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Invita a un amigo de Vox a tu casa por Navidad: si Pablo Iglesias puede, yo también
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Alberto Olmos

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Invita a un amigo de Vox a tu casa por Navidad: si Pablo Iglesias puede, yo también

Los políticos delegan en los ciudadanos el odio y la crispación, mientras ellos hacen amigos

Foto: Espinosa de los Monteros, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas bromean recientemente en el Congreso de los Diputados.
Espinosa de los Monteros, Pablo Iglesias e Inés Arrimadas bromean recientemente en el Congreso de los Diputados.

El hecho es este: los políticos pretenden que nosotros nos odiemos mientras ellos toman copas y echan unas risas en la cafetería del Palace. Es difícil formularlo de una manera menos ofensiva, empezando por lo del Palace. Hace poco, hemos visto a Pablo Iglesias descojonarse junto a Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, que es un tipo graciosísimo. Inés Arrimadas también andaba por allí, atenta al buen humor del portavoz de Vox. Caramba, yo también quiero charlar un rato con Iván Espinosa de los Monteros, que me cuente cosas divertidas y volverme a casa pensando que es un tipo estupendo. ¿Cuándo quedamos, tío? ¡Hazme reír como a un comunista, como solo tú sabes!

¿No había una alarma antifascista? ¿No era en concreto una alarma provocada por el partido de Iván Espinosa de los Monteros? (Desde ahora, Iván EdlM, que no tengo espacio para tanta montería). Era cosa seria, la alarma o emergencia, pues el fascismo, qué duda cabe, da mucho miedo. ¿No debería aprovechar Pablo Iglesias la cercanía con Iván EdlM para hacerle un escrache, un bloqueo o un corralito? ¿O para pedirle que no sea fascista? No, amigos, el escrache lo tienes que hacer tú. Tú, si eres de izquierdas, debes dejar de ir a un bar si el camarero lleva una pulserita de Vox, cambiarte de acera si pasa alguien con la bandera de España, estar todo el día sobrecalentado en Twitter y hasta insultar a un desconocido al que se le ha ocurrido salir a la calle con ideas diferentes a las tuyas. Pablo Iglesias, mientras, se lo pasa de puta madre con el fascismo.

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Vimos algo similar en pasadas legislaturas con Irene Montero y Rafa Hernando. Qué mal se llevaban. Qué mal se llevaban cuando había una cámara grabando, y qué bien, qué a gustito estaban cuando creían que nadie los veía. Nuestros políticos son como actores de una serie de televisión, actores que encarnan a enemigos irreconciliables y sanguinarios, el malo y el bueno, el rey del Norte y el rey del Sur, pero que, cuando acaba la jornada de rodaje, se van juntos a un karaoke o a comer marisco. Siempre resultó estridente ver a un actor de 'Juego de tronos' vestido de calle y charlando con el villano en camiseta al que, en el último capítulo, trató de asesinar. Rompía el encantamiento de la ficción. Pues lo de Iglesias con EdlM, igual: revienta el trampantojo de la política.

Sobre esta infame manipulación masiva de nuestro bienestar emocional dio la pista más lúgubre José Luis Rodríguez Zapatero hace unos años en un 'off the record' milagrosamente conservado. Tras ser entrevistado por Iñaki Gabilondo, Zapatero cabildeó con el periodista en rigurosa confidencialidad. Y le dijo a Gabilondo: "Nos conviene que haya tensión". Debemos detenernos en estas palabras. "Nos conviene que haya tensión".

Primero, porque el periodista no corrió al día siguiente a contarles a sus oyentes que al entonces candidato Zapatero le convenía tensarlos. Segundo, y sobre todo, porque al candidato Zapatero le convenía tensarnos. La política parece ir de programas y eslóganes y batallas culturales, y no: va de hacer luz de gas a los ciudadanos. Así, tenemos a nuestros dirigentes o futuros dirigentes trabajando, no para que seamos felices, sino para que estemos tensos, irritados, furiosos, aterrados; para que odiemos y votemos, para que nos peguemos entre nosotros y votemos; para hacer real el fingimiento de su propia sobreactuación. ¡Si hasta hemos perdido amigos por la dichosa política mientras los políticos no hacen más que ganarlos! Qué suerte tienen, queridos lectores. Sales diputado, vas al Congreso, ganas 5.000 euros al mes, no das un palo al agua y, de paso, amplías tu círculo social. Un facha por aquí, un chequista por allá, un separata, una etarra... Creíamos que al Congreso iban 350 españoles a sacar adelante un país y a lo que iban era a sacar adelante sus propias fiestas de cumpleaños. ¿Quién trae los globos de colores esta noche, el facha o el etarra?

Vergüenza y silencio

Porque para nosotros todos son 'fachas', 'etarras', 'bolivarianos', 'perroflautas', 'pijos', 'franquistas', 'piojosos', 'corruptos', 'destructores de un país'... Pablo Iglesias puede reír con Iván EdlM y Rufián llevarse de maravilla con media bancada del PP, pero yo tengo que elegir odio, disculparme si viene gente a casa y ve por la ventana muchas banderas de España en los edificios de enfrente, cuidarme de no decir que me cae bien Andrea Levy porque si no mi novia cree que soy facha, cuidarme de no decir que me cae bien Errejón porque si no mi exnovia cree que soy algo mucho peor: un hípster; tenemos que saber lo que vota el vecino para, en su caso, dejar de darle los buenos días y mirarle con desprecio; tenemos que avergonzarnos y callar si, de pronto, algo que dice un político al que nunca votaríamos nos parece sensato. Estamos todo el día alterados por el qué dirán ideológico mientras los propios políticos disfrutan de la sabiduría secreta más evidente: que se puede ser buena gente votes a quien votes.

Nos alteramos por el qué dirán ideológico mientras los políticos disfrutan de la sabiduría secreta: puedes ser buena gente votes a quien votes

Pues decidlo, hijos de puta. Decid más que hay gente maja en todos los rincones del tablero, que nada tiene que ver una ideología con un carácter o un temperamento, que conviene de hecho tener amigos en Vox y en el Partido Comunista y en ERC y en el PP para darse cuenta de que las ideas pueden ser diferentes, pero la vida es exactamente la misma. ¿No podéis emplear más tiempo en educarnos para el respeto y la convivencia en lugar de aguijonear constantemente lo peor de todos nosotros? Qué bonito sería que nos levantáramos mañana y al poner la tele no nos preguntáramos: ¿a quién tengo que odiar hoy?, sino: ¿a quién tengo que comprender?

En mi caso, creo que hay demasiada gente de izquierdas en mi vida. Los tengo muy calados y son a todas luces un puñetero aburrimiento. Educación, consenso, diálogo... bolsas de plástico. ¡Qué muermo! Necesito votantes de Vox que quieran ser amigos míos; necesito un poco de rock and roll. Fachas, hagamos fiesta en casa. Al parecer, sois muy graciosos.

El hecho es este: los políticos pretenden que nosotros nos odiemos mientras ellos toman copas y echan unas risas en la cafetería del Palace. Es difícil formularlo de una manera menos ofensiva, empezando por lo del Palace. Hace poco, hemos visto a Pablo Iglesias descojonarse junto a Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, que es un tipo graciosísimo. Inés Arrimadas también andaba por allí, atenta al buen humor del portavoz de Vox. Caramba, yo también quiero charlar un rato con Iván Espinosa de los Monteros, que me cuente cosas divertidas y volverme a casa pensando que es un tipo estupendo. ¿Cuándo quedamos, tío? ¡Hazme reír como a un comunista, como solo tú sabes!

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