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El erizo y el zorro
Por
"Autoritarismo caótico": así se jodió Venezuela
El periodista argentino José Natanson, director de 'Le Monde Diplomatique' en el Cono Sur, analiza en su nuevo libro los motivos por los que Venezuela no es una dictadura tradicional
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En el verano de 2016, Venezuela pasaba por una terrible crisis de desabastecimiento. El precio de los hidrocarburos, que supone un 94% de las exportaciones del país, se había desplomado. Se habían agotado las reservas de moneda extranjera y el Gobierno de Nicolás Maduro no conseguía que nadie le prestara dinero. La consecuencia fue una reducción brutal de las importaciones y la paralización de la economía. Buena parte de la ciudadanía perdió el acceso a productos de primera necesidad.
Pero Maduro, que consideraba que todo se debía a la “guerra económica” del imperialismo, tenía la solución. Se trataba de la Gran Misión de Abastecimiento Soberano y Seguro, en la que el ejército se haría responsable de que la gente pudiera comprar lo básico. Así, un comandante de la Fuerza Aérea quedó a cargo de supervisar el comercio del papel higiénico, los pañales y las compresas; un contraalmirante fue nombrado responsable del café; otro, de la margarina; un general de brigada tendría competencias sobre el jabón, el champú, la pasta de dientes y el desodorante. Así, hasta 18.
El plan fracasó, pero como cuenta el periodista argentino José Natanson en su libro
El libro de Natanson, que es el director de la revista Le Monde Diplomatique en el Cono Sur, es una mezcla de ensayo y crónica periodística sobre la conversión de Venezuela en una dictadura peculiar y un país empobrecido. No tenía por qué ser así. Tras reconstruir cómo se distorsiona un Estado cuyos ingresos no proceden de los impuestos de los ciudadanos, sino de las rentas petrolíferas, cuenta que Chávez ganó legítimamente todas las elecciones presidenciales y reconoció la derrota en el referéndum constitucional. Mostró fuertes tendencias autoritarias y acosó a la oposición; se volvió adicto a los ingresos petrolíferos —como, por otra parte, habían hecho todos los gobiernos anteriores—, pero puso la cuestión de la pobreza en el centro de la política en un país que con frecuencia la había ignorado. Sin embargo, cuenta, fue Maduro quien mató definitivamente la democracia al no aceptar los resultados de las elecciones legislativas de 2015 y quitar todo el poder al parlamento que salió de ellas, controlado por la oposición.
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Venezuela no es una dictadura tradicional, dice Natanson. “A diferencia de las sociedades que atravesaron largas dictaduras, donde la gente baja instintivamente la voz cuando cuestiona al presidente, en Venezuela las críticas no se murmuran: se gritan”, dice. Hay alcaldes y gobernadores de la oposición, y manifestaciones contrarias al régimen. Pero eso son solo muestras de que el Gobierno es imprevisible: detiene a unos líderes y a otros no; unos periódicos están prohibidos y otros no. Una película crítica puede ser un éxito de taquilla y, a diferencia de China, por ejemplo, se permite el uso de Twitter, que se ha convertido en un espacio de discusión a gritos. Al mismo tiempo, el Gobierno boicotea las instituciones cuando quedan en manos de la oposición y, como se ha visto, comete inmensos fraudes electorales. Esa es la receta del “autoritarismo caótico”.
Los resultados han sido catastróficos, cuenta Natanson. Es “el único país del mundo cuyo PIB se redujo a una cuarta parte en cinco años sin que mediara una guerra, el único que expulsó al 24% de su población en menos de una década […], el único de América Latina con hiperinflación, el único —salvo Nicaragua— que admite la reelección indefinida del presidente”. El dato más asombroso es que el país del socialismo el siglo XXI es uno de los más desiguales en todo el continente latinoamericano.
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Natanson también es un tanto crítico con la oposición, que cree que ha cometido demasiados errores —como no presentarse a las elecciones de 2005— y no ha sabido corregir el hecho de que sus líderes hayan tendido a proceder de las clases altas y nunca hayan sabido seducir a las bajas, a las que el régimen cuida con una mezcla de recompensas y amenazas.
Venezuela. Ensayo sobre la descomposición no contiene grandes revelaciones ni interpretaciones desconocidas. Pero su autor, un periodista de izquierdas que anteriormente había saludado la llegada al poder de una oleada de izquierdistas latinoamericanos formada por el propio Chávez, Kirchner, Lula, Morales o Correa, ha escrito un libro sereno y claro que desmonta cuidadosamente los fracasos, y también los crímenes, de ese fantasmagórico socialismo del siglo XXI. Como él dice, a este apenas ya le quedan apoyos, y menos después del gran pucherazo. Libros como este contribuyen a que sea así.
En el verano de 2016, Venezuela pasaba por una terrible crisis de desabastecimiento. El precio de los hidrocarburos, que supone un 94% de las exportaciones del país, se había desplomado. Se habían agotado las reservas de moneda extranjera y el Gobierno de Nicolás Maduro no conseguía que nadie le prestara dinero. La consecuencia fue una reducción brutal de las importaciones y la paralización de la economía. Buena parte de la ciudadanía perdió el acceso a productos de primera necesidad.