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Jordan Peterson: el filósofo conservador que cree que Dios está a su servicio
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Jordan Peterson: el filósofo conservador que cree que Dios está a su servicio

En su nuevo libro, el pensador canadiense sostiene que deberíamos estructurar nuestras vidas sobre el Antiguo Testamento y la palabra de Dios quien, por supuesto, respalda sus batallas culturales

Foto: Jordan Peterson el pasado mes de febrero en Londres. (Andrew Parsons/Parsons Media)
Jordan Peterson el pasado mes de febrero en Londres. (Andrew Parsons/Parsons Media)

Cuando uno escribe sobre política recibe insultos. Es más raro que eso suceda cuando reseña libros. Pero en los casi diez años que llevo escribiendo sobre ambas cosas en El Confidencial, nunca he recibido tanta amenazas de violencia física como cuando comenté un ensayo de Jordan B. Peterson, Más allá del orden. 12 nuevas reglas para vivir.

El personaje era contradictorio, decía; una mezcla de muy respetable conservadurismo tradicional y charlatanería de autoayuda. Era capaz de mezclar nociones de disciplina clásica —como el efecto benéfico de hacerse la cama—, el papel de la serotonina en la organización social de las langostas y el mal uso de los pronombres él/ella. En una cosa acertaba Peterson: este afirmaba que los humanos somos jerárquicos por naturaleza. Sus seguidores, en efecto, corrieron a defender a su jefe de un modesto reseñista.

El nuevo libro de Peterson, Nosotros que luchamos con Dios (editorial Planeta), recupera muchos de sus viejos temas. Reitera uno de sus principales y más sólidos argumentos, según el cual los humanos conformamos nuestras ideas por medio de relatos. Son las historias que nos contamos las que crean nuestra visión del mundo. En uno como el actual, en el que hay demasiados estímulos y ruido, lo más importante es identificar el relato por el que nos regiremos y aferrarnos a él. Peterson menciona a Harry Potter, El rey león y El señor de los anillos, pero su mensaje implícito es que lo único sensato que puede hacer un occidental es estructurar su vida sobre el Antiguo Testamento.

Nosotros que luchamos con Dios es, en parte, un comentario a algunos pasajes de ese Antiguo Testamento. De ellos Peterson extrae lecciones filosóficas. La primera, y más importante, es que el relato sobre Dios “hace que el dolor resulte soportable, mantiene a raya la ansiedad e inspira la esperanza que brota eterna en el pecho del ser humano”. Solo el relato divino da coherencia al mundo e incita a vivir de una manera aventurera, valiente y honesta. Pero, al mismo tiempo, este no es un libro sobre la fe. A Peterson le importa relativamente poco si uno cree en Dios o no. Lo relevante es asirse a las historias que existen alrededor de él.

placeholder Cubierta de 'Nosotros que luchamos con dios', el nuevo libro de Jordan B. Peterson.
Cubierta de 'Nosotros que luchamos con dios', el nuevo libro de Jordan B. Peterson.

Porque de lo contrario el ser humano cae. En ese sentido, el libro es también una interpretación política de la Biblia destinada, sobre todo, a atacar a la izquierda posmoderna (que esta surgiera unos 2.500 años después de que escribieran algunos pasajes bíblicos que comenta no parece ser un problema para él). Peterson cree que esta ha creado un mundo dominado por el ansia de sexo y poder, lo cual inevitablemente degenera “en tiranía y caos entrelazados”. Cree que, al poner demasiado énfasis en la protección del planeta, muchas veces “a los seres humanos no se les concede más atención que a las hierbas o a las ratas”. Cree que la política moderna ha generado un “culto a las ideologías o idolatrías a falsos dioses” con el potencial de desencadenar “tiranía y totalitarismo”. Solo si abraza el Antiguo Testamento puede el hombre restaurar un “verdadero orden soberano [que] se rige y debe regirse por el patrón de encuentro con el caos, empeño ascendente, verdad y sacrificio voluntario”.

Dios trabaja para mí

Nosotros que luchamos con Dios es un libro largo: casi exactamente la mitad que mi edición del Antiguo Testamento. Es tedioso, repetitivo y en ocasiones incomprensible. Pero, en otras, también simplista. A veces, recrea el mismo posmodernismo que critica: cita a Gru, mi villano favorito al lado del Mefistófeles de Goethe, al psicoanalista pop Carl Jung —su mayor inspiración— al lado de El rey Lear de Shakespeare.

Foto: Jordan Peterson. (Laura Verdura) Opinión

Sin embargo, eso no es lo peor de todo. Peterson es un brillante guerrero cultural. Es eficaz con sus eslóganes, convincente en sus vídeos, combativo en sus proclamas políticas. Ha convertido la simplificación en un arte. Pero en este libro ha pretendido hacer algo que resulta incómodo incluso para quienes no somos creyentes: ha hecho de la Biblia en un simple atrezzo de su batalla cultural. Parapetado tras su aparente respeto por el Antiguo Testamento, Peterson convierte a sus protagonistas en meros proyectiles contra sus enemigos ideológicos. Así, el célebre pasaje del Éxodo en el que “Respondió Dios a Moisés: ‘Yo soy el que soy’” es para Peterson un argumento en contra de las teorías sobre la transexualidad. La historia de Abraham y Sara demuestra para él su teoría del macho fuerte, porque “las mujeres escogen a hombres que son aventureros y capaces”. Y así hasta llegar, agotados, a la página 610, en la que Peterson nos dice que, exista o no, Dios “es más real que toda esa certeza totalitaria y su oferta patológica de una vida libre de cargas y deberes”.

Exista o no, para Jordan Peterson, Dios es un relato cuya función principal es ayudar a Jordan Peterson en sus batallas culturales. Incluso quienes no creemos en Dios sabemos que es algo más serio. Y menos tedioso. Seguramente, con todo, sus fieles lectores no estarán de acuerdo.

Cuando uno escribe sobre política recibe insultos. Es más raro que eso suceda cuando reseña libros. Pero en los casi diez años que llevo escribiendo sobre ambas cosas en El Confidencial, nunca he recibido tanta amenazas de violencia física como cuando comenté un ensayo de Jordan B. Peterson, Más allá del orden. 12 nuevas reglas para vivir.

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