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La dulce ciencia de dar guantazos: ¿el mejor libro de deportes de todos los tiempos?
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Alberto Olmos

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La dulce ciencia de dar guantazos: ¿el mejor libro de deportes de todos los tiempos?

Reúne las crónicas que AJ Liebling publicó en la época dorada del boxeo en Estados Unidos, pero se lee como una extraordinaria antología de relatos

Foto: Muhammad Ali.
Muhammad Ali.

José Luis Garci pedía disculpas por ser aficionado al boxeo. El diario 'El País' incluye en su libro de estilo una renuncia a informar sobre este deporte. Ray Loriga se puso su nombre en honor al púgil Sugar Ray Robinson. 'Million Dollar Baby' es una gran película. 'Toro salvaje' también. Eso es todo lo que yo sé sobre boxeo.

Hace cuatro o cinco años, algunos amigos se engancharon a los combates del filipino Pacquiao. Fue más o menos un segundo antes o después de que se engancharan a las apuestas deportivas 'online'. El boxeo ha cambiado mucho, pero siempre fue la misma cosa: un disparate. Poner a dos tipos a darse puñetazos hasta que uno de los dos caiga al suelo o se acabe el tiempo establecido y el ábaco de un juez diga quién dio más veces más fuerte me parece una exhibición de sadismo innecesaria. También es verdad que otro amigo mío considera infame tirar a una piscina a varias personas sin piernas y ver quién llega antes al otro lado, lo que tranquilamente incluimos dentro de los deportes paralímpicos. A fin de cuentas, ¿qué es el deporte?

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placeholder 'La dulce ciencia'. (Capitán Swing)
'La dulce ciencia'. (Capitán Swing)

Así que un libro sobre boxeo me interesaba tanto como uno que hubiera ganado el premio Planeta u otro en cuya portada apareciera un paraguas bajo la lluvia. 'La dulce ciencia' (Capitán Swing) me llegó por correo, y solo el hecho de que soy muy buena persona me hizo dedicarle 20 segundos de mi tiempo. Los cinco primeros segundos se me fueron leyendo el reclamo que aparece en la contraportada: “Sin duda, el mejor libro de deportes de todos los tiempos”. Este moderado elogio hay que incluirlo en la cuenta de afirmaciones alegres y absurdas de la revista 'Sport Illustrated', que imagino abundante. Cabe preguntarse si en 'Sport Illustrated' han leído algún libro más en toda su vida. Si hubieran leído —entre toda la plantilla— más de 100 libros, se darían cuenta de que ningún libro puede ser 'el mejor'.

Los 15 segundos restantes los dediqué a hojear el libro. Como ahora llevo ya toda una semana leyéndolo, es curioso que vaya a dejar un momento de escribir esta pieza para mirar en la portada cómo se llama el autor.

AJ Liebling se llama.

Chandler o Cheever

La cantidad de grandes autores estadounidenses del siglo XX es tan apabullante que ya no tiene uno ni ganas de aprenderse sus nombres. Quizá para eso existe el canon, para olvidar a todo el mundo menos a William Faulkner.

Capitán Swing nos ha traído al idioma castellano un libro de hace 70 años que ya era bueno hace 70 años, hace 40 y hace 20; y que lo será dentro de 100. Hay demasiados libros buenos y por eso ninguno puede ser el mejor.

Capitán Swing nos ha traído al idioma castellano un libro de hace 70 años que ya era bueno hace 70 años

AJ Liebling iba para púgil pero se quedó en narrador de combates. Su ídolo en esta lid tan específica es un tal Egan, cronista del boxeo inglés del siglo XIX. Liebling acude a los combates del Madison Square Garden y de otros foros menos luminosos de la ciudad de Nueva York de los años cincuenta, y luego cuenta cómo fue y cómo volvió a casa, cómo era el público, mientras que la pelea misma la resume en apenas dos párrafos.

Leyendo algunas de sus crónicas me he acordado de las novelas de Raymond Chandler. Los textos de Liebling parecen novelas negras al revés. Resulta que este reportero minucioso gusta de entrevistar a los púgiles, a sus mánagers, a sus amigos días antes del combate, para ver cómo va la cosa. Se mueve por toda la ciudad para hacer estas pesquisas. Parece que investigara un crimen que va a cometerse, de hecho, después.

También exhibe nuestro autor el poso burgués de los relatos de John Cheever, esa melancolía alcohólica y nocherniega del hombre que ya ha conseguido pagarse el televisor. Hay frases fabulosas por todas partes, recursos de gran narrador, así como historias pequeñas de hombres sin fortuna que lo apuestan todo a machacar sobre el cuadrilátero a otro hombre sin fortuna, habitualmente de raza negra también.

El boxeador 'tieso'

De hecho, el mejor boxeador es el que tiene —literalmente— hambre. El boxeador 'tieso'. “Hay que buscar a estos boxeadores jóvenes y tiesos”. “Uno de esos jóvenes inflexibles y de pinta decidida que dan la impresión de saber pegar porque obviamente no saben hacer nada más”.

La vida del púgil —a quién le extraña— se vuelve más penosa con el paso del tiempo: “Es duro estar interesado por tu propia sombra durante 20 años”. La suerte, por tanto, es un factor fundamental: “En el desarrollo de un artista, un elemento esencial es la dosificación correcta de las calamidades”.

Aquella época se fue al traste: la televisión dejó sin dinero a los clubes de boxeo y concentró toda la atención en los combates estelares

La época de Liebling se fue al traste por culpa de la televisión, que dejó sin dinero a los clubes de boxeo y concentró toda la atención en los combates estelares. Muchos boxeadores principiantes compaginaban el boxeo con trabajos en carnicerías o almacenes, pues la venta de entradas cayó cuando se hizo frecuente el boxeo en la televisión. “A juzgar por la incapacidad a la hora de promocionar las entradas el día del combate, el estadio debía de estar gestionado por editores literarios”.

'La dulce ciencia' es un emocionante fresco social del Nueva York de los años cincuenta, tan cínico y preciso, tan vívido, que me ha llevado a pensar si una de las funciones de la literatura no será esta: otorgar respeto.

Es lo que uno siente al repasar de la mano de Liebling las vidas miserables y amoratadas de tantos púgiles perdidos.

Respeto.

José Luis Garci pedía disculpas por ser aficionado al boxeo. El diario 'El País' incluye en su libro de estilo una renuncia a informar sobre este deporte. Ray Loriga se puso su nombre en honor al púgil Sugar Ray Robinson. 'Million Dollar Baby' es una gran película. 'Toro salvaje' también. Eso es todo lo que yo sé sobre boxeo.

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