de los hombres: una manera de que nuestra cara diga lo que queremos, dentro de lo posible. Durante la cuarentena, la barba transmitió recogimiento, o una estudiada despreocupación por la pulcritud: estábamos demasiado ocupados cuidando de los nuestros y hablando por Zoom como para mantener los viejos códigos y afeitarnos.

Quienes antes hacían ostentación de una buena mesa en un restaurante exclusivo ahora se hacían fotos en casa al recibir el “delivery”

Pero el estatus no se transmite solo por el aspecto físico. Están también los lugares a los que vamos —singularmente, los restaurantes, los bares y los clubes nocturnos— y el sitio que ocupamos en ellos: no es lo mismo que te vean entrar en un reservado que sentarse en la mesa al lado de la cocina. Ante la dificultad de seguir saliendo con normalidad, debido al cierre de los locales y las restricciones de aforo, durante el confinamiento la expresión de estatus se transformó. Quienes antes hacían ostentación de haber conseguido una buena mesa en determinado restaurante exclusivo ahora se hacían fotos en casa al recibir el “delivery” preparado por un cocinero estrella. También se ha creado una nueva forma de exclusividad: las fiestas organizadas por gente con el dinero suficiente para ofrecer a sus invitados pruebas PCR. Así, una vez se constata que ninguno está infectado, pueden hablar y moverse con comodidad sin mascarilla, sin lavarse las manos obsesivamente y sin miedo a que te hablen de cerca y en voz alta (supongo que ahora eso produce una excitación extra).

No importa que la pandemia haya dificultado enormemente las vías tradicionales para mostrar estatus (Marta García Aller recordaba hace unos días en un encuentro con los suscriptores de El Confidencial que hasta la oficina está dispuesta para mostrar el estatus de cada trabajador). Siempre encontraremos la manera de intentar transmitir que somos fabulosos y tenemos un “valor social” vinculado al dinero y la belleza. Incluso quienes dicen no hacerlo transmiten un mensaje propio: son tan singulares que no necesitan esforzarse como los demás.

Los seres humanos somos máquinas de transmitir estatus. Queremos que la gente sepa lo importantes que somos, lo mucho que se nos aprecia y que tenemos buen gusto y dinero. Lo hacemos de mil maneras distintas (y desconfíe de quien diga que no lo hace). Pero la pandemia ha acabado con la mayoría de ellas.

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