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¡Soy artista, no me toques una coma! El mejor manual para escribir que puedan leer
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Alberto Olmos

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¡Soy artista, no me toques una coma! El mejor manual para escribir que puedan leer

Richard Cohen publica en españa 'Cómo piensan los escritores', un ejemplar recorrido por las entrañas de la labor editorial lleno de referencias fascinantes y anécdotas jugosas

Foto: Jane Austen y Mark Twain
Jane Austen y Mark Twain

"Es una pena que las novelas casi nunca lleven una página de agradecimientos”, afirma con supina insensatez Richard Cohen, editor inglés que llegó al oficio después de quedar cinco veces campeón de esgrima de Gran Bretaña: todos nos equivocamos. Pues resulta que ahora, no sólo casi todas las novelas llevan en efecto una sección de agradecimientos, sino que ésta debe ocupar dos páginas como mínimo, y hay que poner en su redacción más cuidado que en la propia escritura del libro. Estoy muy cabreado.

Amigos, que abrimos una novela hoy y, buena o mala, al final salen las dos páginas de agradecimientos, y eso también lo hemos pagado; y, lo que es peor, incluso las hemos leído. Qué bochorno, qué devastación forestal, qué pegote tan insufrible. Llevo mucho tiempo pensando sobre estos escolios relacionales, y he concluido que la pregunta que toca aquí es ésta: ¿quién es su destinatario?

Foto: Michel Houellebecq en 2015 en la presentación en Barcelona de 'Sumisión'. (EFE/ Andreu Dalmau) Opinión

Porque el libro tiene como destinatario un lector ideal, un todos esperanzado. La nota con 45 nombres del final de tu novela podría pensarse que va dirigida a esos 45 sujetos que te han ayudado a escribirla, pues eres tan tonto que necesitas la ayuda de 45 personas para escribir una obra de ficción. Aquí el dilema sería si, a dos páginas por novela, y a 10.000 novelas al año, es justo que por lo mucho que quieres a tus amigos necesitemos arrasar un bosque entero para que les expreses tu amor. ¡Tu amistad está acabando con nuestros bosques, tío! Un escritor sin amigos es, por lo tanto, un ecologista de primera línea.

Pero no, amigos a su vez, uno no pone una nota de dos o tres o cuatro (tela) páginas al final de su libro para que las 67 personas ahí citadas vean su nombre, sino para que todos los demás escritores, y los editores y los periodistas culturales, vean esos nombres. Ese es el destinatario de estas notas de agradecimientos; son simplemente un modo de autopromoción.

placeholder 'Cómo piensan los escritores'
'Cómo piensan los escritores'

La prueba está en que, si uno es escritor o periodista o conoce por los bordes el mundo editorial, no hay ningún nombre en esas notas que no le suene. Se cita siempre a gente conocida, a ser posible incluso que esté de moda, o que vayan a estarlo cuando salga el libro. Se exhibe, en fin, musculatura diplomática. Miren por ejemplo el libro 'Feliz final', de Isaac Rosa. La lectura de su nota de agradecimientos se abandona enseguida, porque toda la gente que cita son amigos de verdad, es decir, no son famosos. Es una nota sincera a las personas de su círculo cercano, y no tiene ningún interés para nadie más. Sin embargo, en casi todos los libros que incluyen estos derrames sociales, tintinean los nombres afamados, los Chirbes por aquí, los Marta Sanz por allá, que a lo mejor comparecen porque se tomaron un café con el autor, y lo pagaron. Eso ya justifica algo como: “Y gracias también a Marta Sanz, por lo que ella sabe”. Y Marta Sanz sólo sabe que te pagó un café.

Edición

Richard Cohen ha escrito un libro estupendo que le han titulado mal dos veces. En español, Blackie Books se lanza a un ligerísimo 'Cómo piensan los escritores', y lo subtitula: “Técnicas, manías y miedos de los grandes autores”, cosas todas que no aparecen verdaderamente en el libro. La opción original, en inglés, era un delirio: 'Cómo escribir igual que Tolstoi'; y: 'Un viaje a las mentes de nuestros grandes escritores'. En el libro se cita más veces a Stephen King que a Lev Tolstoi.

“Escribir ficción” es el título genérico que anticipa con mayor claridad el contenido de este volumen, ciertamente destacado dentro de lo que podríamos calificar como bibliografía de la escritura creativa. En ella incluiríamos el clásico 'Aspectos de la novela', de E.M. Forster, sendos 'El arte de la novela' de Milan Kundera y David Lodge, o el genial 'Mecanismos de la ficción' (Taurus), de James Wood. Richard Cohen señala a Wood como el mejor crítico actual (suscribo), y 'Mientras escribo' (DeBolsillo), de Stephen King, como el mejor manual de escritura del mundo (suscribo también, venga).

Su libro, de hecho, es uno de los mejores manuales que he leído sobre escribir ficción. Se divide, de forma casi ya canónica, en capítulos monotemáticos dedicados al comienzo, el final, los personajes, las escenas de sexo o la revisión. Justamente las dos secciones dedicadas a la revisión de manuscritos son las más brillantes del libro, y de ahí procede la cita que abre este artículo.

Golding envió 'El señor de las moscas' a un joven editor que se encargó de las sucesivas revisiones hasta que su autor fue premio Nobel

Resultó que William Golding envió 'El señor de las moscas' a una editorial y que un joven editor se encargó de pastorear las sucesivas revisiones hasta que el libro acabó siendo un clásico, y su autor, premio Nobel. Le dieron el premio Nobel, en definitiva, por dejarse aconsejar, que es la cosa más complicada de conseguir de un escritor: que escuche. Me da que una de las rutinas que la edición española debería copiar de la anglosajona (y no, como han copiado asimismo, las dos páginas de agradecimientos) es esa resistencia de un editor a publicar el libro que el autor ha escrito, en lugar del libro que, trabajado entre los dos, sea el mejor. Y me da que en España esta labor de corrección y mejora quizá sea más común en los best sellers que en los libros así llamados literarios. ¡Soy un artista, no me toques ni una coma!

Cómo piensan los escritores es un manual muy culto y lleno de humor sobre el arte de escribir, y sobre la artesanía de la edición; y viene desbordante de datos y curiosidades (el pie “Érase una vez...” está datado desde 1380, por ejemplo), al punto de que podemos perdonarle al autor que, al final del todo, cuando tanto ha hecho por nosotros, le dé por nombrar a 55 personas, tres páginas de listín telefónico que, la verdad, ¿a quién importan?

"Es una pena que las novelas casi nunca lleven una página de agradecimientos”, afirma con supina insensatez Richard Cohen, editor inglés que llegó al oficio después de quedar cinco veces campeón de esgrima de Gran Bretaña: todos nos equivocamos. Pues resulta que ahora, no sólo casi todas las novelas llevan en efecto una sección de agradecimientos, sino que ésta debe ocupar dos páginas como mínimo, y hay que poner en su redacción más cuidado que en la propia escritura del libro. Estoy muy cabreado.

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