Mala Fama
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Miserias del pensamiento perfumado: así hace el ridículo el ensayo actual
Hoy el ensayo sesudo oscila entre la impenetrabilidad y el sonrojo, como demuestra Entre-lugares de la Modernidad', de Olalla Castro Hernández, libro por momentos ilegible
De vez en cuando me da por leer perfumes. A lo mejor la frase les parece bonita, pero es terriblemente literal. Ya advirtió Jean Luc Godard en 'Histoire(s) del cinéma' que la producción cinematográfica era una rama de la industria cosmética, de modo que esta otra revelación no debería sorprendernos: el pensamiento es a su vez un producto de perfumería, sólo que con menos pegada navideña.
Como los perfumes, que no lo sé, el pensamiento perfumado se inventó en Francia, y sobre él tiene una novela muy divertida Laurent Binet: 'La séptima función del lenguaje' (Seix Barral). La conocida como French Theory establece que todo puede decirse de una manera aún más complicada, con otro pellizco de pachulí y otro prefijo. Jacques Derrida, Michel Foucault o Pierre Bourdieu son los perfumistas maestros, y gracias a ellos se nos vino encima todo lo demás.
Hipercúbico
Todo lo demás es el pensar contemporáneo, que ya no puede hacerse en este mundo nuestro sin citar a un francés. El pensamiento se ha vuelto hipercúbico, o sea, monstruoso. Las palabras se revelaron todas insuficientes, y por eso utilizamos a muchos franceses, pues ellos inventaron palabras nuevas y dimensiones desconocidas. El monstruo surge cuando el pensar abandona lo real y se vuelve pensar sobre el pensar, que obviamente también puede ser pensar sobre el pensar de lo pensado, y así hasta el infinito, que es hacia donde propenden los perfumes.
Un ejemplo lo encontramos en 'Entre-lugares de la Modernidad' (Siglo XXI), de Olalla Castro Hernández, que yo lo calificaría como autoayuda para marxistas. Ya en 'La verdadera vida' (Malpaso), Alain Badiou dejaba entrever que el marxista de hoy está necesitado de cariño. “A expensas de la máquina del poder del capital, completamente desarticulados e incapaces de oponer resistencia alguna a la oligarquía económica y política que nos gobierna...”, leemos en Castro Hernández, verdaderamente acongojados. Y también: “estamos siendo engullidos por el lobo neoliberal”, “necesitamos un pensamiento vanguardista, transformador, crítico”, “nos están arrinconando desde todos los puntos y la resistencia ha de llevarse a cabo en las calles y en los textos con la misma intensidad...”
Jopé.
Todo lo cual será muy cierto, pero yo creo que no obligaba a la autora a atizarnos pasajes como este: “Tal como analiza Iris Zavala en 'La posmodernidad' y Mijail Bajtín, el dialogismo bajtiniano se sitúa en el centro de la problemática epistemológica que se plantea con la crisis de la Modernidad, por cuanto traslada al interior del lenguaje la cuestión del sujeto escindido, o, mejor, por cuento muestra hasta qué punto ese descentramiento del sujeto proviene de la “ruptura de lo unívoco, lo unidimensional y el monoestilismo” que la dialogía representa.”
Y ahora vete tú a comprar el pan.
Tics
Una cosa que me flipa de estos libros es su riguroso cumplimiento de una serie de tics intelectuales sin los que debe de ser muy difícil publicar ensayo. El primero de ellos es, obviamente, la prefijación. El libro podría haberse titulado 'El lobo liberal', que suena estupendamente y además lo entienden todos los niños, pero ¿cómo prescindir de un prefijo?
Una cosa que me flipa de estos libros es su riguroso cumplimiento de unos tics intelectuales sin los que debe de ser muy difícil publicar ensayo
El concepto entre-lugar, además, viene de otro pensador, que se llama Homi Bhabha. También se cita en este ensayo a Arjun Appadurai o Ulrich Beck. Yo creo que un marxista de verdad debería preguntarse de vez en cuando qué piensa Pedro Pérez o María García de todo esto, pero en el pensamiento contemporáneo no tienes nada que decir si te apellidas Pérez o García. Es una norma muy importante que estableció la French Theory desde el principio: el perfume huele a su propio nombre.
Por eso en el libro encontramos incontables expresiones aromáticas como “en el sentido derridiado” o “foucaultiano” que, si las piensas un poco, descubres que no significan nada. ¿Qué quiere decir foucaultiano, a fin de cuentas? ¿Qué parte de Foucault estamos invocando cuando decimos de algo que es foucaltiano, su calva, este libro, aquel libro, esta entrevista, este juguete sexual? Seguramente comprar el pan también es foucaultiano, amigos.
Gotas de perfume
¿Por qué lee uno este tipo de libros? Bueno, a todos nos gustan los perfumes y si uno es capaz de no tragarse el bote entero y llevarse puestas sólo algunas gotas, entonces merece la pena. Dos gotas preciosas encontré en el libro de Castro Hernández, la verdad.
Miren esta cita sin franceses ni prefijos de José Manuel Cuesta Abad: “Decir yo es ordenarse a uno mismo en el lenguaje, enajenarse en él o ensimismarse en él. Antes del yo, nada soy para la comprensión; después de él, tampoco. El yo es un texto: todo lo que se puede hacer es introducirse en él, penetrarlo de signos y permanecer contemplando un exterior que se pretende interior.”
O esta otra, que obviamente entenderán hasta los infantes, de Rafael Sánchez Ferlosio: “El niño que osó decir: 'El emperador está desnudo', ¡ay!, acaso también estaba pagado por el propio emperador.”
De vez en cuando me da por leer perfumes. A lo mejor la frase les parece bonita, pero es terriblemente literal. Ya advirtió Jean Luc Godard en 'Histoire(s) del cinéma' que la producción cinematográfica era una rama de la industria cosmética, de modo que esta otra revelación no debería sorprendernos: el pensamiento es a su vez un producto de perfumería, sólo que con menos pegada navideña.
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