Es noticia
Pregúntenle al universo. Él les dirá
  1. Cultura
  2. Íncipit
Jaime M. de los Santos

Íncipit

Por

Pregúntenle al universo. Él les dirá

"El teatro es la única forma de resistir a la mentira"

Foto: Carlota Ferrer, 'Preguntando al universo'. (Ana Erdozain)
Carlota Ferrer, 'Preguntando al universo'. (Ana Erdozain)

Cada vez que me pongo a escribir, lo hago junto a una taza enorme de café americano. En la misma mesa. Con la misma vista. A mi izquierda el cielo, el aire, Madrid; dos plátanos de sombra que hoy dibujan sendas y esquemáticas líneas quebradas sobre el asfalto frío. Ni una hoja en su sitio. Al menos viva. En frente, colgando de la pared, 16 ojos que no paran de mirar. De mirarme. Desde sus cajas de arquitecto, iluminados cenitalmente. Luz cálida. Van por parejas, ninguno pertenece a un cíclope, y a pesar de ello son diferentes. Todos. Los 16. Los hay que observan tras unas gafas de pasta negra. Que miran de lado. A través de un tul de seda. Enfajados por un lienzo oscuro, al fondo de una piel marchita. Forman una especie de abarrotado retablo, de camarín laico, de constelación apagada donde cada pupila es una estrella, un vórtice. Una señal inequívoca. Imágenes robadas a un momento. Fijadas por otros ojos. Los de Carmen Calvo, Ricardo Cases, Alberto García Alix y Pablo Pérez Mínguez. Para siempre.

placeholder 'Podría haberse evitado', Ricardo Cases, 2015.
'Podría haberse evitado', Ricardo Cases, 2015.

Nada es para siempre. Lo sé. Ni siquiera ese cielo, hoy pálido, que atraviesa inmisericorde el vidrio. Pero me gusta pensar que esas miradas de piedra no se extinguirán nunca, que seguirán ahí, en su inmediatez lejana. Cuando no estemos. Yo escribo y ellos me exhortan desde el silencio. El suyo. Me recuerdan que, una vez, también estuvieron vivos. En esa misma forma. Con esas mismas ganas. Dos de ellos fuman. Al que fotografió Cases, el humo del cigarrillo le empaña el mirar, la cara. Es un gigante. Querría saber quién se lo dio, con qué lo encendió. Si después de devorarlo paciente, simplemente lo dejó caer. Hasta el suelo. Aun incandescente. Me resulta imposible escapar a su historia inventada, a la de cada uno de ellos. A eso indeleble y onírico. Quieto. Quiero saber. Queremos saber. Alzar certezas que aligeren nuestro yo. Construir verdades.

placeholder 'El triunfo de la muerte', Peter Brueghel, el viejo, 1562-63. Museo del Prado.
'El triunfo de la muerte', Peter Brueghel, el viejo, 1562-63. Museo del Prado.

Eso es el teatro. Una verdad construida frente a la nada. Para vencer a la cada vez más ciega nada. Hacen falta cuerpos que vean, que nos hagan mirar. Que nos liberen de los que se arrancaron los ojos por el vicio de la estupidez; de quienes pretenden que dejemos de ser. Ese es el enemigo y no la libertad. La oscuridad, los “hombres de gris”; que son igual que la muerte. Pero Carlota Ferrer, lo mismo que Federico García Lorca, coloca “cuatro mil bengalas amarillas” para iluminar el mundo. Y canta. Poderosa. Como Tina Turner. Sobre un escenario donde mitiga el miedo, desde el que ofrece esperanza. Es un meteorito, una mártir; un Hermes erguido sobre unas botas con tacón de fuego. Desde su pasado. “Todas las cosas, hasta las más insignificantes, forman parte de la creación”, nos dice. También las moscas. Y nosotros. Ella se inflama, se vuelve bestia, enterrador, niña; para acabar donde todos, frente a un espejo, desnuda. Enamorada del arte, “que nos prepara para la muerte”.

placeholder 'La comedia de maravillas', CNTC. (Sergio Parra)
'La comedia de maravillas', CNTC. (Sergio Parra)

Hay algo de Brueghel en la forma. Como de postrimería. Pero Ferrer conserva la luz. Ella es luz. Y retorna a los orígenes, al instante mismo de la creación. Por videollamada. Y escarba en los porqués de la vida; también en los del teatro. Como Ramón de la Cruz. Ahora es cuando yo debería ponerme a hablar de meta-teatro, de la necesidad de Don Ramón por hablar de sí mismo; que es lo que estoy haciendo yo. De su costumbrismo mágico. De su realidad sublimada. Pero decido levantarme a preparar más café. En cafetera italiana. Y llamo a Darío Facal. “El teatro es la única forma de resistir la mentira”, insiste con su voz de sabio. Una barricada serena. Es necesario plantar cara al olvido, mostrar resistencia. Seguir soñando. Él no ha dejado de hacerlo. Tampoco los personajes de 'La comedia de maravillas'. En su caso, bajo un palio que no es nada, pero se convierte en todo. Frente a un tiempo que no existe. El resto es un paroxismo. Una carrera de galgos. Delicados. Certeros. Una sucesión de recuerdos de lo que tal vez pudo ser. Hay un instante especialmente bello. Cuando nos dejan entrar en su cueva, en un tocador que tiene tanto de Toulouse-Lautrec como de égloga bizarra. Es ahí donde se convierten en cómicos, en actores. Donde sujetan toda la acción. Y es entonces que visten de negro. Como la noche. Como el universo. El mismo al que interroga Carlota. Donde está todo. Pregúntenle. Él les dirá.

*'Preguntando al universo'. Carlota Ferrer y José Manuel Mora.

Corral de Comedias de Alcalá de Henares. 11 y 12 de diciembre.

'La comedia de maravillas'. Don Ramón de la Cruz y Lluïsa Cunillé.

Dirección: Lluís Homar. Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Teatro de la Comedia. Hasta el 14 de febrero.

Cada vez que me pongo a escribir, lo hago junto a una taza enorme de café americano. En la misma mesa. Con la misma vista. A mi izquierda el cielo, el aire, Madrid; dos plátanos de sombra que hoy dibujan sendas y esquemáticas líneas quebradas sobre el asfalto frío. Ni una hoja en su sitio. Al menos viva. En frente, colgando de la pared, 16 ojos que no paran de mirar. De mirarme. Desde sus cajas de arquitecto, iluminados cenitalmente. Luz cálida. Van por parejas, ninguno pertenece a un cíclope, y a pesar de ello son diferentes. Todos. Los 16. Los hay que observan tras unas gafas de pasta negra. Que miran de lado. A través de un tul de seda. Enfajados por un lienzo oscuro, al fondo de una piel marchita. Forman una especie de abarrotado retablo, de camarín laico, de constelación apagada donde cada pupila es una estrella, un vórtice. Una señal inequívoca. Imágenes robadas a un momento. Fijadas por otros ojos. Los de Carmen Calvo, Ricardo Cases, Alberto García Alix y Pablo Pérez Mínguez. Para siempre.

Federico García Lorca