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Todo lo que siempre quiso saber sobre las ideas modernas y no se atrevió a preguntar
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Alberto Olmos

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Todo lo que siempre quiso saber sobre las ideas modernas y no se atrevió a preguntar

Titania McGrath satiriza en 'Woke' el catálogo del victimismo identitario de nuestro tiempo

Foto: Manifestante en Uruguay el pasado 8 de marzo. (EFE)
Manifestante en Uruguay el pasado 8 de marzo. (EFE)
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Una forma muy recomendable de ponerse al día sobre el pensamiento contemporáneo es esperar a que alguien se ría de él. La ventaja de esta estrategia de postergación es que te ahorras el desgaste intelectual de tomarte en serio auténticas chifladuras. Y, encima, te ríes. Si no le suenan de nada palabras como 'woke', 'wokeness', 'interseccional' o 'cisgénero', precisamente 'Woke' (Alianza), de Titania McGrath, es su libro. En solo 150 páginas, el autor (luego vamos con eso) le dejará claro que vivía usted muy feliz —y sin hacerle daño a nadie— ignorando toda esta palabrería.

Hace tiempo que tengo instalado en el cerebro una especie de mecanismo ensordecedor. Cada vez que alguien habla gustándose, con complicación y desdén, saltando de una palabra de nuevo cuño a otra palabra recién inventada, desaparezco, no presto atención, es como si hablaran otro idioma para otro día en otro lugar. He conseguido que la jerigonza sea indistinguible del silencio o, contradictoriamente, del ruido que hace el camión de la basura cuando pasa por la calle. Son las “brillantes oscuridades” que denunciaba Steiner o, con parecida semántica, lo que criticaba ya Lucrecio hace 20 siglos: “Celebrado / por su oscuro lenguaje entre los griegos/ superficiales, más que por los sabios /que buscan la verdad: porque los necios/ aman y admiran más lo que está envuelto/ en misteriosos términos”.

Estos misteriosos términos suelen acuñarse desde la prefijación, no sabe uno muy bien por qué. La prefijación, por norma general, hay que ponerla en cuarentena, a ser posible durante 20 años. Pospoesía, posporno, poshumor... Al final todo es, en efecto, postureo. Heteropatriarcado, cisgénero, interseccionalidad... Cuando leo estos vocablos, me doy cuenta de lo bien que está hecha la palabra 'agua'.

placeholder 'Woke' (Alianza).
'Woke' (Alianza).

'Woke' repasa uno por uno todos los debates de nuestro tiempo a condición de que no tengan nada que ver con llegar a fin de mes, pues obviamente esos se consideran los debates importantes. ¿No es apropiacionismo cultural que el cocinero Jamie Oliver traiga una salsa de Jamaica y la use en sus platos en Inglaterra?, por ejemplo. ¿Quién no se siente concernido hasta la médula por semejante polémica? El machismo, el racismo, la transfobia y la homofobia cuando son de baja o nula intensidad, así como el terrible acoso que sufren las personas obesas, tienen un capítulo exclusivo en este libro. Nunca hubo una sociedad en Occidente que pusiera tanto cuidado en integrar, respetar y valorar la diferencia como la nuestra, motivo por el cual nos vemos a nosotros mismos como las peores personas que han pasado nunca por el planeta Tierra. Efecto Tocqueville, creo que lo llaman.

Este volumen satírico lo firma Titania McGrath, pseudónimo del cómico Andrew Doyle. En la última garita de la última frontera de la libertad de expresión y del sentido común, está siempre un cómico de guardia. También es verdad que muchas de las ideas de moda solo pueden contrarrestarse riéndose de ellas. Es simplemente imposible discutir desde la seriedad con tanto fanático. Como dice Titania: “Esa es la maravilla de las políticas identitarias; nunca tienes que explicarte, ni desarrollar las ideas para formar un argumento razonado”.

“Esa es la maravilla de las políticas identitarias; nunca tienes que explicarte, ni desarrollar las ideas para formar un argumento razonado”

Doyle se traviste de Titania McGrath para dibujarnos a una activista pasada de vueltas, autocomplaciente y radical hasta el despiporre: “Como feministas, tenemos la responsabilidad de creer a las mujeres. Hay demasiado en juego. Si no creemos a Roxanne, otras mujeres que no han sido golpeadas no tendrán el valor de denunciar”. Y también: “Si no eres feminista, no eres realmente una mujer”.

Doyle opina con conocimiento de causa sobre la comedia 'standup': “Como dijo la galardonada comediante Hannah Gadsby, la comedia en vivo es 'una expresión artística diseñada por hombres para hombres'. Gadsby es la pionera de una nueva ola de valerosas cómicas feministas que están subvirtiendo el género a base de no hacer reír a nadie”.

Celebridades millonarias

'Woke' abunda en la curiosa circunstancia de que, cuanto más privilegiado es tu origen social, con más dramatismo debes describir el infierno que es tu vida: “Otra activista que no permite que sus acomodados orígenes la distraigan de la opresión es Munroe Bergdorf”. “Una de las reglas no escritas de la democracia es que cualquier referéndum puede ser anulado si así lo solicita un número suficiente de celebridades millonarias”, opina sobre el Brexit.

Lo iluminador de este ensayo, en realidad, es que, fuera del Brexit, de todos esos nombres de famosos y activistas que a los españoles quizá no nos suenen y de la campaña que parece que hay en el mundo anglosajón por preservar el amor propio de la gente con sobrepeso, 'Woke' analiza con precisión milimétrica la realidad española en lo que a debates o polémicas sociales se refiere. Es decir, somos patéticos. No hay nada de lo que dice nadie en España sobre nada que no sea copia de algo que ya ha sido dicho en Londres o Nueva York o Los Ángeles, desde “hay que creer a las mujeres” a “no te disfraces de negro por carnaval”. Si en España llegáramos a los debates por nosotros mismos, por lo menos seríamos dueños de nuestros delirios, pero son todos debates importados, frase a frase, gesto a gesto, eslogan a eslogan, desde el otro lado del Atlántico.

Cuando Soto Ivars o el que esto escribe exponemos nuestras dudas, nos rompemos la cabeza para entender, para razonar y para convencer

Por ello, resulta irónico que se demande más respeto para cada identidad concreta y al mismo tiempo no se pueda debatir de otra cosa que de lo que debaten en Estados Unidos, sin aportar además ni una sola idea original al asunto. En este sentido, se me antoja demoledor para estas teorías posmodernas que su núcleo irradiador sea único (Estados Unidos), mientras que las críticas o contra-argumentaciones sí se producen desde varios entornos y con independencia y hasta un punto de valentía. Es decir, cuando Irene Montero o Carmen Calvo hablan de feminismo, no saben lo que dicen, solo 'papagayean' nociones leídas en medios o 'papers' estadounidenses; cuando Soto Ivars o el que esto escribe exponemos nuestras dudas sobre algún aspecto de la cuestión, nos rompemos la cabeza para entender, para razonar y para convencer. Esta diferencia gigantesca en cuanto a procesos argumentales resulta crucial para analizar el fanatismo de muchos 'wokes': su intolerancia y autoritarismo les son imprescindibles para no quedar en evidencia. Si dejan de gritar, no hay nada.

Una forma muy recomendable de ponerse al día sobre el pensamiento contemporáneo es esperar a que alguien se ría de él. La ventaja de esta estrategia de postergación es que te ahorras el desgaste intelectual de tomarte en serio auténticas chifladuras. Y, encima, te ríes. Si no le suenan de nada palabras como 'woke', 'wokeness', 'interseccional' o 'cisgénero', precisamente 'Woke' (Alianza), de Titania McGrath, es su libro. En solo 150 páginas, el autor (luego vamos con eso) le dejará claro que vivía usted muy feliz —y sin hacerle daño a nadie— ignorando toda esta palabrería.

Irene Montero