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Los cristianos se equivocan, pero todos los demás son unos pelmazos
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Alberto Olmos

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Los cristianos se equivocan, pero todos los demás son unos pelmazos

Se cumplen 120 años del nacimiento de un autor cuya obra no fantástica sigue viva en España gracias a los cristianos: CS Lewis

Foto: 'El triunfo del cristianismo sobre el paganismo'. (Gustave Doré, 1899)
'El triunfo del cristianismo sobre el paganismo'. (Gustave Doré, 1899)

En este artículo llegamos a Dios a través del alcohol. Me puse a releer la nueva edición que Capitán Swing ha hecho de 'Esa visible oscuridad', el librito donde William Styron contaba cómo se deprimió gravemente, y cómo salió del hoyo. No iba mal la relectura -estilo atildado, cierto glamour literario- hasta que Styron confesó el momento justo en el que se deprimió: cuando dejó de beber. Y yo le dejé de leer.

Llámenme nazi. Incluso algo peor: abstemio. Pero lo cierto y certificado es que no soporto que los escritores se pongan a hablar del alcohol. La cantidad de escritores que encuentran interesante contarnos todo lo que beben es directamente proporcional a la cantidad de escritores que ni siquiera beben todo lo que dicen. Escribir “bebo mucho” o “dejé de beber mucho” les conecta -y hasta emparenta en sus mentes graduadas- con los grandes escritores históricos que supuestamente también desahuciaban botellas con alegría, como si no hubiera camioneros borrachos, fontaneros alcohólicos y tú mismo leyéndome con una cerveza en cada mano. Si bebes, no conduzcas, vale; pero tampoco presumas.

Foto: Yung Beef, durante su actuación en el Festival Sónar 2017. (EFE) Opinión

¿Dónde está aquí Dios? Bien, pues acababa de ver la película 'Una educación', de Lone Scherfig, y en ella nombraban a CS Lewis. Releer su librito asimismo confesional 'Una pena en observación' (Anagrama) se volvió para mí entonces como para ustedes repetir copa ayer por la noche. Fui a la biblioteca y me volví con cuatro libros, como cuatro copazos, de CS Lewis.

Más allá de Narnia

Se cumplen 120 años del nacimiento de CS Lewis, autor bastante traficado gracias a sus libros de fantasía, principalmente 'Las crónicas de Narnia'. Como ya me he metido con los alcohólicos, asuman que no voy a enemistarme también con los acérrimos a la literatura fantástica. La belicosidad tiene un límite.

placeholder 'Cartas del diablo a su sobrino'. (Rialp)
'Cartas del diablo a su sobrino'. (Rialp)

Empecé por 'Cartas del diablo a su sobrino' (Rialp), y enseguida, por la delicada inteligencia de la propuesta, y su condición esquinada, espiritualmente, en nuestro ateo tiempo tuitero, pensé en el titular de esta columna: ¡reediten a CS Lewis! Los ejemplares que manejaba tenían más de veinte años, así que sospeché que sus títulos más allá de Narnia no estaban disponibles. Yo vivo para que ustedes lean libros que no saben que quieren leer, no sé si se dan cuenta.

Pero cuál fue mi congoja y mi desazón cuando comprobé que un nutrido grupo de lectores refractarios a las modas y a mis propios artículos había seguido leyendo estos libros luminosos de CS Lewis. ¿Qué lectores eran esos? Los cristianos.

Sí, buscar en google CS Lewis o directamente 'Cartas del diablo a su sobrino' me llevó a un mundo de webs inauditas como coalicionporelevangelio.com, jovenescatolicos.es o jesustebusca.com.ar. Esta gente no había esperado a que yo les dijera lo que tenían que leer: se lo dice Dios mismo.

El diablo

Las tan -a la postre- leídas 'Cartas del diablo' proponen una evangelización inversa, mediante el artero método de mostrar lo que el diablo hace para que nos condenemos. “La fórmula es un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente”, confiesa el Maligno, porque “casi todos los vicios tienen sus raíces en el futuro”. Así, “el camino más seguro hacia el Infierno es el gradual: la suave ladera, blanda bajo el pie, sin giros bruscos, sin mojones, sin señalizaciones.” O sea, entrar todos los días en Twitter, se me ocurre.

"La fórmula es un ansia creciente de un placer decreciente", confiesa el Maligno: "casi todos los vicios tienen sus raíces en el futuro"

Porque para el diablo la condenación nos llega de vivir como si “ser significara ser compitiendo”, amén de en virtud de esta otra trampa: “mi tiempo es mío”. Hay que evitar que las personas se enteren de que “todo el tiempo es un puro regalo”, pues entonces darían las gracias y se recrearían en el puro arte de desenvolver la vida misma, que no es más que papel de regalo dentro de papel de regalo.

Dolor

Luego me leí 'El problema del dolor' (Rialp), donde CS Lewis tentó (1940) de alguna manera al diablo cuando afirmó que le habían encargado este libro, pero en realidad él no había sentido nunca un dolor insoportable. Veinte años después, su mujer murió de cáncer, lo que le llevó a escribir 'Una pena en observación' (Anagrama, adaptada al cine como 'Tierras de penumbra'). Es decir, primero escribió sobre el dolor y luego, mucho más tarde, escribió el dolor. Es la diferencia entre un ensayista y un escritor, que el escritor es más modesto y, por ello, acierta.

Con todo, aquí se dice esta gran verdad consoladora: “El dolor proporciona una oportunidad para el heroísmo que se aprovecha con asombrosa frecuencia.”

placeholder CS Lewis
CS Lewis

Finalmente me puse con 'Cautivado por la alegría' (Encuentro), su biografía focalizada en cómo dejó de ser ateo para hacerse cristiano y propagandista nº1 de la fe. Como alguna maldad debía yo de cometer, decidí leerme este libro -el más largo de los cuatro que tomé prestados de la biblioteca- sólo por los subrayados de los lectores que me precedieron. ¡Y qué bien subrayaron estos píos usuarios del servicio municipal de bibliotecas!

“Creo que nada es tan asombroso en la vida de un hombre como el descubrimiento de que hay gente muy, muy parecida a él”, subrayó uno.

“La vida produce tanto hábito como la cocaína”, subrayó otro.

Y esto lo subrayé yo: “Los cristianos se equivocan, pero todos los demás son unos pelmazos”.

En este artículo llegamos a Dios a través del alcohol. Me puse a releer la nueva edición que Capitán Swing ha hecho de 'Esa visible oscuridad', el librito donde William Styron contaba cómo se deprimió gravemente, y cómo salió del hoyo. No iba mal la relectura -estilo atildado, cierto glamour literario- hasta que Styron confesó el momento justo en el que se deprimió: cuando dejó de beber. Y yo le dejé de leer.

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