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Cuando la peste se combatía quemando iglesias
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Alberto Olmos

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Cuando la peste se combatía quemando iglesias

Andrea Camilleri fabula sobre el extraño caso del campesino que acabó reinando en una ciudad italiana

Foto: Detalle de portada de 'El rey campesino', de Andrea Camilleri, en Destino.
Detalle de portada de 'El rey campesino', de Andrea Camilleri, en Destino.

Andrea Camilleri nos dejó en 2019 a los 93 años tras publicar más de 93 libros de los cuales yo no había hojeado ni siquiera uno. La mayoría de ellos se escribieron cuando el autor alcanzó la juventud, esto es, los 70 años, pues desde la década de los noventa (el escritor nació en 1925) la producción de Camilleri se desata, se multiplica, nos acosa, cuatro o cinco libros por año, léeme, soy viejo, jubilado de la vida pero rampantemente jovial en la literatura, estoy escribiendo 2.000 páginas por año, amigo. ¿Cómo no me lees?

Es fascinante ser ese lector que alguien no tiene. A lo mejor hay un escritor por ahí que escribe endemoniado por el capricho de que un lector, uno solo que le ignora, le haga caso. Sería sentimental —casi cursi— pensar en la literatura, no como un escribir para todos, cuantos más mejor, sino como un escribir para uno solo, ese que —coquetamente— nos desplanta.

placeholder Andrea Camilleri. (EFE)
Andrea Camilleri. (EFE)

Luego tenemos a la editorial Destino, que Dios guarde. ¿Cuándo dejamos de leer Destino? Seguramente el sello no lo ha notado, vende mucho y va viento en popa, pero, en un momento dado, todos los que en los noventa considerábamos Ediciones Destino el sello con mayúsculas de la literatura en español desertamos de leerlo y nunca más volvimos a mirar siquiera sus libros. Esto sucedió hacia 2004 o por ahí, coincidiendo con algún Nadal dado a un libro con pamelas.

placeholder 'El rey campesino'. (Destino)
'El rey campesino'. (Destino)

Así que 'El rey campesino' (Destino, claro) supone un reencuentro doble: con el autor desamado y con el sello que dejamos de amar. (Uso el plural porque queda menos psicópata). De hecho, este año he leído con gusto varios libros de Destino, como 'Antes de las cinco en casa', de Albert Forns Canal, y gente que también había abandonado el sello me anda recomendando 'Resina', de Ane Riel. Queda mucho para recuperar esa pátina deslumbrante de la segunda mitad del siglo XX, pero es agradable volver a una casa donde se leyó tanto.

Sexo y trigo

'El rey campesino' nos llega desde el año 2001 (fecha de su edición original) para llevarnos aún más atrás, a 1670, a la vida y aventuras de Zosimo, monarca agropecuario. En realidad, su condición regia no llega hasta casi el final del libro, y lo que contemplamos antes es todo un abanico de historias fantásticas, picarescas, fabulosas e incorrectas. Con sexo a mansalva.

Camilleri escribe de mano maestra sobre las vidas de los pobres y los curas, los virreyes y los nobles, en castillos un poco como del porno ese que se hacía en castillos y muchos alimentos de la tierra usados como moneda de cambio. El tono del libro es salaz, como nos imaginamos muchos esta época por culpa —va dicho— de ese porno 'soft' que se rodaba poniendo a los actores un jubón y unos escarpines, que se quitaban luego en el corral y la alcoba.

Contemplamos antes todo un abanico de historias fantásticas, picarescas, fabulosas e incorrectas. Con sexo a mansalva

El propio nacimiento de Zosimo, muy rocambolesco, tiene que ver (escuchen) con su padre obligado a dejar embarazada a la mujer del aristócrata en una larga noche de coitos sucesivos y al hecho de que luego —habiendo resuelto el encargo con éxito— le quedaba fuerza para satisfacer también a su propia esposa, de modo que engendró dos hijos el mismo día, uno vil, y otro, Zosimo, extraordinario.

Habla pronto, Zosimo, es listo y comunista; quiere decirse que defiende al pueblo, así que a lo mejor comunista no es la palabra. Aquí el autor nos regala numerosos lances de ingenio, tretas para sobrevivir a la tiranía y a la crueldad del poderoso, como llenar de agua, y solo un poco de aceite, los toneles de aceite que pide el virrey, para no quedarse sin nada en los hogares.

Y llega la peste, también, lo que, junto a la pobreza descrita y las tensiones sociales más reconocibles, conduce al lector a pensar en este presente de pandemia. No sabían de la peste en el siglo XVII más de lo que sabíamos nosotros del coronavirus en mayo, lo que no es poco triste. Van entendiendo que las reuniones de mucha gente la propagan, pero algunos no quieren prohibir las misas —el 8-M de Dios—, así que Zosimo, alegremente, prende fuego a todas las iglesias de la ciudad, y salva muchas vidas. ¿Cómo no hacerle rey?

Leyendo esta novela divertidísima y voraz (que me ha recordado 'Las mentiras de la noche', de Gesualdo Bufalino, por cierto) he pensado en cómo una época sobrevive en el recuerdo por sus creencias, y no por los hechos ciertos. Es decir, aquí hay brujerías y conjuros, fe mágica en Dios, milagros y maravillas porque entonces creían que existían, de modo que nuestro retrato del siglo XVII siciliano en una novela del siglo XXI viene a corroborar que existió esa magia, cuando en rigor lo mágico no ha existido nunca.

De modo que nos queda pensar cómo nos contarán a nosotros, ciudadanos del siglo XXI, dentro de 400 años, y si no será también por nuestras obsesiones y 'relatos', por todo lo que creemos que somos, y no por lo que realmente nos sucedió en esta vida.

Andrea Camilleri nos dejó en 2019 a los 93 años tras publicar más de 93 libros de los cuales yo no había hojeado ni siquiera uno. La mayoría de ellos se escribieron cuando el autor alcanzó la juventud, esto es, los 70 años, pues desde la década de los noventa (el escritor nació en 1925) la producción de Camilleri se desata, se multiplica, nos acosa, cuatro o cinco libros por año, léeme, soy viejo, jubilado de la vida pero rampantemente jovial en la literatura, estoy escribiendo 2.000 páginas por año, amigo. ¿Cómo no me lees?

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