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El psiquiatra francés que inventó la izquierda más radical (violencia incluida)
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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El psiquiatra francés que inventó la izquierda más radical (violencia incluida)

En 'La clínica rebelde' el reputado periodista cultural estadounidense Adam Shatz traza la biografía de Frantz Zanon. Un libro magnífico pero en ocasiones demasiado indulgente

Foto: Frantz Fanon. (Cordon Press/CSU Archives/Everett Collection)
Frantz Fanon. (Cordon Press/CSU Archives/Everett Collection)

A pesar de que murió hace más de sesenta años, Frantz Fanon sigue siendo uno de los pensadores más influyentes en la izquierda radical que habla de la descolonización, el racismo y los privilegios. La editorial Debate acaba de publicar su nueva biografía, La clínica rebelde. Las vidas revolucionarias de Frantz Fanon, obra del reputado periodista cultural estadounidense Adam Shatz.

Pueden decirse dos cosas de ella. La primera es que es un libro magnífico, muy recomendable para los lectores interesados en las grandes tendencias políticas de nuestro tiempo. La segunda, que quizá sea demasiado indulgente con quien fue uno de los grandes teóricos de la violencia política contemporánea.

Antillano contra el nazismo

Fanon nació en 1925 en una familia negra de clase media de Martinica, una isla de las Antillas que en aquel momento era aún una colonia de Francia. A pesar de que los negros eran ciudadanos de pleno derecho, Fanon sentía que seguían imitando las formas de vida francesas y blancas: la esclavitud física había dado paso, diría más tarde, a una dependencia psicológica hacia lo occidental. Siendo apenas un adolescente, se alistó voluntario en las fuerzas de la Francia Libre que luchaban contra la invasión de los nazis. A fin de cuentas, él era francés, y nadie como un negro, pensaba, debía oponerse al nazismo.

Pero la experiencia en Europa le traumatizó. Estaba luchando por la libertad de los franceses, pero estos le despreciaban por ser negro. El gobierno de De Gaulle ocultó a los soldados negros en el desfile de la victoria, a la que ellos habían contribuido como cualquier otro. El incidente que más le dolió, cuenta Shatz, fue que “en las fiestas que celebraban la liberación de Francia ninguna francesa quiso bailar con él. Las francesas blancas […] rehuían a sus libertadores antillanos cuando estos se acercaban”. Fanon descubrió que la suya era una “ciudadanía de segunda clase”.

placeholder Portada de 'La clínica rebelde', la biografía de Frantz Fanon escrita por Adam Shatz.
Portada de 'La clínica rebelde', la biografía de Frantz Fanon escrita por Adam Shatz.

Fanon se quedó en Francia para cursar medicina, pero enseguida empezó a desarrollar una filosofía terriblemente cruda, y muchas veces certera, sobre el racismo europeo. En Lyon, donde estudiaba, no podía evitar llamar la atención en público por ser negro y, al mismo tiempo, la gente no consideraba que fuera un individuo, sino solamente un representante de un pueblo atrasado y merecedor de condescendencia. A diferencia de muchos de sus contemporáneos negros, él no creía en una “esencia” de la negritud. Creía que los negros podían ser tan racionales, fríos y democráticos como los europeos. Pero pensaba que Occidente era hipócrita al defender ideas liberales e igualitarias. Lo que más irritaba a Fanon, sin embargo, era que muchos negros —pero también los muchos inmigrantes musulmanes en esa región de Francia— acababan sintiéndose inferiores, dependientes de sus explotadores.

Fanon se especializó en psiquiatría, utilizó técnicas experimentales con los enfermos mentales y a mediados de los años cincuenta, en la época en la que esta luchaba por su independencia de Francia, se mudó a Argelia para dirigir un hospital allí. Si hasta este punto uno lee la biografía sin grandes sobresaltos, y hasta con admiración, aquí empiezan las dudas morales, que Shatz no oculta.

Revolucionario en Argelia

Ante los abusos de los colonos franceses, y de las atrocidades que cometió el ejército francés en Argelia, Fanon empezó a defender la lucha violenta de los independentistas. Entendía “la descolonización como un proceso inherentemente violento”, dice Shatz. Incluso se regodeaba un tanto con la idea de violencia: creía que esta “proporcionaba una especie de terapia de choque para la mente del colonizado”. También cayó en uno de los más catastróficos errores de los revolucionarios anticolonialistas de la época: a pesar de que era ateo, empezó a disculpar el fanatismo islamista de muchos de sus colegas, e incluso a defender el uso del velo en las mujeres como un emblema de su rechazo a lo occidental.

Mientras escribía su obra más famosa, Los condenados de la tierra, Fanon se convirtió en un revolucionario profesional. Después de abandonar Argelia —y de sentir que el racismo tenía innumerables capas, puesto que muchos árabes del norte le miraban con escepticismo por ser negro como los africanos del sur— se convirtió en un abanderado de todas las causas anticoloniales de África, también de aquellas, como explica Shatz, que acabaron desembocando en regímenes corruptos, autoritarios y asesinos. Fanon era consciente de que eso podía pasar, pero ya estaba entregado sin remedio a la causa.

Fanon murió a los 36 años de leucemia, poco antes de que apareciera Los condenados de la tierra con un prólogo de Jean-Paul Sartre. Como dice Shatz, a los pocos años de su publicación, leyeron el libro en castellano las guerrillas latinoamericanas; en inglés, los rebeldes antiapartheid de Sudáfrica; en árabe, los fedayines palestinos y, en persa, los marxistas y los revolucionarios islámicos iraníes. Shatz no lo dice, pero también lo leyeron los independentistas vascos que en esa época formaron ETA.

Foto: Protestas contra Francia en Malí. (EFE/EPA/Hadama Diakite)

Fanon vivió en una época de justificado anticolonialismo, pero a diferencia de otros líderes independentistas como Mahatma Gandhi, o antirracistas, como Martin Luther King, abrazó la violencia. Y como muy bien señala Shatz, vivió una paradoja constante: como médico psiquiatra, se dedicó entregadamente a sanar a los enfermos, las víctimas y los traumatizados por el terror; incluso aceptó tratar a torturadores del ejército francés porque consideraba que incluso estos merecían cuidados y compasión; pero al mismo tiempo entendió que la muerte violenta era parte del proceso político en que se encontraba sumido.

La clínica rebelde es un libro extraordinario sobre una figura capital para entender nuestro tiempo y, en especial, la nueva izquierda global. Pero no es un libro cómodo. Shatz es un excelente escritor, y es honesto al señalar las muchas fallas de Fanon. Pero, a pesar de ello, durante la lectura, especialmente sobre su periodo argelino y como revolucionario africano, uno puede sentir que hay en él demasiadas ambivalencias morales. Sea como sea, se trata de una obra importante y de una de las grandes biografías del año.

A pesar de que murió hace más de sesenta años, Frantz Fanon sigue siendo uno de los pensadores más influyentes en la izquierda radical que habla de la descolonización, el racismo y los privilegios. La editorial Debate acaba de publicar su nueva biografía, La clínica rebelde. Las vidas revolucionarias de Frantz Fanon, obra del reputado periodista cultural estadounidense Adam Shatz.

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