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Machos, tíos, antidisturbios y ositos de peluche
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Alberto Olmos

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Machos, tíos, antidisturbios y ositos de peluche

La extraordinaria serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña genera polémica al retratar sin complejos la masculinidad menos moderna

Foto: 'Antidisturbios'. (Movistar+)
'Antidisturbios'. (Movistar+)
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Hablar de 'Antidisturbios' sin recordar que no es una serie que pueda ver todo el mundo se me antoja poco elegante. 'Antidisturbios' es una serie que pueden ver los abonados a Movistar y aquellos que conozcan a un abonado a Movistar que pase las claves para visionarla 'online'. También supongo que puede piratearse. A pesar de ello, desde el día de su estreno, el pasado viernes, hubo gran revuelo en Twitter, como si todo Twitter pudiera permitirse Movistar y perder el tiempo, y luego Netflix y sentirse ofendido. Movistar y Netflix, perder el tiempo y sentirse ofendido retratan hoy la buena vida.

La primera reacción reseñable en las redes sociales sobre la serie creada por Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen la resumía bien un tuitero al afirmar que el 50% de la gente consideraba que se estaba “blanqueando” a los antidisturbios y el otro 50% que se les estaba estigmatizando. Esta opinión ambivalente tiene que ver con el primer capítulo de 'Antidisturbios', donde una unidad de esta policía extrema debe proceder a lanzar un desahucio. Siendo uno de riesgo, en lugar de acudir tres 'furgonas' se moviliza solo una. Dentro de la casa a desalojar esperan más de 20 vecinos con intención de detener la ejecución. El jefe de los antidisturbios se dirige a ellos con suma educación, y ellos le responden con suma educación y le exponen los motivos de su entorpecimiento de la ley. El jefe de antidisturbios pide en dos ocasiones al secretario judicial que llame al juez para ponerle en situación, pero el juez ordena llevar a cabo el desahucio de todas formas. Entonces aumenta la tensión, se suceden los insultos, los empujones, las sacas de vecinos a rastras de la casa, y finalmente un accidente donde una persona muere.

A partir de esta premisa narrativa se desarrollará la serie. Asuntos Internos (Vicky Luengo) investiga a los antidisturbios, con bastantes ganas de que sean culpables de aquella muerte; los antidisturbios tratarán de salir airosos del trance, no siempre de manera limpia; sus vidas privadas —no muy equilibradas de por sí —se ven azotadas por los vaivenes de la investigación. La cosa empieza a enredarse al punto de que aparece un mefistofélico Villarejo, con boina y todo. También sale Ferreras.

“Basura”

Esta misma semana, coincidiendo con que muchos seguidores de la serie habrían llegado ya al capítulo dos, tres o, quizá, terminado la serie en un maratón de domingo, varias asociaciones de policía mostraron su malestar por el retrato que en ella se hace de la Unidad de Intervención Policial. Jupol tuiteó directamente que la serie “era basura”. SUP dijo que los antidisturbios eran “personas normales”, no “drogadictos”. Por su parte, Juan Carlos Girauta se preguntaba por qué atacaba Movistar a la policía. Gabriel Rufián, sin embargo, celebraba la serie y apuntaba que no era ficción, sino un documental.

Hay que detenerse en esta pulla del diputado de ERC, pues en buena medida representa la mezcla de ignorancia y tendenciosidad con que se está visionando 'Antidisturbios'. Al calificarla de documental, Rufián viene a decir que la serie es verdad, y que los antidisturbios que allí aparecen son los que, sin ir más lejos, se enviaron a Barcelona hace un año. Algunos esnifan cocaína, ninguno lee, todos tienen vidas familiares problemáticas; beben; uno acosa a una compañera que no quiere seguir acostándose con él. Todos son de sangre caliente, gritan o golpean cosas a la mínima oportunidad, o están dispuestos a pegarse con el de enfrente por nada. Son vengativos. Son, también, noblotes.

Rufián viene a suponer que los documentales se hacen para contar lo que pasa, sin el concurso de la imaginación o la fantasía. Es al revés. Los documentales se hacen para sostener una tesis previa, de modo que si Rufián mismo hiciera un documental sobre Inditex, la empresa de Amancio Ortega sería una máquina de defraudar impuestos y de explotar niños en el Tercer Mundo; y si el documental lo filmara Pablo Casado, esa misma empresa sería un ejemplo de modernidad, esfuerzo y mérito que además ha creado decenas de miles de puestos de trabajo en España. Por eso las ficciones son a menudo más verosímiles que los documentales, porque son más complejas.

La ficción no busca la verdad, sino el sentido. Quiere comprender

Asimismo, Girauta y las asociaciones de policías se equivocan al ver en la serie un ataque contra las unidades de antidisturbios. Entender que la aparición de un antidisturbios metiéndose cocaína destruye la reputación de este cuerpo es exactamente igual de pánfilo que entender que una periodista acostándose con un agente del FBI para sacarle información ('Richard Jewell', 2019, Clint Eastwood) supone llamar putas a todas las mujeres periodistas. Obviamente, habrá antidisturbios que se metan cocaína, como habrá diputados de ERC, Podemos, PP o PSOE que se meten cocaína o pegan a sus mujeres o roban o mienten o son infieles o, no sé, enchufan a sus amigos con sueldos millonarios. La ficción no busca la verdad, sino el sentido. Quiere comprender. Así, 'Antidisturbios' no sirve para saber cómo son estos tíos, sino para entenderlos.

Un favor

Es ahí, justamente, donde me atrevo a decir que la serie le hace un favor extraordinario a este cuerpo policial. Acostumbrados a ser cascos sobre los que llueven piedras y porras que miden lomos de ciudadanos desarmados, Sorogoyen los muestra desnudos, humanos, masculinos. Después del primer capítulo, casi no hay acción policial, salvo una secuencia (inolvidable) en el marco de un encuentro de fútbol en el Bernabéu. Al margen de la trama delictiva que va aflorando, lo que vemos son pequeñas escenas cotidianas de una delicadeza, una verdad y una emoción fascinantes. Hombres que ya han dejado atrás los 40 y no saben cómo encajar las piezas de su vida. Divorcios, achaques físicos, soledad, hijos que no les hablan, suegros que tratan de sustituirles en la crianza, exmujeres que los desprecian. Viviendas sórdidas, alcohol, miedo al paro, obesidad.

Solo hay un varón delicado en toda la serie, el novio de Vicky Luengo, y es imposible para ella ponerse a follar con semejante muermo

'Antidisturbios' es una serie sobre esa masculinidad que ya no sale en los periódicos, sobre los tíos, los machos, los hombres duros y poéticos. Solo hay un varón delicado en toda la serie, el novio de Vicky Luengo, que le hace una cena distinta en cada capítulo y le masajea los pies y la quiere tanto y con tal mansurronería que es imposible para ella ponerse a follar con semejante muermo.

Hay una escena en concreto, rodada en un solo plano de 15 minutos, donde los seis amigos de la unidad cenan y toman copas en un restaurante medio vacío, y donde esa masculinidad queda dibujada con tal precisión que resulta increíble, pues ni Sorogoyen ni Isabel Peña deben de proceder de Alcorcón o Usera, ni tener ahora mismo muchos amigos que adoren las motos por sobre todas las cosas o que nunca lean un libro o vean siquiera series en Netflix. Sin embargo, lo clavan. Hombres orgullosos y violentos, pero leales; sin cultura ni mucho vocabulario, pero emotivos; dados a insultarse y burlarse unos de otros, pero tan excesivos en sus afectos mutuos que, por momentos, uno diría que son todos gais. Hombres, también, usados y desechados como latas vacías por sus jefes, sus mujeres, el Estado, otros hombres más listos y poderosos que ellos; y a los que nadie va a defender nunca.

Hablar de 'Antidisturbios' sin recordar que no es una serie que pueda ver todo el mundo se me antoja poco elegante. 'Antidisturbios' es una serie que pueden ver los abonados a Movistar y aquellos que conozcan a un abonado a Movistar que pase las claves para visionarla 'online'. También supongo que puede piratearse. A pesar de ello, desde el día de su estreno, el pasado viernes, hubo gran revuelo en Twitter, como si todo Twitter pudiera permitirse Movistar y perder el tiempo, y luego Netflix y sentirse ofendido. Movistar y Netflix, perder el tiempo y sentirse ofendido retratan hoy la buena vida.

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