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Los años en que Josep Pla vaticinó la llegada de Hitler al poder en Alemania
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Los años en que Josep Pla vaticinó la llegada de Hitler al poder en Alemania

Se publica 'La inflación alemana. Crónicas 1923-1924', los textos que el periodista escribió desde Berlín con una economía devastada y los movimientos extremistas en alza

Foto: Hitler y Mussolini. (Wikimedia)
Hitler y Mussolini. (Wikimedia)

En agosto de 1923, el periódico catalán La Publicitat nombró a Josep Pla corresponsal en Berlín. Alemania vivía en un estado de caos. Tras perder la Primera Guerra Mundial, no estaba siendo capaz de pagar las reparaciones de guerra que le habían impuesto los vencedores. A consecuencia de ello, Francia había ocupado la región alemana del Ruhr para quedarse con su producción de hierro y otros productos. Al mismo tiempo, el Partido Comunista era cada vez más poderoso y amenazaba con una revolución parecida a la que había tenido lugar en Rusia solo unos años antes. Un emergente nacionalismo, nostálgico del pasado imperial, culpaba de todo a los judíos. Y algunas regiones del país, como Renania, amenazaban con independizarse.

Pero lo más llamativo era la inflación, motivada en parte porque el Gobierno alemán no paraba de imprimir marcos para pagar las reparaciones, lo que hacía que su valor cayera, y a su vez requería imprimir aún más dinero. Pla estaba estupefacto. “El catastrófico descenso del marco empieza de verdad a dar a la vida de este lugar un aspecto caótico y fantástico. No hay ningún precio seguro. Sales por la mañana de tu casa con el dinero que aproximadamente crees que te será necesario para vivir un día y te das cuenta, por la noche, de que el millón o millón y medio que te habías reservado para pagar la cuenta del restaurante no te sirve para nada. El millón se ha evaporado”. La gente hacía cola en las tiendas, pero cuando le llegaba su turno, los precios ya habían subido. De modo que compraba todo lo que podía cuanto antes: “La gente sabe que si el kilo de margarina vale medio millón por la mañana, por ejemplo, por la tarde puede perfectamente valer setecientos mil marcos”. Pla era un afortunado, porque cobraba en pesetas; cuando las cambiaba por marcos, cada vez le daban más, por lo que podía seguir el ritmo del ascenso de precios. Pero vivía asombrado. “Les digo y les repito —dice— que es la demencia, la pura y simple locura”.

placeholder 'La inflación alemana', de Josep Pla.
'La inflación alemana', de Josep Pla.

Ahora, la editorial Destino ha publicado en forma de libro los artículos que, en esos meses, Pla publicó en La Publicitat: La inflación alemana. Crónicas 1923-1924. En él está lo mejor del autor. Recorre las calles de Berlín y entra en los bancos y los restaurantes para contar el ambiente que ve, pregunta a un sastre cómo se calculan los precios en ese enloquecido contexto económico, viaja a las zonas en conflicto para observar cómo se relacionan los soldados ocupantes y la población local. Pero, además de eso, muestra una extraordinaria capacidad para el análisis político: “Hay una curiosa ley económico-política que rige ahora los destinos de Alemania. Esa ley es la del curso del dólar. Cuando sube el dólar, cae el canciller”, dice. Sus caracterizaciones de los protagonistas del momento son brillantes: “Stresemann [el canciller], como político que es, serio, formal y digno de respeto, es un hombre sin programa. No busquen ustedes ni ideas demasiado originales ni una planificación de reformas con un ritmo seguro. Busquen más bien al trabajador, al hombre hábil y lleno de tacto”. Pla tenía entonces 26 años, pero ya era un periodista extraordinario y aquí está en plena forma: curioso, analítico, juguetón. Y aún no muestra los peores tics estilísticos e intelectuales que desarrollaría con el tiempo.

Una revolución a la vuelta de la esquina

En todos los artículos, y este es quizás el rasgo que los hace tan interesantes un siglo más tarde, Pla sospecha que algo va a pasar. La situación es políticamente insostenible. Los alemanes parecen haber perdido su predisposición al orden y la disciplina. Entre la población se ha producido “el naufragio general de todas las ilusiones”. Unos pocos días de inflación disparada, dice, han “destruido cien años de orden y de autoridad prusiana”. Y, en consecuencia, “la clase media de este país ofrece una materia admirable para los partidos extremistas, sobre todo para los partidos de izquierda, socialistas y comunistas”. Pero también para los nacionalistas ultraconservadores. “Hitler es un histérico del nacionalismo —escribe—. Es un hombre sin preparación alguna, es un botarate, pero a veces tiene golpes geniales y ataca con gran furor, algo que en este momento y aquí causa un gran efecto, ya que el país está más bien apabullado y alicaído”. Pla cree que “tanto el movimiento nacionalista como el comunista tienen ante sí ingentes fuerzas de contención”, dice. “Pero ¿quién sabe qué pasará mañana?”.

Hitler "a veces tiene golpes geniales y ataca con gran furor, algo que en este momento y aquí causa un gran efecto"

A Pla los alemanes le parecen poco individualistas y poco democráticos. “Este pueblo es más un pueblo de gente cargada de paciencia que cargada de organización”, dice, pero en el fondo sospecha que tiene una cierta capacidad para salir adelante. Y eso fue lo que sucedió, aunque ya fue después de que, en 1924, La Publicitat mandara a Pla de corresponsal a París. Alemania puso en orden su economía y frenó la inflación, los comunistas y los nacionalistas se quedaron sin la oportunidad de alcanzar el poder y empezaron los cinco años más esplendorosos de la República de Weimar. Pero luego llegaron el crac de 1929 y otra terrible crisis. Y poco después pasó lo que, 10 años antes, Pla ya intuía que acabaría llegando en un momento u otro. Lean estas crónicas: son una obra maestra del periodismo.

En agosto de 1923, el periódico catalán La Publicitat nombró a Josep Pla corresponsal en Berlín. Alemania vivía en un estado de caos. Tras perder la Primera Guerra Mundial, no estaba siendo capaz de pagar las reparaciones de guerra que le habían impuesto los vencedores. A consecuencia de ello, Francia había ocupado la región alemana del Ruhr para quedarse con su producción de hierro y otros productos. Al mismo tiempo, el Partido Comunista era cada vez más poderoso y amenazaba con una revolución parecida a la que había tenido lugar en Rusia solo unos años antes. Un emergente nacionalismo, nostálgico del pasado imperial, culpaba de todo a los judíos. Y algunas regiones del país, como Renania, amenazaban con independizarse.

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