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España inventa el zombi llorica
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Noel Ceballos

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España inventa el zombi llorica

La española Extinction es un buen ejemplo de una nueva manera de comprender el cine de no-muertos, que ya ha dejado de ser sinónimo de terror

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¿Tiene sentido otra película de zombis patrios cuando ni siquiera hace un año de la última [rec]?

Los de Extinction son muy distintos. Si la saga [rec] potenciaba el carácter esencialmente ibérico de sus infectados (en la segunda entrega, por ejemplo, una señora zombi fríe un huevo mientras escucha copla en la radio), aquí nos encontramos con una de esas producciones de género que, como Mindscape (Jorge Dorado, 2013) o Retornados (Manuel Carballo, 2013), tienen como objetivo el mercado internacional. La única gran presencia española delante de las cámaras es Clara Lago, y no aparece hasta bien avanzada la acción.

Porque esta es la película de Jack de Perdidos, ¿verdad?

Matthew Fox es fácilmente lo mejor de ella, sí. Quizá porque él mismo se ve reflejado en su personaje: un descastado, alguien a quien el mundo (en su caso, el del espectáculo) parece haber dejado atrás. La novela en la que se basó el director Miguel Ángel VivasY pese a todo..., de Juan de Dios Garduño— tiene claras reminiscencias del Soy leyenda de Richard Matheson, todo un clásico en el género. La película también, pero ciertos detalles en el personaje de Fox (su perro, sus interacciones con el equipo de radio) recuerdan más a su última adaptación al cine, la protagonizada por Will Smith. Que, con el tiempo, demostró ser un punto de giro para el zombi cinematográfico.

¿En qué sentido?

Bueno, para empezar fue el primer blockbuster familiar con zombis. Antes hubo otras producciones que pusieron muchos millones en sus putrefactas manos, pero esta era la primera película postapocalíptica con horribles infectados por un virus que aspiraba a ser un entretenimiento para todas las edades. Sin ella no existiría Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), que convirtió un escenario clásico de cine de terror con mensaje social en una comedia bienhumorada. O Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013), que cogió la falsa historia oral de Max Brooks y la transformó en una aventura alrededor del mundo con Brad Pitt. O la serie The Walking Dead, por supuesto.

Esta sigue siendo el patrón oro en lo que se refiere al zombi contemporáneo, ¿verdad?

Muy probablemente, porque ejemplifica como ninguna una teoría del crítico británico Kim Newman. Para él, el apocalipsis zombi ha dejado de ser un subgénero del horror y se ha convertido en un paisaje (como también podrían serlo el espacio exterior o el musical) al que diferentes autores recurren para contar todo tipo de historias. Pueden ser comedias románticas, épicas de acción o incluso telerrealidad, pero lo más común ahora mismo es usar muertos vivientes para hacer drama intimista. Eso es The Walking Dead, en el fondo, y eso es también Extinction. Durante su mayor parte, la película de Vivas narra la herida abierta entre dos hombres con más pasado que futuro y una niña que representa lo único en lo que ambos aún creen. Es un drama familiar... pero con criaturas pavorosas al fondo.

¿A esto hemos llegado? ¿Los zombis también lloran?

Oh, más te vale creerlo. Dentro de poco nos llegará la próxima película de Arnold Schwarzenegger, Maggie.

¿¿Arnie contra los zombis?? ¡Ajá! Esta no va a ser un drama intimista, ¿eh?

Lo cierto es que sí. El actor se aparta de su arquetipo para interpretar a un padre que, con el corazón en un puño, decide ocultarle al mundo que su hija adolescente ha sido infectada por un virus que convierte a la gente en caníbales infernales. Maggie es, por tanto, la crónica del lento proceso de deterioro de una relación paternofilial. Sólo que, en lugar de irse a la universidad e independizarse, aquí su pequeña empieza a comerse caras de otras personas.

¿Los zombis siempre han sido una metáfora para hablar de otras cosas?

Por supuesto, ya en su mismísimo origen. Desde clásicos en blanco y negro que los usaban para meter el dedo en la yaga con el tema de la esclavitud hasta La noche de los muertos vivientes (1968), en la que George A. Romero rodó un auténtico testimonio de su época: Vietnam, la batalla por los derechos civiles y la prisión de Attica se pueden palpar en cada una de sus violentas imágenes. También han servido como material perfecto para la sátira consumista, e incluso nos han hecho reflexionar sobre la era de la hipervisibilidad y el culto al yo con todas esas películas de metraje encontrado, pero ahora la tendencia es mirar hacia el interior. Hablar de sentimientos en carne viva, y nunca mejor dicho.

El zombi emocional.

El zombi emocional. Una secuencia de Extinction muestra a Matthew Fox llegando a su casa dolido: antes de entrar, se fija en la criatura que tiene secuestrada en su porche. Entre ambos hay un pequeño, casi imperceptible momento de complicidad. Se miran a los ojos y se entienden. Eso es el zombi circa 2015.

¿Tiene sentido otra película de zombis patrios cuando ni siquiera hace un año de la última [rec]?

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