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Cómo acabar de una vez por todas con los festivales literarios
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Alberto Olmos

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Cómo acabar de una vez por todas con los festivales literarios

Pola Oloixarac presenta una sátira sobre los festivales literarios en Mona, donde retrata la insustancialidad del mundo editorial

Foto: La escritora argentina Pola Oloixarac posa en un momento de la VII edición del Festival de Literatura de Jaipur, en el oeste de la India. (EFE)
La escritora argentina Pola Oloixarac posa en un momento de la VII edición del Festival de Literatura de Jaipur, en el oeste de la India. (EFE)

Hay una realidad paralela a la realidad adulta que tiene un nombre que quizá les suene: festivales literarios. Se trata de reuniones por todo el mundo de escritores que dan charlas ante un público conformado por los escritores que dan las charlas de después. Paga el Estado, España o México, y hay hoteles a 400 euros la noche para gentes a las que supuestamente se les abren las carnes cuando ven a un pobre por la tele. El mundo de los festivales literarios daría para muchos artículos, pero no ha dado para demasiadas novelas. De momento, Pola Oloixarac ha escrito 'Mona' (Random House), que está bien.

Mona es un libro ligero y pedantillo que no rehuye la condición fundamental del festival literario: que los escritores van allí a follar. Quizá es más difícil encontrar literatura en un festival literario que en ningún otro sitio donde abunde la gente con gafas. Hablo por experiencia propia, bien que magra. Los cuatro o cinco festivales literarios, aquí y en Latinoamérica, que he conocido me han dejado consternado, sin ganas de escribir y sin ganas de conocer a más escritores. Es prácticamente imposible ir a un festival literario y volver a casa con ganas de escribir, aunque es posible que sí vuelva uno con ganas de ir a más festivales literarios. Se hace mucha noche. Hay farra. Hay can-can. Ya vieron la que se montó porque Vargas Llosa no invitara a más escritoras a su II Bienal, esto es, porque no invitara a más escritoras a ir de farra y a can-can. Que no te inviten a una fiesta que paga otro molesta mucho, qué duda cabe.

placeholder 'Mona' (Literatura Random House)
'Mona' (Literatura Random House)

El festival literario de primer nivel empieza -y también 'Mona'- con un avión. Desde que montas en un avión que sobrevuela un océano, y cuyo asiento no te ha demediado la cuenta corriente, se te va la santa cabeza. Todo gratis. Porque yo lo valgo. De pronto, nada es suficientemente bueno para ti. Una vez estuve en cierto sitio del que me traje esta frase inmortal: “Con eso no tenemos ni para taxis”. Era la queja de un autor al conocer que le darían 100 dólares al día por no hacer nada, amén de llevarle por todo un país y alojarle en hoteles muy pintones. A los escritores hay que darles como poco 200 dólares cada día sólo para taxis, amigos. La idea de la vida que tienen muchos de nuestros autores más insignificantes es exactamente esa: que hay que ir en taxi a todas partes, y conseguir que lo pague otro.

"Con eso no tenemos ni para taxis" fue la queja de un autor en un festival literario al saber que le darían 100 dólares al día por no hacer nada

David Gistau estableció hace años la definición perfecta de pijo, al hilo de una semblanza de Victoria Beckham. Ser pijo, asentó Gistau, era que todo te diera asco. Que te dé asco un hotelucho no dice tanto de lo pijo que eres comparado con que te dé asco el hotel Ritz. Ésa es la idea. Así, un escritor de primer nivel tiene que sentir una enorme pereza, y un considerable asco, tras ser invitado a un festival literario fastuoso. En 'Mona' esto queda muy bien trazado y lo primero que descubrimos es que los escritores invitados a festivales nos hacen un favor si acuden. Han dejado a medias su nueva obra maestra, volar cansa mucho más que pedalear para Deliveroo y el quebranto que supone un jet lag no tiene nombre. Y encima a veces ni follas. Como usted no viaja gratis por el mundo no se da cuenta de lo duro que es.

También hay que anotar que el autor verdaderamente ducho en festivales se reconoce enseguida: siempre te dirá que no sabe cuándo es su charla, ni con quién la da, ni sobre qué trata. Le invitan a tantos festivales que se le barajan las ponencias, no sabe si pisa Bogotá o Santander, su vida se vacía entre hoteles indistinguibles.

Ay.

Autores latinoamericanos

Los autores latinoamericanos son de tres tipos, los que viven en Barcelona y los que viven en Estados Unidos. ¿Y el tercer tipo? El tercer tipo sería el que se queda a vivir y escribir en su país, pero parece que ningún autor latinoamericano menor de 40 años se queda en su país. O beca o Barcelona. O doctorado en Cornell o Barcelona. No hay nada más latinoamericano que integrarse en el sistema universitario de los Estados Unidos de América al tiempo que odias el capitalismo con todas tus fuerzas en Facebook. Todos los autores latinoamericanos estaban a favor de Occupy Wall Street a condición de haber ocupado antes un puesto en la universidad que quedaba más cerca.

En la biografía de Pola Oloixarac leemos que ha publicado tres libros ('Mona' es el tercero) y ha recibido siete becas o residencias para escribir libros. Se lo repito: ha escrito tres libros y ha recibido becas y residencias para escribir siete. Si alguna vez se preguntaron qué es la posmodernidad, yo se lo digo: eso es la posmodernidad.

Mona nos regala algunos momentos de acidez muy valiosos, como ese apunte sobre la prelación social de los escritores en Estados Unidos. Como Mona, la escritora protagonista, es peruana y además se inventa ancestros aborígenes, su lugar en la universidad yanqui está prácticamente blindado. A ver quién le tose a la tataranieta de una familia inca arrasada hace siglos por la cultura dominante de turno.

Oloixarac ha publicado tres libros y ha recibido siete becas para escribir libros. Se lo repito: ha escrito tres y ha recibido becas para siete

Oloixarac mete mucho sexo, a varias bandas y vía skype, en su libro, y lo puntea cada diez páginas con alguna locución inglesa o francesa para que veamos hasta qué punto puede codificarse el snobismo en los ambientes académicos y literarios.

'Mona', en fin, es un libro simpático y más necesario de lo que parece. El autor latinoamericano con plaza en Nueva York o Chicago suele vivir una esquizofrenia particular: no escribe sobre Estados Unidos, pero tampoco sobre su país. Escribe sobre su país hace cincuenta años. Abundan entre estos trasterrados versiones incluso muy apreciables de Pedro Páramo, esto es, novelitas líricas sobre un pasado más o menos legendario del lugar que han abandonado. Nunca escriben sobre su presente en Estados Unidos, sobre las servidumbres y humillaciones de los papers y las residencias y los festivales. Resulta muy poco latinoamericano decir que tu única preocupación real en la vida consiste en lograr vivir para siempre en los Estados Unidos, centrifugadora del imperialismo y cedazo del capital. Por eso Mona está bien. No muy bien. Pero sí de aprobado alto.

Hay una realidad paralela a la realidad adulta que tiene un nombre que quizá les suene: festivales literarios. Se trata de reuniones por todo el mundo de escritores que dan charlas ante un público conformado por los escritores que dan las charlas de después. Paga el Estado, España o México, y hay hoteles a 400 euros la noche para gentes a las que supuestamente se les abren las carnes cuando ven a un pobre por la tele. El mundo de los festivales literarios daría para muchos artículos, pero no ha dado para demasiadas novelas. De momento, Pola Oloixarac ha escrito 'Mona' (Random House), que está bien.

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