Mala Fama
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¿Somos todos idiotas? Por qué merecemos que Facebook venda nuestros datos
Un documental analiza burdamente el escándalo del uso de nuestros datos con fines electorales y nos lleva a pensar, involuntariamente, que quizá nos lo merecemos
Cambridge Analytica utilizó los datos de millones de votantes para conseguir que Trump saliera elegido presidente de Estados Unidos y para que el Brexit triunfara en Reino Unido. También utilizó sus herramientas de “cambio de comportamiento” en otros comicios por todo el mundo. Esto sabotea la democracia y abre el debate sobre los “derechos de los datos”, que deberían ser reconocidos como nuevos Derechos Humanos. Corre peligro nuestra civilización.
Este es mi resumen del documental 'El gran hackeo', recientemente estrenado por Netflix. También he visto una foto. En ella aparecen los “futuros líderes mundiales” como si estuvieran en una fiesta de pijamas. Finalmente, sigo con atención la odisea de una chica de 16 años para llegar a Nueva York. No queriendo volar a dicha ciudad, porque los aviones contaminan mucho, la adolescente, y también líder mundial, va a ir a América en el barco del príncipe de Mónaco. No sé si se le puede pedir más al verano.
[El polémico viaje de Greta: patrocinios de BMW, la realeza de Mónaco y un banco suizo]
No hay que reírse de los líderes mundiales, presentes o futuros, aunque nos lo pongan muy fácil, sobre todo los del mañana. Pero hay algo cómico en' El gran hackeo', como es ver a sus heroicos protagonistas moverse por ambientes sofisticados (hoteles prohibitivos, cochazos con chófer, aviones y aeropuertos) mientras tratan de salvarnos a todos de los auténticos peligros que nos acechan. Aunque hay gente con dificultades para dar de comer a sus hijos, eso es lo de menos. ¡Los datos! ¡Que me roban los datos!
'El gran hackeo' nos presenta a un tipo, David Carroll, que le reclama a Cambridge Analytica los datos que tiene de él. Se supone que esto es una osadía histórica, como lo de ponerse delante del tanque. Cambridge Analytica pasa olímpicamente de David, pero nuestro hombre consigue al menos protagonizar este documental contra los atentados que a diario se ceban en nuestra intimidad. Y lo primero que hace en el documental es mostrarnos su casa, su coche (un Audi), su lugar de trabajo, el colegio donde estudian sus hijos y la cara de su primogénita, de ocho años de edad. Un tipo listo, David.
Enseguida contacta con Brittany Kaiser, ex trabajadora de Cambridge Analytica. Mantienen varias conversaciones, la primera de las cuales se escenifica en una piscina de un hotel de lujo en Tailandia. Ella luce gafas de sol y se ve un mar apacible al fondo. Desde este escalofriante escenario, Brittany trata de contribuir a la imagen de un mundo al borde del colapso y la tiranía.
David le pregunta a Brittany si lo que hizo su antigua empresa atenta contra los derechos humanos, y ella le dice que no. Da igual. Durante las dos horas siguientes, el documental tratará de hacernos pensar lo contrario. También sabremos por trabajadores de Cambridge Analytica que su objetivo no era todo el censo de Estados Unidos o de Reino Unido, sino sólo aquellos votantes que pudieran estar indecisos, lo que en inglés llaman “persuadibles”. Sin embargo, durante todo el documental, después de aclararnos esto, se nos insiste en que Cambridge Analytica puede hacer que cambies tu voto aunque lleves votando al mismo partido cuarenta años y no tengas Facebook.
Se entrevista a una reportera de 'The Guardian', que también cree que el fin del mundo conocido tiene forma de datos y likes. Enseguida entendemos que para ella la democracia es que ganen Hillary Clinton y el No al Brexit. Todo lo demás es Cambridge Analytica.
Así las cosas, me vienen muchas dudas. Si la democracia es votar A o B, Sí o No, pero no puede salir ni A ni Sí, ¿qué democracia es ésa? El documental parece decirnos que no es democracia que ganen los partidos de derechas o las posturas reaccionarias, porque además ganan haciendo memes. Es fascinante. La democracia es que haya dos opciones y gane siempre la que nos gusta. Nadie en el documental se pregunta por qué llamamos democracia a tener sólo dos opciones, pues en rigor hay más democracia en el menú del día de un bar de carretera. De hecho, hasta la llegada de Cambridge Analytica, la democracia era perfecta, cristalina, nadie empleaba trucos promocionales o desvelaba secretos del oponente o ideaba eslóganes increíblemente efectivos. Hemos pasado de Grecia al Reich en un clic.
También es curioso que ni David ni Brittany cuestionen el hecho mismo de abrirse un perfil en Facebook y de exponer en él nuestra vida privada. Yo, que no tengo Facebook, creo que Zuckenberg tiene todo el derecho del mundo a vender vuestros datos si sois tan idiotas como para dárselos. Es como cuando entráis en un bar y os lo pasáis en grande y luego os traen la cuenta y ponéis cara de incredulidad: ¿tantos gin tonics hemos pedido? ¿Tantas fotos he puesto de mis hijos? ¿Tantos likes le he dado a Toni Cantó?
En 'El gran hackeo' se pretende plantear un problema gravísimo, pero sus denunciantes parecen adolescentes jugando al Fortnite. Aúllan, gritan, tienen ambiciones banales y les encanta hablar con la boca llena. Brittany ve su nombre en la portada del 'Financial Times' y exclama: “¡Mi nombre está en la portada!”. Esta es la gente que nos está dando serios avisos sobre lo que se nos viene encima.
No en vano, la chica de 16 años que va a ir a Nueva York en el barco de un príncipe porque los aviones contaminan (los príncipes no contaminan) es también una líder mundial y se pasa el día diciéndonos cómo hacer las cosas. En serio, una persona de 16 años que no sabe ni quién paga la luz de los hospitales lidera el destino del planeta Tierra. Su idea en este sentido es que los aviones contaminan innecesariamente, habiendo como hay tantos príncipes con barco. ¿Por qué la gente tomará aviones en lugar de barcos? ¿Acaso no conoce la sempiterna función social de los principados?
Greta Thunberg se llama. Y “generación Greta Thunberg” es como alguien ha etiquetado a los de la fiesta de pijamas. Nuestra civilización va camino de llegar a su cima, amigos, que no es otra cosa que una fiesta de pijamas. La Unión Europea ha nombrado a quince jóvenes “líderes mundiales del futuro” y ellos han dejado patente su valía y su coraje de forma inmediata: se han tomado una foto haciendo el tonto. No hay uno solo de estos sedicentes líderes mundiales que no tenga claro de qué va el rollo: llamar la atención, ser simpático y ser muy rebelde, pero siempre al cobijo de las instituciones.
Luego El Rubius subió una foto junto a un chico de 13 años que ha ganado, remarca El Rubius, 900.000 dólares en el Fortnite. O sea: otro líder. Otro héroe. Imitadle, niños del mundo.
Así las cosas, de todos estos los únicos que te pueden caer bien son los de Cambridge Analytica a nada que te quede un poco de sensatez.
Cambridge Analytica utilizó los datos de millones de votantes para conseguir que Trump saliera elegido presidente de Estados Unidos y para que el Brexit triunfara en Reino Unido. También utilizó sus herramientas de “cambio de comportamiento” en otros comicios por todo el mundo. Esto sabotea la democracia y abre el debate sobre los “derechos de los datos”, que deberían ser reconocidos como nuevos Derechos Humanos. Corre peligro nuestra civilización.