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¿Alguien tiene un Diazepam?
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Jaime M. de los Santos

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¿Alguien tiene un Diazepam?

El hecho de probar ya es mucho; importa. No todo tienen que ser victorias. Ni conquistas. Hay que saberse ver en el yerro, mirarse en la pérdida. Aprender. Para eso sirve el teatro

Foto: 'Cluster'. Una autoficción generacional de La_Compañía exlímite. (Luz Soria)
'Cluster'. Una autoficción generacional de La_Compañía exlímite. (Luz Soria)

Cuando era niño, en mi colegio, los cumpleaños se celebraban con pequeños óbolos hiperglucémicos que se depositaban sobre el pupitre en mitad de un silencio obligado. Yo diría que solemne. Una marcha que llevaba al homenajeado y su bolsa de plástico mesa por mesa. Siempre por la tarde, antes de que la sirena tocara a rebato. Sin espacio para la libertad. Sin distingos. Un acto democrático que se sobreponía a toda rencilla. Sin capacidad de elección ni lugar a la venganza. Muy de los 'Ochenta'. Yo, que nací en agosto, ni una vez peregriné dadivoso por el aula. Tenía vetado el placer de regalar. Me acabaron mirando mal. O regular. O tal vez lo haya inventado y fuera como siempre, normal; y que lo que yo quisiera era que me miraran más. O tampoco. Pero ese soy yo. Esa construcción es mi vida. Tan cierta como yo he querido creer. Tan real como la perciben los demás. Tampoco he celebrado los cuarenta. Supongo que como acto reivindicativo y a la vez terapéutico. Para demostrarme que todo sigue igual. Que todo está bien. Que ya lo estaba. Lo haré a los cuarenta y cuatro. Miro fotos. En todas soplo las velas junto a mis hermanas. Con el pelo más o menos rizado y los ojos muy abiertos; cara de soplar. En una estoy solo y no enseño los dientes. Llevo camiseta amarilla, ese color maldito para el teatro. A Leticia Etala le ocurre lo mismo, que también nació en agosto. Pero ella es actriz, y maravillosa. La debieron elegir mejor los colores.

placeholder D. Chipperfield. Renovación de la 'Neue Nationalgalerie', Berlín. (Simon Menges)
D. Chipperfield. Renovación de la 'Neue Nationalgalerie', Berlín. (Simon Menges)

“Veía teatro y no me sentía tan sola”, me dice. Ahora quien lo hace es ella. Y regresa a su tía abrazada a una cámara, en 'Cluster'. Y a través de ella, a esa vida que fue, que no ha dejado de ser, “porque es la mía”; al pasado. Lo mismo que Alfonsina Storni, aquella mujer frágil se arrojó al mar, “que es el morir”. Su tía. Que la quería solo para ella. Que optó por el silencio oscuro de la sal eterna. Un final abrupto y trágico. “El que ella eligió”. Que se vierte, al fin, en otro océano todavía más profundo, compartido; el texto de Fernando Delgado Hierro. Una escritura por capas. Por momentos intensa, rotunda, transparente. Sutil. Poética. Como un edificio de Mies van der Rohe. Como la 'Neue Nationalgalerie'. Un templo a la belleza, un paralelepípedo de cristal infinito, “al servicio del arte y del espíritu”. Legible y mágico. Erigido sobre un zócalo de piedra. Que oculta y se muestra. Un poco como Leticia, como Ángela, como cada uno de los seres que se sumergen en su naturaleza para intentar explicar la nuestra. Tan parecida. Tan igual.

placeholder Todo el reparto de 'Cluster'. Sobre la mesa, Beatriz Jaén. (Luz Soria)
Todo el reparto de 'Cluster'. Sobre la mesa, Beatriz Jaén. (Luz Soria)

“¿Alguien tiene un Diazepam?”, grita Ángela Boix excitada. Quiere olvidar la guerra, su guerra. La que le corre por dentro; a ella y a todos. “¿Alguien tiene un Diazepam?”, insiste; para que se convierta en sordina, en antídoto, en remedio, en abrazo. Eso quiere. Volar, huir, anochecer cansada; para dormirse pronto. Y que la quieran. No se entiende. Y lucha. Contra sí misma, contra un mañana que ha llegado antes de lo que nunca imaginó. Distinto. Este hoy acuciante, su hoy. Atravesado por la permanente duda, por el miedo endémico. “¿Alguien tiene un Diazepam?”. Y excava “un túnel bajo la arena”, un camino. Y abre una ventana. O lo intenta. El hecho de probar ya es mucho; importa. No todo tienen que ser victorias. Ni conquistas. Hay que saberse ver en el yerro, mirarse en la pérdida. Aprender. Para eso sirve el teatro. Que debe ser “auténtico, visceral, (…) para que se sepa la verdad de las sepulturas”, escribió García Lorca. Eso es 'Cluster'; realismo puro, casi una carnicería. Para Juan Ceacero, su director, “un friso generacional, un sentir compartido. Una necesidad”.

placeholder 'Pintura de mayo', Paul Klee, 1925. (The Metropolitan Museum of Art)
'Pintura de mayo', Paul Klee, 1925. (The Metropolitan Museum of Art)

Mercedes Sosa le cantó a Alfonsina; la escuchaba en casa de mis padres. Y en el coche. En una casete. “Qué dolores viejos calló tu voz”, susurraba. El pasado como un eco, como un soporte invisible del mañana que aún no existe. Igual que los ocho pilares que se esconden en la mole 'post-bauhausiana' de Berlín, sobre los que se apoya. Invisibles. Ocho también son los actores que se desvelan sobre las tablas. Cada uno con su eternidad interrumpida, con su violencia particular. Con sus sueños y sus ruegos. Todo pasa con una naturalidad pírrica. No hay vencidos; pero sí batalla. Que no acaba, que se extiende. E hipérboles. Y amor. Dado, recibido, anhelado, idealizado, ausente, olvidado, apagado, encendido. Una composición preciosista, justa. Como esos cuadros de Paul Klee donde cada color ocupa su lugar y encaja desde la diferencia con el que le precede. Atreviéndose a compartir una misma cuadrícula, un mismo mundo. En paz. Hay un momento en el que todos, a la vez, miran a un infinito inventado, agarrándose a las caderas. Quieren ser como Ángel Perabá. Y se hace el silencio. Casi todos los horizontes son inventados. Si se alcanzan se acaban volviendo paisaje. Y se apagan. Somos eso; lo que fuimos, lo que quisieron que fuéramos, lo que queríamos ser. En lo que queremos convertirnos. Nada más. Ni menos.

*'Cluster'. De La_Compañía exlímite.

Dirección: Juan Ceacero. Texto original: Fernando Delgado Hierro.

Naves del Matadero. Hasta el 13 de junio.

Cuando era niño, en mi colegio, los cumpleaños se celebraban con pequeños óbolos hiperglucémicos que se depositaban sobre el pupitre en mitad de un silencio obligado. Yo diría que solemne. Una marcha que llevaba al homenajeado y su bolsa de plástico mesa por mesa. Siempre por la tarde, antes de que la sirena tocara a rebato. Sin espacio para la libertad. Sin distingos. Un acto democrático que se sobreponía a toda rencilla. Sin capacidad de elección ni lugar a la venganza. Muy de los 'Ochenta'. Yo, que nací en agosto, ni una vez peregriné dadivoso por el aula. Tenía vetado el placer de regalar. Me acabaron mirando mal. O regular. O tal vez lo haya inventado y fuera como siempre, normal; y que lo que yo quisiera era que me miraran más. O tampoco. Pero ese soy yo. Esa construcción es mi vida. Tan cierta como yo he querido creer. Tan real como la perciben los demás. Tampoco he celebrado los cuarenta. Supongo que como acto reivindicativo y a la vez terapéutico. Para demostrarme que todo sigue igual. Que todo está bien. Que ya lo estaba. Lo haré a los cuarenta y cuatro. Miro fotos. En todas soplo las velas junto a mis hermanas. Con el pelo más o menos rizado y los ojos muy abiertos; cara de soplar. En una estoy solo y no enseño los dientes. Llevo camiseta amarilla, ese color maldito para el teatro. A Leticia Etala le ocurre lo mismo, que también nació en agosto. Pero ella es actriz, y maravillosa. La debieron elegir mejor los colores.

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