Mala Fama
Por
El escritor más moderno de España tiene 60 años y se llama Rodríguez
Genera enamoramiento inmediato la novela 8.38, un libro singular, arriesgado y muy divertido firmado por un sesentón ajeno a todo el postureo literario
El marketing editorial se anula a sí mismo y todos somos “el mejor escritor de su generación” y unos genios y hemos escrito “el libro del año” y Juan José Millás o Elvira Lindo o Paco el Chocolatero nos recomiendan y la faja de nuestra segunda edición es como un pantallazo dado a la sección de Relax de las Páginas Amarillas que, por cierto, no sé si tienen sección de Relax.
A mí me gusta leer la prosa promocional porque, de vez en cuando, te alegra la tarde. Un día me pasé la susodicha buscando en google los improbables “blurbs” de un ensayo recién aparecido y acabé encontrando uno de ellos en las notas a pie de página de una tesis escrita en la universidad de Notre Dame, Indiana. Así de lejos se nos va la cabeza por vender un libro.
Me llegó '8.38' (Candaya) como me llegan tantos libros, y Ricardo Ménendez Salmón o Vicente Luis Mora decían cosas de él en la cuarta de cubierta. Dense cuenta de que yo ya no me fío ni de mis propios blurbs. Pero lo que me encandiló fue el elogio de “la crítica” que aparecía en la solapa biográfica, atiendan: “Uno de los mejores escritores vivos contemporáneos”. ¿Se puede estar vivo y no ser contemporáneo? ¿Se puede ser uno de los mejores escritores muertos contemporáneos? ¿Sigue vivo algún autor no contemporáneo?
El autor vivo y contemporáneo se llamaba Luis Rodríguez, había nacido en Cantabria en 1958 y en la foto aparecía con jersey de cuello redondo, camisa plana, gafas sin otra finalidad que ver mejor y un árbol cualquiera a su espalda. Su nombre y su figura casaban a la perfección: nadie repararía en él ni aunque se sentara él solo en el círculo central del estadio Santiago Bernabéu.
Luego abres el libro y te encuentras una locura que bordea la genialidad.
Acertijos
Como sé que no van a leer '8.38', haré lo posible por que lo disfruten. Yo lo empecé (“El primer párrafo de esta novela constaba de 66 palabras con 313 letras, 5 puntos, 8 comas y 4 nombres propios”) y no lo solté hasta el final, ciento ochenta y cinco páginas después. Luego le dije a mi novia que me sabía un acertijo:
"Tres amigos piden la cuenta y son 250 pesetas; cada uno pone 100, les devuelven 50 en monedas de diez; deciden dejar 20 de propina y coger una moneda cada uno; entonces se dan cuenta de que si han salido a 90 pesetas por cabeza (270) y han dejado veinte de propina (290), faltan 10 pesetas para las 300. ¿Dónde están?"
Huelga decir que este acertijo salvó nuestra relación durante 24 horas.
'8.38' de Luis Rodríguez es todo así, acertijos, dilemas y simpatías intelectuales deliciosas
'8.38' es todo así, acertijos, dilemas, simpatías intelectuales deliciosas. “Escribes en un muro un montón de nombres, tantos como te apetezca, y tachas uno. Cualquiera que los mire es probable que lea algunos, pero puedes estar seguro de que intentará leer el que has tachado.” En medio del postureo generalizado de la literatura, un tipo llamado Luis Rodríguez es ese autor tachado que tratas de leer.
“Mientras escribía no sabía que maté a un hombre”, se nos dice en la novela. ¿Va de un crimen este libro? Honestamente no sé de qué va, me dejé llevar en volandas por frases como ésta, por prospecciones estrambóticas: “Busqué a Nieves Monroy, la voz de las máquinas de tabaco: Su tabaco, gracias”; por fascinantes recortes de prensa: “He leído en El País que en Cuba había un hombre que recorría las calles vendiendo bombillas fundidas; eso sí, a mitad de precio. (…) Un funcionario, un maestro, compra una bombilla fundida, regresa a su trabajo, la sustituye por una del ministerio o del colegio que sí funciona; informa que se ha fundido, que la cambien, esconde la buena y la lleva a casa.”
Tábano
“Los tábanos. Un bicho tonto. Se posa en la superficie de nuestra piel, nos pica y, siempre lo aplastamos con la palma de la mano. Si eso es así, y seguro que estamos de acuerdo en que lo es, podemos decir que el tábano que te pica está picando por primera vez a una persona.”
“¿Sabes que en el entierro de Houdini nadie se marchaba? Por si salía de la tumba.”
La variedad y el acopio que muestra esta novela debe de haberle llevado al autor varios años de no actualizar el Twitter
Historias, chistes, anécdotas; a las que hay que sumar un buen puñado de citas literarias traídas (y muy bien traídas) de Nabokov, Lucia Berlin o Valery, variedad y acopio que debe de haberle llevado al autor varios años de no actualizar el Twitter, pues lo mismo nos habla de la distancia entre la Tierra y el Sol que del negocio del circo, versión sádica:
“Cuando llegaron al pueblo (el circo Grand Royale), a pocos metros de la carpa hicieron un agujero y enterraron vivo a uno de los artistas. El día de la función, anunció el director, quitaremos una pala de tierra por cada una de las personas que asista al espectáculo. (…) Llegó el día. Ciento cuarenta entradas: ciento cuarenta palas. Pocas, muy pocas. De aquel hombre nunca más se supo. Pero es lo que decían, la culpa fue de ellos, que lo enterraron muy hondo por avaricia. Siempre que cuento esto, todo el mundo me pregunta si al final desenterraron el cadáver; a mí nunca se me ocurrió preguntarlo.”
El marketing editorial se anula a sí mismo y todos somos “el mejor escritor de su generación” y unos genios y hemos escrito “el libro del año” y Juan José Millás o Elvira Lindo o Paco el Chocolatero nos recomiendan y la faja de nuestra segunda edición es como un pantallazo dado a la sección de Relax de las Páginas Amarillas que, por cierto, no sé si tienen sección de Relax.