¿Por qué R.E.M. tuvo tanto éxito siendo un grupo tan raro?
Un nuevo libro cuenta la historia de un grupo que empezó como el emblema de la independencia y la radicalidad y acabó teniendo un inmenso éxito global. Su pregunta principal es: ¿se vendieron sus miembros a lo comercial?
Michael Stipe, cantante de R.E.M., en el Heineken Jamming Festival 2005. (Getty Images/Giuseppe Cacace)
A principios de los años noventa, una década después de su fundación, R.E.M tenía mucho más éxito del que sus cuatro integrantes habían imaginado nunca. Eran músicos profesionales, tenían dinero y, aunque no les reconocían por la calle, eran adorados por la prensa musical y unos cuantos cientos de miles de aficionados. Habían logrado todo eso, además, manteniendo una rígida integridad profesional: a pesar de que era la época de mayor influencia de la MTV, se negaban a grabar videoclips convencionales. Habían rechazado hacer giras conjuntas con megagrupos como U2. Eran reacios a tocar en lugares en los que cabía más gente, pero en los que el sonido y la experiencia eran peores.
Pero luego apareció una mandolina. El guitarrista se había encaprichado de ese instrumento tan ajeno a la cultura punk de la que procedían y se le ocurrió una bonita frase musical. De allí salió una canción que cambiaría para siempre su destino como banda respetada pero minoritaria: Losing my religion. Cuando en la discográfica la oyeron, dijeron: “Era evidente que iba a explotar”.
Y lo hizo, cuenta Este grupo se llama R. E. M., del periodista estadounidense Peter Ames Carlin, que ha publicado en castellano la editorial Contra. La canción convirtió al grupo en un fenómeno global, y el disco en el que estaba incluida, Out of Time, vendió veinte millones de copias. A partir de ahí, todo cambió. La canción contó con un videoclip convencional —aunque de pretensiones artísticas— que la MTV no paró de emitir. La gente sí les reconocía en la calle: el libro cuenta cómo les sorprendió que, en un aeropuerto de Paraguay, unos jóvenes les señalaran y se pusieran a cantarles Losing My Religion en un perfecto inglés. “Lo cual era raro —dice el autor—, porque ninguno de ellos hablaba inglés”. Pasaron de tener dinero a ser multimillonarios. Si antes se negaban a tocar en canchas de baloncesto por ser demasiado grandes, ahora aceptaban hacerlo en multitudinarios festivales. El libro cuenta muy bien cómo sucedió eso. Y se pregunta reiteradamente: ¿fue porque los R.E.M. acabaron vendiéndose?
De Athens al cielo
Porque los orígenes del grupo no permitían imaginar ese triunfo. Se trataba de cuatro chavales que estudiaban en una universidad de segundo orden en Athens, el sudeste de Estados Unidos. La banda empezó a sonar muy bien enseguida, pero estaba apegada a la cultura postpunk,sus letras eran muchas veces incomprensibles y parecía que su obsesión por preservar su identidad independiente iba a impedirles triunfar en serio. Pero su talento era evidente y reconocido por todos. Una de las cosas que más llaman la atención del libro es que apenas se encontraron con obstáculos: no les costó encontrar discográfica, ni tener buenas críticas en las revistas y los periódicos; cada disco vendía un poco más que el anterior, los ejecutivos del sector respetaban su criterio. Para ser la biografía de un grupo de rock independiente, hay poquísimo drama: tuvieron algún problema con el alcohol por el exceso de presión en las giras y el libro no oculta que las drogas eran habituales, pero pareciera que los cuatro nunca se comportaron del todo como estrellas del rock, sino como cuatro profesionales concienzudos que incluso arreglaban sus problemas de convivencia, legales o económicos con pragmatismo. Que incluso han logrado preservar su amistad.
Pero, por encima de todo, hicieron canciones memorables. Con la típica prosa excesiva y barroca del periodismo musical estadounidense —que aquí, en ocasiones, es pesadamente metafórica— Carlin cuenta cómo fueron componiendo, grabando e interpretando canciones brillantes que, visto ahora, resulta incomprensible que tuvieran un éxito. Porque su catálogo siempre fue contraintuitivo, oscuro, sofisticado y, en ocasiones, pretencioso. Pero funcionó.
Su catálogo fue contraintuitivo, sofisticado, oscuro y, a veces, pretencioso. Pero funcionó
Ahora bien, ¿se vendieron? Es una pregunta que obsesiona a Carlin y estructura el libro. Pero que al final, tras tanta reiteración, resulta un poco banal. Sí, el mainstream les acogió y ellos se dejaron acoger. A medida que envejecían se relajó su excesivo dogmatismo artístico. Descubrieron los placeres de la fama y que no hay mayor independencia que la que da el dinero. Pero, en última instancia, uno tiene ganas de preguntarle al autor: ¿de verdad importa tanto? De hecho, ¿qué más da?
Tras el éxito abrumador, incluso su final fue íntegro: hicieron unos cuantos discos malos y decidieron que no iban a alargar innecesariamente una historia que ya les había dado todo aquello a lo que podían aspirar. Siguieron siendo amigos. No están planeando patéticas giras de reunión para exprimir un poco más su genialidad. Y muchas de sus canciones, como he comprobado mientras escuchaba los sucesivos discos a medida que avanzaba el libro, siguen siendo impresionantes, extrañamente evocativas. Este grupo se llama R. E. M. es un trabajo competente y muy bien documentado, aunque a veces caiga en los tópicos de la prensa musical. Y cumple su propósito de recordarnos el milagro de que un grupo así triunfara y de que nos siga gustando tanto.
A principios de los años noventa, una década después de su fundación, R.E.M tenía mucho más éxito del que sus cuatro integrantes habían imaginado nunca. Eran músicos profesionales, tenían dinero y, aunque no les reconocían por la calle, eran adorados por la prensa musical y unos cuantos cientos de miles de aficionados. Habían logrado todo eso, además, manteniendo una rígida integridad profesional: a pesar de que era la época de mayor influencia de la MTV, se negaban a grabar videoclips convencionales. Habían rechazado hacer giras conjuntas con megagrupos como U2. Eran reacios a tocar en lugares en los que cabía más gente, pero en los que el sonido y la experiencia eran peores.