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Lo mejor que podemos hacer con los Goya es dejar de prestarles atención
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Lo mejor que podemos hacer con los Goya es dejar de prestarles atención

No entiendo por qué damos un tratamiento especial, ni para bien ni para mal, al sector del cine. Sus profesionales no son los únicos que creen tener soluciones fáciles para problemas que conocen superficialmente

Foto: El director de 'El 47', Marcel Barrena, y la productora, Laura Fernández, intervienen tras ganar el Goya 'ex aequo' a Mejor película. (Europa Press/Álex Cámara)
El director de 'El 47', Marcel Barrena, y la productora, Laura Fernández, intervienen tras ganar el Goya 'ex aequo' a Mejor película. (Europa Press/Álex Cámara)
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Nadie va a un congreso de dentistas a escuchar sus opiniones sobre la escasez de vivienda. Ningún periódico manda periodistas a las reuniones de los empresarios de la automoción para tomar nota de qué se dice allí sobre el conflicto entre Israel y Palestina. El ciudadano medio no piensa que los encuentros de la Federación de Pensionistas y Jubilados de Comisiones Obreras sean cruciales para formarse una idea sobre los dilemas de la libertad de expresión en la era digital.

Y, sin embargo, eso es justo lo que hacemos con un sector relativamente pequeño de la vida española, el del cine, cuando este celebra su principal reunión anual, los premios Goya. Todos parecemos muy interesados en lo que se dice durante esa noche. Las opiniones de los actores, los directores y los guionistas sobre la vivienda, la guerra, la libertad y cualquier otra cuestión pública son tan respetables e interesantes como las de cualquier otro ciudadano. Hacen muy bien en expresarlas y en aprovechar cualquier altavoz a su alcance para darlas a conocer. Lo que soy incapaz de entender es qué demonios hacemos los demás prestándoles tanta atención.

Con la salvedad, por supuesto, de quienes entienden que cualquier acontecimiento, sea cual sea su naturaleza, tiene por fin refrendar las opiniones propias y ser utilizado para atacar al enemigo. En ese sentido, los Goya son insuperables. La izquierda militante siempre se sentirá reconfortada al oír a gente más guapa que la media pronunciarse contra el fascismo, las tragedias geopolíticas o la precariedad económica. Es predecible que la derecha profesional sostenga, cuando no le son afines ideológicamente, que los artistas son meros beneficiarios de una red clientelar corrupta y sectaria. Todo forma parte de una batalla en la que participamos como autómatas programados. En consecuencia, no es demasiado interesante.

La izquierda militante siempre se sentirá reconfortada al oír a gente más guapa que la media pronunciarse contra el fascismo

Sin embargo, no podemos quejarnos de no estar avisados. Sí, los trabajadores del sector artístico, cultural y periodístico tienden a ser más de izquierdas que, por ejemplo, los notarios, los directivos de banca o los promotores inmobiliarios. ¿Es un problema? Tal vez, si usted ve la vida en términos de batalla cultural, pero déjeme decirle que, a estas alturas, este parece un hecho inevitable en las sociedades capitalistas basadas en la especialización del trabajo. Es probable que esos mismos trabajadores culturales tiendan a sentirse más sensibles y cultos que otros, por lo que piensan que sus opiniones políticas tienen una credibilidad especial. Sin embargo, muchos sacerdotes célibes también tienden a creer que sus opiniones sobre la sexualidad gozan de una mayor legitimidad.

placeholder El equipo de la película 'El 47' a la finalización de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine. (EFE/Miguel Ángel Molina)
El equipo de la película 'El 47' a la finalización de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine. (EFE/Miguel Ángel Molina)

¿Está subvencionada la cultura y, en especial, el cine? Sí, pero, ¿saben?, en España están subvencionados el fútbol profesional, la CEOE, el sector de la automoción, las procesiones religiosas, las organizaciones no gubernamentales, la producción agrícola-ganadera, los partidos políticos y hasta algunos periódicos. Sin duda, es muy irritante ver a profesionales, en muchos casos adinerados, insistir ante las cámaras que el Estado debería darles más facilidades, mimos y reconocimiento. Pero también es muy frecuente que los representantes de todos los sectores del país —de la hostelería a la construcción— hagan exactamente lo mismo cada vez que tienen la oportunidad.

Mi consejo es que, sin levantar la voz ni mostrar demasiado enfado, vayamos prestando cada vez menos atención a esta clase de cosas

No entiendo por qué damos un tratamiento especial, ni para bien ni para mal, al sector del cine. Sus profesionales no son los únicos que creen tener soluciones fáciles para problemas que conocen superficialmente, aunque a los demás, cuando hablamos de cosas de las que sabemos poco, no se nos suele prestar tanta atención. La única diferencia es que la gente del cine sabe montar un espectáculo. A fin de cuentas, se trata de su trabajo. Domina el arte de la comunicación y, aunque no dudo de su sinceridad ni de sus buenas intenciones, ni mucho menos de su derecho a decir lo que quiera, sabe que la ideología es una de las formas más eficaces para generar atención, incluso entre los adversarios. Los medios de comunicación, me temo, lo sabemos también y contribuimos al show. Las redes sociales parecen estar diseñadas para amplificar estos acontecimientos que mezclan belleza, sentimentalismo y política. Y los políticos, que cada vez parecen más resignados a que su trabajo sea una mezcla de actuación y creación de contenidos en la red, se suman con placer.

Mi consejo es que, sin levantar la voz ni mostrar demasiado enfado, vayamos prestando cada vez menos atención a esta clase de cosas. No son buenas para la cultura, si aspiramos a que esta sea transversal; no son buenas para el debate público, si entendemos que este debe ser lo más sosegado y argumentado posible; y, por encima de todo, no sirven para solventar ninguno de los problemas que se denuncian en ellas.

Nadie va a un congreso de dentistas a escuchar sus opiniones sobre la escasez de vivienda. Ningún periódico manda periodistas a las reuniones de los empresarios de la automoción para tomar nota de qué se dice allí sobre el conflicto entre Israel y Palestina. El ciudadano medio no piensa que los encuentros de la Federación de Pensionistas y Jubilados de Comisiones Obreras sean cruciales para formarse una idea sobre los dilemas de la libertad de expresión en la era digital.

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