El erizo y el zorro
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Según Varoufakis, el capitalismo ha muerto y lo que viene ahora es peor
El ex ministro de Economía griego sostiene en su nuevo ensayo que la tecnología, dominada por unos millonarios sin escrúpulos y con desmesurado poder político, nos está esclavizando
El padre de Yanis Varoufakis era ingeniero químico y trabajaba en una planta acerera cerca de Atenas. En una ocasión, llevó a casa unos cuantos pedazos de distintos metales y se los mostró al pequeño Yanis para transmitirle su fascinación por ellos. Esos metales y la capacidad del ser humano para transformarlos en objetos y herramientas, le contó, habían permitido a este abandonar la prehistoria y llegar a la modernidad. El padre de Varoufakis era comunista. Y, aunque le había decepcionado el rumbo que habían adoptado los países de la órbita soviética, y era muy consciente de los males que la industrialización había infligido a muchos trabajadores explotados, estaba convencido de que, si el ser humano llegaba a dominar la tecnología, podría emanciparse y vivir con prosperidad, libertad e igualdad.
Debido, en parte, a las enseñanzas de su padre, el pequeño Yanis acabaría convirtiéndose en un polémico economista de izquierdas, líder de un nuevo pensamiento marxista y autor de bestsellers como
Ahora la editorial Deusto ha publicado otro de sus libros interesantes:
La tesis principal de Tecnofeudalismo es muy osada. Según Varoufakis, el capitalismo ha muerto y ha sido sustituido por un nuevo sistema económico del que nosotros somos meros siervos. La economía ya no está regida por los mercados y la competencia, que eran la esencia del capitalismo, sino por monopolios tecnológicos que nos impiden operar económicamente al margen de ellos, capturan nuestras rentas y nos hacen trabajar gratis. “Cada vez que nos conectamos para disfrutar de los servicios de estos algoritmos, no nos queda más opción que hacer un pacto fáustico con sus propietarios —dice Varoufakis—. Para utilizar los servicios personalizados que ofrecen sus algoritmos, debemos someternos a un modelo de negocio basado en la recopilación de nuestros datos, el seguimiento de nuestra a actividad y la selección invisible de nuestros contenidos. Una vez que lo hacemos, el algoritmo se dedica a vendernos cosas mientras vende nuestra atención a terceros”. Así pues, la actividad económica no es libre, como se supone que lo era en el capitalismo; y además se ha desplazado hacia la nube, donde rigen unas reglas de producción distintas. “El capital en la nube —dice— puede reproducirse sin mano de obra asalariada. ¿Cómo? Imponiendo a casi toda la humanidad que contribuya a su reproducción ¡gratis!”. Todos, pues, somos siervos de la nube, que, explica Varoufakis en algunos de los pasajes más difíciles, pero interesantes y discutibles del libro, se ha beneficiado de las políticas monetarias que los bancos centrales pusieron en marcha para sacar a Estados Unidos y Europa de la crisis financiera de hace quince años.
Según Varoufakis, el capitalismo ha muerto y ha sido sustituido por un nuevo sistema económico del que nosotros somos meros siervos
¿Qué soluciones plantea Varoufakis? Un cambio radical en la naturaleza del dinero, las empresas y las relaciones laborales, y la conversión de la nube en el equivalente digital de una plaza pública controlada por los vecinos. Pero para ello hace falta, dice, una coalición inédita que vaya más allá de los tradicionales proletarios izquierdistas —“los trabajadores de las fábricas, los maquinistas, los profesores y las enfermeras”— e incluya a los proletarios de la nube y los siervos de la nube. Es decir, a todos los ciudadanos del mundo. “Únicamente una gran coalición que los incluya a todos puede debilitar lo bastante el tecnofeudalismo”.
“Tal vez parezca una tarea difícil, y lo es”, reconoce. Vaya si lo es. Porque, aun si Varoufakis tuviera razón en su diagnóstico —y en ocasiones es bastante convincente—, imaginar un plan político que pase necesariamente por que todos los ciudadanos del mundo se rebelen contra Apple, Microsoft, Amazon o Google no es solo imposible. Es casi peor que no proponer una solución.
El padre de Yanis Varoufakis era ingeniero químico y trabajaba en una planta acerera cerca de Atenas. En una ocasión, llevó a casa unos cuantos pedazos de distintos metales y se los mostró al pequeño Yanis para transmitirle su fascinación por ellos. Esos metales y la capacidad del ser humano para transformarlos en objetos y herramientas, le contó, habían permitido a este abandonar la prehistoria y llegar a la modernidad. El padre de Varoufakis era comunista. Y, aunque le había decepcionado el rumbo que habían adoptado los países de la órbita soviética, y era muy consciente de los males que la industrialización había infligido a muchos trabajadores explotados, estaba convencido de que, si el ser humano llegaba a dominar la tecnología, podría emanciparse y vivir con prosperidad, libertad e igualdad.
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