¿Hacerse el progre para ligar? Quizá vuelve a estar de moda el hombre común (que viste zapatos)
Si estamos condenados a asumir alguna etiqueta, y en la contradictoria sociedad digital parece algo inevitable, mi apuesta, a estas alturas, está entre el 'normie' y el caballero
Robert Redford y Paul Newman, el hombre común (aunque extraordinariamente guapo). (RTVE)
En los últimos meses, muchas mujeres han alertado de la aparición de un nuevo tipo de hombre joven. Vive en grandes ciudades, lee de manera ostentosa en una terraza o en el metro libros escritos por mujeres, lleva sus cosas en una bolsa de tela y tiene una estética, más que informal, suave. Puede que no sea del todo vegetariano y que en ocasiones beba alcohol, pero es esencialmente sano y prudente. Es probable que muestre interés por la sinceridad con la que Selena Gómez cuenta sus problemas de salud mental y dice que, más que ser feminista, lo que le gustaría es llegar a serlo. Es, dicen, un "hombre performativo".
Porque, ¿es realmente tal como se presenta o se trata de una pose para ligar con mujeres de izquierdas? Algunas han dicho que, aunque se trate de una simulación, bienvenida sea: mejor ese prototipo que el del machote. Otras creen que es grotesco: un mero producto de Instagram.
A pesar de que el fenómeno del “hombre performativo” se asocia a quienes están en la veintena, yo he conocido a cuarentones que “performaban” un poco para aumentar su estatus sexual en algunos círculos sociales. Sin embargo, lo que veo con mucha más frecuencia es algo diferente, una adaptación, aunque sea torpe, a la mediana edad. Lo describió muy bien Diego Garrocho en una columna reciente de El País. Partiendo de los intentos del presidente Pedro Sánchez de caer bien a los jóvenes de izquierdas, decía que los hombres de nuestra generación estamos envejeciendo mal, que en ocasiones “nos exponemos al paso del tiempo de una forma ridícula” y que muchas veces respondemos a ello adoptando una “rebeldía impostada”: algunos se vuelven malotes, otros siguen apostando por una “estética indie”, pensando que si se ponen deportivas y citan una canción de Radiohead, los demás creerán por arte de magia que siguen siendo jóvenes, osados y, con suerte, sexualmente atractivos.
El miedo a la vejez
La pregunta de cómo debe ser un hombre es tan antigua como la civilización. Pero en los últimos tiempos parece haber cobrado intensidad. Quizá porque era un nicho comercial que aún podía explotarse, quizá sea una simple réplica al intenso debate sobre el papel de las mujeres en la sociedad que hemos mantenido en la última década. Pero también, sin duda, se debe al creciente pánico masculino al envejecimiento.
Los cuarentones de la obra de teatro 'El entusiasmo'. (EFE)
Hay mil maneras de responder a este, además de la del progresista que se esfuerza demasiado por seguir siendo joven que describía Garrocho. Está la perplejidad el bohemio burgués que reflejaba la estupenda crítica que mi colega Paula Corroto escribió sobre una reciente obra de teatro, El entusiasmo. Esta narra el mal gestionado tránsito de una pareja de cuarentones desde la supuesta autenticidad del barrio de Malasaña a los nuevos barrios bienestantes pero carentes de glamour. También me llamó la atención el personaje protagonista de la novela Flesh, de David Szalay, que acaba de ganar el premio más prestigioso de la literatura británica, el Booker. Se trata de un hombre común, que no aspira a tener una visión demasiado sofisticada de la vida y que al ser acusado de mostrar “una forma primitiva de masculinidad” se encoge de hombros. Sea o no una reivindicación del hombre común, lo llamativo, decía el columnista Janan Ganesh el fin de semana pasado, es que le hayan dado un premio tradicionalmente progresista a este libro, lo que Ganesh interpretaba como una señal más de que estamos viviendo un momento de cambio cultural que implica el declive de lo woke y lo performativo.
Hay indicios del regreso a una formalidad más tradicional: el ligero declive del mercado de las zapatillas y el aumento de las ventas de zapatos
También me llama la atención el nuevo arquetipo del hombre de cincuenta años desengañado del progresismo que vive permanentemente enfadado en el mundo digital y se machaca en el gimnasio. Y hay una verdadera avalancha de indicios, que se contraponen a esto último, que señalan un regreso a una formalidad más tradicional: el ligero declive del mercado de las zapatillas y el aumento de las ventas de zapatos de piel; o el regreso de iconos como Paul Newman o Robert Redford como ejemplos de virilidad elegante. O el asombroso retorno del reloj de pulsera —el artilugio más innecesario del mundo en este momento— como indicador de estatus masculino. “En busca del caballero perfecto” era el titular de portada del especial de otoño de la revista de estilo How To Spend It (espóiler: empiece por tener bastante dinero).
El escritor David Szalay, ganador del prestigioso Booker 2025. (EFE/Guillermo Garrido)
A lo largo de mi vida he leído miles de artículos sobre los supuestos cambios en la idea de masculinidad. En los noventa se esperaba de nosotros que fuéramos poéticos, nihilistas y auténticos. En los 2000, que fuéramos metrosexuales y nos depiláramos. Más tarde se nos dijo que la tendencia era el hipster, luego el “normie” —alguien tan seguro de su valía que destaca aún más si se viste y comporta como alguien normal— y ahora han llegado el hombre performativo y los cuarentones que, con el desmesurado influjo de las marcas y los influencers, inventamos mil defensas contra el envejecimiento y el anonimato. Si estamos condenados a asumir alguna etiqueta, y en la contradictoria sociedad digital parece algo inevitable, mi apuesta, a estas alturas, está entre el normie y el caballero. Quizá sea la única manera de no hacer el ridículo mientras miras fijamente cómo se acercan los cincuenta años.
En los últimos meses, muchas mujeres han alertado de la aparición de un nuevo tipo de hombre joven. Vive en grandes ciudades, lee de manera ostentosa en una terraza o en el metro libros escritos por mujeres, lleva sus cosas en una bolsa de tela y tiene una estética, más que informal, suave. Puede que no sea del todo vegetariano y que en ocasiones beba alcohol, pero es esencialmente sano y prudente. Es probable que muestre interés por la sinceridad con la que Selena Gómez cuenta sus problemas de salud mental y dice que, más que ser feminista, lo que le gustaría es llegar a serlo. Es, dicen, un "hombre performativo".