Mala Fama
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Cuatro libros geniales, extraños y muy cortos para leer en una semana
Varios libros de publicación reciente exploran las posibilidades del relato literario y son capaces aún de sorprendernos y de dar nuevos bríos al arte de contar historias
A usted le invitan a una fiesta en casa de un amigo y va siempre. Si le invitan a una fiesta en casa de alguien que no conoce, se lo piensa un poco. ¿Habrá personas o bebidas amigables?, ¿me sentiré cómodo? Para el lector común, el 'bestseller' es el minibar del amigo, y el libro experimental, una fiesta en la periferia. A ver cómo vuelvo luego.
El caso es que varios libros imposibles, delirantes, muy de no saber cómo cogerlos, se han alineado sobre mi mesa y me han entusiasmado. Uno ya no pensaba que se podían leer cuatro libros en una semana —son cortitos— y que la vida, así y todo, mereciera la pena.
'No me acuerdo'
Casi todas las grandes ideas son muy sencillas. Joe Brainard escribió uno de los libros más encantadores del siglo XX tirando de esta ocurrencia: engranar desordenadamente recuerdos y plasmarlos en el papel con el pie "Me acuerdo de". Georges Perec le copió la idea enseguida. Numerosas novelas incluyen pasajes en los que el autor se deja cautivar por el mantra “me acuerdo de”, y con él escribe cinco o 10 páginas. A este híbrido entre homenaje y plagio se le llama posmodernidad.
Pues bien, a nadie se le había ocurrido homenajear/plagiar a Brainard añadiendo una partícula negativa a su mecanismo de evocación. Ha sido Yago Ferreiro, poeta la mayor parte de las veces, desde León, el que nos ha abierto un nuevo sendero. 'No me acuerdo' (Mr. Griffin) es su librito (55 páginas). Es una pena que sea tan corto porque la idea es de largo alcance. Supone buscar en la propia memoria las zonas de sombra, aquello que uno no recuerda, no quiere recordar, no puede rememorar o no desea reconocer. Con la herramienta “no me acuerdo”, solo pueden salir libros escandalosos, muy pecadores. No en vano, el 'No me acuerdo' de Yago Ferreiro es todo bajezas y descortesías, nostalgia y bicicletas. No hace falta que lo lean, escritores del mundo, pero plágienlo mucho. Se lo merece.
'Las moradas'
Otro libro que me ha descolocado con sus genuinos planteamientos ha sido 'Las moradas' (Periférica), de Nicolás Cabral (Argentina, 1975). Eso tiene mucho más mérito si aclaramos enseguida que se trata de un libro de cuentos.
El cuento en España es de una pobreza bipartidista: o imitas a Carver o imitas a Cortázar. No hay más
Cabral presenta nueve relatos que solo tienen en común atacar, como en el fútbol, el espacio. Por lo demás, el autor ha querido que cada cuento opere según sus propias reglas, de modo que hay cuentos escritos con frases muy breves, otros encomendados a la frase larguísima, alguno con la sintaxis troceada en la misma página; uno con forma de diario y otro con forma de lista, etc.
El cuento en España es de una pobreza bipartidista: o imitas a Carver o imitas a Cortázar. No hay más. Una vez que el cuentista detecta a quién imita mejor, lo imita muchas veces y a eso se lo llama libro de cuentos.
Nicolás Cabral ha escrito uno de los mejores libros de narrativa breve en español en lo que va de siglo. Esto lo está diciendo solo un humilde lector, pero ya da credibilidad que uno se sienta animado a decirlo.
Relatos como 'Un cubo', 'Superficies' o 'Cuaderno' son piezas perfectas, estimulantes, con Beckett de fondo y un cierto humor refrigerado quemándote las manos.
Drogas e instalaciones
También amparado en Beckett llega 'Nog' (Underwood), de Rudolph Wurlitzer. Hay que reconocer que la narrativa no estelar estadounidense da de comer a decenas de catálogos en nuestro país. Resulta avasallador el número de grandes escritores del siglo XX nacidos en Ohio o Maine que puedes publicar en España por primera vez, a nada que sepas que existen.
'Nog' nos llega desde 1968, y es un libro que, si no está escrito hasta las cejas de LSD, está escrito hasta las amígdalas de peyote. Miren qué frase: “Lo que tendría que haber hecho era deshacerme del pulpo, lo que había estado intentando hacer era deshacerme del pulpo, lo que en este preciso instante estoy empezando a recordar es que, de hecho, me deshice del pulpo”.
Es todo muy 'hippie', y con pulpo.
Otra frase: “Un viento adverso bastaría, bastaba, bastó, fue bastante”.
La encontramos en 'Ardillas de Pavlov' (Adriana Hidalgo), de Laura Erber. Es una novela que uno ya ha visto muchas veces, pero no por eso la ha disfrutado menos. A saber: fotos, digresiones, intertextualidad y arte conceptual. La novela está ambientada en Rumanía y sigue los pasos de un artista experimental por media Europa. Incluye pasajes tan hipnóticos como la historia de todas las agresiones que ha sufrido la sirenita de Copenhague, y hasta una soflama contra el arte clientelar: “Olviden los concursos, las residencias, las conferencias, las cenas con coleccionistas, con millonarios, olviden la amistad de los críticos, los contactos con editores, con periodistas de turno, con contactos de contactos de directores de museo...”.
Estos libros nunca serán 'bestsellers', solo faltaría que fueran 'bestsellers', no me gustaría nada que fueran 'bestsellers'. Son exactamente lo opuesto a un 'bestseller'. Corren el riesgo de fracasar.
A usted le invitan a una fiesta en casa de un amigo y va siempre. Si le invitan a una fiesta en casa de alguien que no conoce, se lo piensa un poco. ¿Habrá personas o bebidas amigables?, ¿me sentiré cómodo? Para el lector común, el 'bestseller' es el minibar del amigo, y el libro experimental, una fiesta en la periferia. A ver cómo vuelvo luego.