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El tamaño no importa: tres novelas cortas para leer en un suspiro que te harán feliz
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Alberto Olmos

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El tamaño no importa: tres novelas cortas para leer en un suspiro que te harán feliz

Una novela corta siempre consigue su objetivo: ser leída. Si además la firman Mario Bellatin, Emmanuel Bove o Erri de Luca, la lectura es obligatoria

Foto: Erri de Luca. (Reuters)
Erri de Luca. (Reuters)

No sé si se han preguntado alguna vez por qué los best sellers son tan largos. Yo se lo digo: dinero. Un libro gordo cuesta más y, por tanto, genera más beneficios. Cuando un escritor de best sellers se pone a teclear, se pone, en rigor, a contar dinero. ¿Que el lector se va a saltar todas esas soporíferas descripciones que pongo de edificios y salones? Pues que se las salte: el gilipollas ya las ha pagado, ¿qué me importa si las lee?

Se me ocurre ahora que un buen escritor es el que intenta que todas las páginas de su libro sean la mejor página de su libro; cada frase -dentro de su propia función-, imprescindible; y, obviamente, cada nuevo libro mejor que el anterior. Un buen escritor debería ponerse a llorar cuando le dices que te has saltado las páginas 23 a 34 de su novela, y luego correr a leerse las páginas 23 a 34 de su novela y seguir llorando si tienes razón.

Foto: Las firmas de la Feria del Libro o del Día del Libro son un medidor de quién es ídolo de la literatura y quién no (Foto: Efe)

Una novela corta reduce las posibilidades de que el lector se salte páginas. Yo, por eso de no hacer llorar a los escritores, muchas veces solo leo novelas cortas.

Autores desconocidos

Me salió al paso en la biblioteca la novela 'Armand' (Hermida Editores), de Emmanuel Bove, de apenas cien páginas. La tomé en préstamo, la leí y proclamé que Bove era un genio. Luego vi que eso ya lo sabía todo el mundo y me sumí en la contradicción conocida: ¿no es deprimente descubrir a un gran autor después de décadas leyendo sin parar?, y: ¿no es una maravilla que aún queden, después de décadas leyendo sin parar, grandes autores por descubrir?

placeholder 'Armand'
'Armand'

Bove ya nos lo vendía Vila-Matas desde la cubierta (en Anagrama) de su novela 'Doctor Pasavento'. En ella salía el autor francés haciendo crecer a su hija sobre una silla. Seguramente su nombre cayó de mala manera en ese limbo llamado “tengo que leer a”, pues nunca lo leí.

Armand trata de un hombre que se reencuentra con un amigo, lo invita a cenar a casa con su mujer y luego se enamora de su hermana. Ya está. Enseguida me compré 'Mis amigos' (Pre-textos) y di cuenta de ella. Va: de un hombre que no consigue tener amigos. Ya está.

La prosa de Bove puede definirse como un cruce entre Ramón Gómez de la Serna y Nijinsky, si acaso no estaban ya cruzados. Abunda en detalles tan innecesarios que se vuelven lo más bonito de la página, greguerías memorables. La frase corta, además, es tan imprevisible que, como en los diarios del bailarín ruso, se encadenan como escritas por personas que ni se conocen ni han leído lo que pone antes. Es brutal.

La prosa de Bove puede definirse como un cruce entre Ramón Gómez de la Serna y Nijinsky, si acaso no estaban ya cruzados

Fíjense qué psicosis: “Era pronto para ir a casa de Billard. No me gusta sorprender a la gente, pues se imaginan que a uno le interesa saber lo que comen” (Mis amigos). O: “en un restaurante (…), porque me gusta notar cerca a una autoridad, me senté cerca de la caja.” ('Armand')

Por no hablar de esta epifanía política: “Eché a andar por la calle en cuesta. Había unos niños jugando a la pelota, los pequeños, más bajos, arriba, y los mayores, más altos, abajo, para tener las mismas oportunidades.” ('Armand')

Erri de Luca y Bellatin

Otro al que no había leído -pero que me daba igual no haber leído, la verdad- era Erri de Luca. Tomé prestado de la biblioteca las ochenta páginas de 'Historia de Irene' (Seix Barral).

placeholder 'Historia de Irene'
'Historia de Irene'

Pues Erri de Luca es como un Eduardo Galeano sin criada, un poco menos cursi y mucho más localista: parece que ser de Nápoles no se le olvida nunca. También puede definírsele como un Cesare Pavese al que le gusta la pizza con piña. ¡Por poder!

'Historia de Irene' va de una muchacha embarazada que vive en una isla griega y con la que nadie habla, salvo el narrador. Dice: “A mí me pagan un derecho de autor por las historias que escribo, y a Grecia, que ha esparcido por el mundo su vocabulario, ni siquiera las gracias”.

En las solapas de la novela no se aclaran si Erri de Luca es el mejor escritor del mundo o sólo de Nápoles, pues cada blurb parece buscar algún tipo de plusmarca hagiográfica. El caso es que 'Historia de Irene' se lee con gusto.

También poco más de cien páginas tiene el último libro de Mario Bellatin, autor al que tengo más fatigado. Se titula: 'Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver '(Alfaguara).

placeholder 'Carta sobre los ciegos'
'Carta sobre los ciegos'

Bellatin es un autor que les puede molestar. Por ejemplo si les digo que el título de su libro es idéntico al de uno de Diderot. Por ahí ya intuyen que este libro tiene muchas ambigüedades y “niveles de lectura”, y para humillar a la gente ya está Masterchef.

Lo último de Bellatin trata de dos hermanos ciegos y mudos encerrados en un pabellón psiquiátrico mientras un escritor les imparte un taller de creación literaria. “Nos informa que le parece superada la idea clásica acerca de los géneros literarios”.

¿Es una metáfora sobre el oficio de narrador? ¿Una distopía intelectual? ¿Una performance?

Como son sólo 100 páginas, yo les reto a que se salten una.

No sé si se han preguntado alguna vez por qué los best sellers son tan largos. Yo se lo digo: dinero. Un libro gordo cuesta más y, por tanto, genera más beneficios. Cuando un escritor de best sellers se pone a teclear, se pone, en rigor, a contar dinero. ¿Que el lector se va a saltar todas esas soporíferas descripciones que pongo de edificios y salones? Pues que se las salte: el gilipollas ya las ha pagado, ¿qué me importa si las lee?

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