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He leído los programas electorales de los partidos... y voy a votar borracho
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Alberto Olmos

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He leído los programas electorales de los partidos... y voy a votar borracho

Los programas electorales reducen la Cultura a su mínima (y ridícula) expresión

Foto: Santiago Abascal en un acto de Vox en Valladolid. (Vox)
Santiago Abascal en un acto de Vox en Valladolid. (Vox)

No sé si les enternece como a mí recordar sus veinte años y sus primeras elecciones y volver a oír a alguien tan joven como ustedes decirles aquello de que había que leerse los programas antes de votar. ¿Qué fue de esa gente? ¿Seguirán leyéndose todos los programas pasados los cuarenta? ¿Qué daño cerebral irreparable puede producirse en alguien que lleva media vida leyendo promesas?

Hace tiempo que quería hablarles de la esencia de la democracia. La esencia de la democracia es que puedes salir un sábado por la noche, beberte un bidón de whisky, arrastrarte por la madrugada hasta ese bello momento en que el sol sale sobre tu cogorza, acordarte milagrosamente de que hay elecciones, acudir a tu colegio, coger una papeleta de la que eres incapaz de distinguir ni la letra O, y votar. Y que tu voto vale exactamente igual que el de ese otro que lo deposita sobria y razonadamente.

Ver votar borracho es de las cosas que más me han enseñado sobre las elecciones. Y también votar a voleo (esto lo hice yo una vez). Porque el que vota borracho o sortea su voto resulta que vota exactamente al mismo partido que tú. Las elecciones son apenas un gesto en masa perfectamente controlado.

PP

Los programas electorales no se diferencian mucho de ese manuscrito que nadie les va a publicar, que sólo han leído sus amigos y que viene sobrado de inverosimilitud. ¡Esto no hay quien se lo crea!, se dice de muchas novelas frustradas. En todos los programas el apartado dedicado a la Cultura es testimonial, normalmente porque hay una iglesia delante de la sede del partido y alguien le ha dicho a su jefe: ¿y eso, la iglesia, vamos, la Cultura? Y así todos los partidos, gracias a esas iglesias fronteras, o a algún cartel que apunta hacia un museo, dicen algo de Cultura en sus programas.

placeholder Pablo Casado, en el acto de inicio de campaña electoral en Madrid. (EFE)
Pablo Casado, en el acto de inicio de campaña electoral en Madrid. (EFE)

En general, la Cultura no tienen ningún valor y hay que dárselo. El PP lo mezcla todo para acabar antes: “La cultura, el patrimonio histórico y la gastronomía son elementos esenciales no sólo en la configuración de nuestra identidad sino también para el progreso económico de nuestro país”. Esto de que las catedrales y el Prado traen turistas es una de las obsesiones de la derecha. Si no trajeran turistas, parece que los podríamos demoler. Queda muy poco para que turismo sea sinónimo de Cultura, amigos. Por otro lado, la secuencia “cultura-patrimonio-gastronomía” no sabe uno cómo tomársela, si como gradación, decantación o éxtasis.

El PP habla también de la Ley de Mecenazgo, de regar con más dinero a museos, bibliotecas o cine, de prolongar el Plan de Fomento de la Lectura que obviamente es como prolongar las buenas intenciones y de facilitar que 'Juego de Tronos siga rodándose en España', “un hub internacional de rodajes”. Esto de “hub” les ha quedado muy 'cool'.

PSOE y Podemos

El PSOE también apuesta por la Ley de Mecenazgo, incluidas las “distintas modalidades de crowdfunding”, lo que viene a significar que, si quieres hacer una película o publicar un libro o un disco, le pidas dinero a tus amigos. Y poco más, salvo que parece que la RAE anda floja de guita y los socialistas les darán algo más de financiación.

Sus probables socios de gobierno, Podemos, sin embargo, van a destruir la Real Academia Española de la Lengua. Su propio programa es, sin lugar a dudas, un atentado terrorista en este sentido. Reina el caos. Se nos dice que hay que hacer efectivo “el Estatuto del y la Artista” (epígrafe 93), y luego se denuncia “un alto porcentaje de falsos autónomos”. ¿Y las “falsas autónomas”? ¿O sería mejor poner “los y las falsas autónomas” como se pone un poco más arriba “los y las compatriotas”? Eso sí, hay “trabajadores y trabajadoras”. Poco a poco vamos sabiendo que se desdoblan por género aquellos nombres que desprenden simpatía o prestigio social. “Los y las profesionales”, “los y las consumidoras”, “los y las españolas emigrantes”; pero también “los y las trabajadoras” (epígrafe 153). ¿Se dice “trabajadores y trabajadoras” o “los y las trabajadoras”, y cuándo se dice uno y cuándo otro? En esto de refundar una sintaxis hay que tener las cosas claras. “Los y las guardias civiles”, también; “los y las militares”, “los y las deportistas”, “los y las pensionistas”, “los y las pacientes”, “los y las jóvenes”. Sugiero ir más allá y crear el artículo “losilás”.

placeholder El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

Miren esto: “Niños, niñas y adolescentes”. Figura cinco veces, y en todo momento parece que la infancia durara más en un programa electoral de Podemos. Sería más preciso “niños y niñas, y adolescentes”, para no dar a entender que empezamos siendo niños, luego nos hacemos niñas y luego encontramos un lugar único y común llamado adolescencia, arcadia previa a ese otro paraíso sin bifurcaciones llamado “personas mayores”. No existen “los y las ancianas” ni “ancianos y ancianas”. La duda aquí para el hablante es saber en definitiva qué palabras son bonitas. ¿“Los corruptos y las corruptas”? Seguramente no. Pero, ¿y “los empresarios”? En ocasiones sí, en ocasiones no. ¿Quién decide entonces qué categorías son deseables para dar visibilidad a la mujer?

Por lo demás, volviendo a la Cultura, “el videojuego es cultura” (epígrafe 96). Bueno, si nos ponemos barthesianos, TODO es cultura, incluido el manojo de cables de tu salón. “Apostar por el sector del videojuego” es lo que quiere Podemos, y hay que reconocer aquí una enorme originalidad. Pocas veces, ante la voz “Cultura”, tiene uno ocasión de imaginarse a un joven encerrado en casa durante diez horas matando zombies.

Vox y Ciudadanos

Abascal no juega a videojuegos. Su partido está en otras melopeas. “Exigir el debido reconocimiento de la lengua española a nivel internacional, conforme a su importancia como segunda lengua más hablada del mundo. Empezando por la UE”. ¿Qué demonios quiere decir esto? ¿Tienen que darnos una medalla de plata o algo así?

placeholder Albert Rivera en un acto electoral con motoristas en el puerto de la Cruz Verde de Madrid. (EFE)
Albert Rivera en un acto electoral con motoristas en el puerto de la Cruz Verde de Madrid. (EFE)

Luego Vox apoya la Ley de Mecenazgo y propone proteger la tauromaquia, la caza y todas las jotas de España, vengan de donde vengan, la jota aragonesa, la jota segoviana, realmente todas las jotas. Esto a mí me parece bien, la jota es la gran olvidada de la cultura española (“fomento del arraigo a la tierra, manifestaciones folclóricas y tradiciones de España”).

Y ya está. Realmente a Abascal le proteges la jota, y tiene más Cultura de la que puede bailar.

Ciudadanos, finalmente, comparte con los anteriores el sueño de la Ley de Mecenazgo, el sueño de una precuela de Juego de Tronos que se ruede en nuestro país y en la que todos tengamos un papel como extra y la pesadilla de que la Cultura no es otra cosa que turismo. "Combatiremos la turismofobia", llegan a afirmar, como quien desea combatir un nuevo tipo de analfabetismo.

También proponen luchar contra la piratería, dar dinero a esto, a lo otro y a lo de más allá, y "fortalecer la producción de videojuegos". Que la Cultura sea un videojuego para dos de los principales partidos del país seguramente nos tendría que levantar el ánimo. Luego se habla mucho de España, su Historia, su bandera y su himno (que no podrá ser pitado en una final de Copa, por ejemplo), y de apoyar el deporte femenino."

No sé si les enternece como a mí recordar sus veinte años y sus primeras elecciones y volver a oír a alguien tan joven como ustedes decirles aquello de que había que leerse los programas antes de votar. ¿Qué fue de esa gente? ¿Seguirán leyéndose todos los programas pasados los cuarenta? ¿Qué daño cerebral irreparable puede producirse en alguien que lleva media vida leyendo promesas?

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