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El erizo y el zorro
Por
Los filósofos que nos invitan a desobedecer (y por qué deberíamos hacerles caso)
Página Indómita publica un ensayo de Thoreau junto con otro de Hannah Arendt, a la vez que Bauplan edita a Isolde Charim. Ambos libros nos recuerdan que los humanos tenemos conciencia y debemos utilizarla
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¿Por qué paga usted impuestos? ¿Por qué obedece las leyes? Quizá porque piensa que, si se han aprobado de manera democrática, es la obligación de todo ciudadano. Pero seguramente hay una razón más prosaica: si desobedece, piensa, podría acabar embargado o en la cárcel. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿hay que obedecer siempre?
En el verano de 1846, el escritor estadounidense Henry David Thoreau vivía en una cabaña en el bosque, al margen de la sociedad. Un día se encontró con el recaudador de impuestos, que le exigió que pagara lo que debía al fisco. Thoreau le explicó que se negaba a pagar impuestos porque no quería financiar un Estado que permitía la esclavitud y que acababa de invadir México para expandir su territorio. Al recaudador no le impresionaron mucho sus argumentos y Thoreau acabó pasando la noche en la cárcel. Al día siguiente, alguien pagó lo que debía y le soltaron.
Más tarde, escribió sobre experiencia en el ensayo
Thoreau entendía a quienes no querían asumir tantos riesgos, pero consideraba que, como ciudadanos, tenemos derecho a insubordinarnos
La editorial Página Indómita ha tenido
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Leído hoy, Thoreau parece utópico y Arendt un poco demasiado filosófica y, la verdad, aburrida. Pero ambos se preguntaban por qué demonios somos tan obedientes ante el Gobierno. Ninguno de los dos se engañaba: las consecuencias de la desobediencia son reales. Y la ley democrática no es cualquier cosa. Pero, ¿no es malsano obedecer siempre?
Más filosofía
Pero para Charim hay una obediencia más primaria que la de pagar impuestos o cumplir la ley. “El mayor dominio lo ejerce ‘el que gobierna los corazones de sus súbditos’”, dice. Si odiamos, amamos o despreciamos a quien nuestro líder nos dice que odiemos, amemos o despreciemos, es que este domina nuestro corazón. Y no hay mayor servidumbre que esa, sobre todo porque se trata de una servidumbre voluntaria, una extraña mezcla de libertad y sumisión. En un momento en el que vemos a nuestro alrededor a fanáticos seguidores de líderes políticos que les mienten abiertamente, es una lección particularmente importante.
Si odiamos, amamos o despreciamos a quien nuestro líder nos dice que odiemos, amemos o despreciemos, es que domina nuestro corazón
Soy el primero que cumple las leyes y paga sus impuestos. En ocasiones lo hago sin gusto, pero tengo aversión a meterme en líos. Sin embargo, La desobediencia civil de Thoreau es un buen recordatorio de que los humanos tenemos conciencia y debemos utilizarla para algo. El librito de Charim no será un clásico como el anterior, pero explica bien que muchos de quienes se someten a la jerarquía de un partido, los mensajes de un gobierno o las pasiones del consumo convierten el acatamiento en su identidad. No hace falta ser un héroe: basta, como decía Étienne de La Boetie en el mejor libro escrito jamás sobre el tema, publicado también por Página Indómita, y sobre el que escribí aquí, con no ser voluntariamente serviles.
¿Por qué paga usted impuestos? ¿Por qué obedece las leyes? Quizá porque piensa que, si se han aprobado de manera democrática, es la obligación de todo ciudadano. Pero seguramente hay una razón más prosaica: si desobedece, piensa, podría acabar embargado o en la cárcel. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿hay que obedecer siempre?