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Cierta izquierda global simpatiza con Hamás. Una palabra explica por qué
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Cierta izquierda global simpatiza con Hamás. Una palabra explica por qué

El colonialismo provocó enormes tragedias e Israel ha cometido crímenes que no debemos olvidar, pero este conflicto no es de carácter colonial y su solución no tienen nada que ver con la descolonización

Foto: La filósofa Judith Butler, durante una entrega de premios en Barcelona. (EFE/Alejandro García)
La filósofa Judith Butler, durante una entrega de premios en Barcelona. (EFE/Alejandro García)
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Esta semana ha circulado un vídeo de 2006 en el que la filósofa Judith Butler habla sobre el conflicto entre Israel y Palestina. "Comprender que Hamás y Hizbulá, en tanto que movimientos sociales, son progresistas, son de izquierdas y son parte de la izquierda global es extremadamente importante", dice en él. Inmediatamente después, Butler parece darse cuenta de las implicaciones de lo que está diciendo y expresa una cauta discrepancia con ambos grupos terroristas: "eso no impide que critiquemos determinadas dimensiones de ambos movimientos, eso no impide que quienes apostamos por las políticas de la no violencia planteemos la cuestión de si no hay otras opciones aparte de la violencia", añade. Desde entonces, ha matizado sus palabras en varias ocasiones. Pero tras los ataques de hace un mes, en los que Hamás mató a casi 1.500 israelíes, estas han vuelto a provocar una mezcla de indignación y perplejidad: ¿puede alguien mínimamente cuerdo considerar a Hamás una parte de la izquierda global?

Butler es una de las pensadoras más influyentes de esa izquierda. Estudió y da clases en universidades estadounidenses de élite y ha escrito unos cuantos libros sobre feminismo, género, las luchas identitarias (ella es lesbiana, se define como no binaria y ha dicho que prefiere que se refieran a ella con un pronombre neutro) y la no violencia. Vale la pena leerlos. Es una mujer extraordinariamente inteligente y posee el extraño magnetismo intelectual de quienes, a pesar de escribir de manera alambicada y en ocasiones casi incomprensible, influyen en cientos de miles de personas, sobre todo en académicos, activistas y políticos: cuando, el año pasado, recibió la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Irene Montero presumió de reunirse con ella.

Y Butler también ha contribuido a establecer las bases ideológicas que explican que, en las últimas semanas, las protestas contra Israel hayan adoptado lemas que a la mayoría de la gente le parecen absurdos. Hace unos días, en una manifestación en Londres, se vio una pancarta que afirmaba la solidaridad de la comunidad queer (formada por personas no heterosexuales o no cisgénero) con Palestina. En varias universidades estadounidenses, quienes han mostrado una cierta comprensión con los terroristas islámicos son activistas en favor de los derechos humanos y la comunidad LGTB. En España, Podemos y Sumar, que han puesto la causa feminista en el centro de sus reivindicaciones, han contextualizado el crimen de Hamás, que incluyó violaciones, en una lucha contra la opresión. Israel es una democracia parcialmente fallida, tiene un Gobierno con fuertes rasgos autoritarios y ha oprimido a muchos palestinos, pero es infinitamente más igualitario en materia de género, más tolerante con los gais y más abierto a la disidencia que los territorios controlados por Hamás. ¿Por qué, entonces, esa extraña forma de solidaridad?

La palabra clave

La respuesta se puede resumir en una sola palabra que Butler, y muchos otros filósofos de la izquierda anglosajona, utilizan con frecuencia: descolonización. Para ellos, durante siglos los hombres blancos occidentales nos hemos dedicado a colonizar. Por un lado, en distintos momentos de la historia, hemos colonizado casi todo el planeta mediante la guerra y la opresión. Pero eso es solo una parte. De acuerdo con estos pensadores, los hombres blancos occidentales también hemos colonizado los cuerpos de las mujeres, de los esclavos y los trabajadores: los hemos dominado por la fuerza y hemos implantado nuestra ley en ellos. Y también hemos colonizado las mentes: hemos impuesto nuestra visión del mundo a miles de millones de personas que no se dan cuenta de que sus ideas políticas o sus preferencias de consumo no son más que una emulación de las de sus opresores. La tarea del progresismo y de la izquierda global, pues, consiste en descolonizar: en destruir la influencia de Occidente en los territorios, los cuerpos y las mentes de las víctimas. También en el espacio que va "del río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]", es decir, la vieja Palestina. Para esa izquierda, este conflicto es colonial: los judíos son los colonos y, en consecuencia, es imprescindible expulsarlos y desmontar el Estado de Israel. Dado que Hamás participa en ese proceso, se le puede considerar progresista.

Una visión simplista

Si esto parece un ejercicio intelectual demasiado abstruso y, al mismo tiempo, una enorme simplificación, es porque se trata de ambas cosas. En contra de lo que dice esta escuela de pensamiento, no solo existen verdugos y víctimas: se puede pensar que muchos musulmanes han sido oprimidos por miembros de otras religiones y que el asesinato de civiles israelíes es una atrocidad impulsada por hombres musulmanes poderosos y muy opresores. En contra de lo que decía una pancarta en una reciente manifestación antiisraelí, no "todas las luchas están conectadas": un homosexual europeo tiene muchos motivos para pedir la igualdad y una familia gazatí tiene muchos para exigir que no se la convierta en una víctima colateral de la guerra, pero se trata de luchas muy distintas y sin relación. El colonialismo provocó enormes tragedias que los occidentales tenemos que revisar, e Israel ha cometido crímenes que no debemos olvidar, pero este conflicto no es de carácter colonial y su solución no tienen nada que ver con la descolonización.

Hasta finales de los años sesenta, la izquierda apoyó a Israel porque la ideología de este era esencialmente laica y progresista. Luego, una parte de ella se dejó seducir por el carácter anticolonial del islamismo —recordemos el apoyo que el filósofo francés Michel Foucault, uno de los padres de esta forma de izquierdismo, brindó al Ayatolá Jomeini durante la revolución iraní— y hoy ha decidido mezclar las nuevas y las viejas luchas de los occidentales con los sufrimientos y las necesidades de los palestinos. Un rasgo de esta izquierda es que, al mismo tiempo que denuncia el colonialismo, dice a los colonizados lo que deberían pensar y hacer. No es probable que Hamás les haga ningún caso. Pero su confusión filosófica tiene un impacto real en la percepción de Occidente sobre ese conflicto. Judith Butler no es la responsable de este trágico malentendido, ni mucho menos. Pero sus palabras reflejan muy bien las dificultades que tienen muchos occidentales para entender que sus traumas y sus sentimientos de culpabilidad no son la explicación para todos los conflictos de este planeta.

Esta semana ha circulado un vídeo de 2006 en el que la filósofa Judith Butler habla sobre el conflicto entre Israel y Palestina. "Comprender que Hamás y Hizbulá, en tanto que movimientos sociales, son progresistas, son de izquierdas y son parte de la izquierda global es extremadamente importante", dice en él. Inmediatamente después, Butler parece darse cuenta de las implicaciones de lo que está diciendo y expresa una cauta discrepancia con ambos grupos terroristas: "eso no impide que critiquemos determinadas dimensiones de ambos movimientos, eso no impide que quienes apostamos por las políticas de la no violencia planteemos la cuestión de si no hay otras opciones aparte de la violencia", añade. Desde entonces, ha matizado sus palabras en varias ocasiones. Pero tras los ataques de hace un mes, en los que Hamás mató a casi 1.500 israelíes, estas han vuelto a provocar una mezcla de indignación y perplejidad: ¿puede alguien mínimamente cuerdo considerar a Hamás una parte de la izquierda global?

Conflicto árabe-israelí
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