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Pedro Sánchez, por Francisco Umbral
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Alberto Olmos

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Pedro Sánchez, por Francisco Umbral

¿Cómo abordaría Umbral la figura del actual presidente del Gobierno?

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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Yo vine de Valladolid a Madrid para triunfar, cuando aquí hay gente a la que le vale con resistir. Resistir es una manera menor de andarse por la vida, pues se resiste cualquier cosa, incluso el éxito. Primero hay que tener éxito para poner en práctica feliz la resistencia, si no uno puede ser muy resistente de bedel o farmacéutico, que luce menos. Ese éxito desde el que resistir pueden darlo el azar, la podredumbre o unas elecciones generales. También todo junto. Pedro Sánchez, o sea.

Pedro Sánchez, galán de cine cerrado que conserva aún el cartel de cuando entonces, preside un país que también va cerrando, haciéndose primero multicine, en varias lenguas, y luego ya notarías y negocios, cosas estancas. Pedro Sánchez, que es muy guapo y por eso hay que decirlo dos veces, despacha cada día su propia taxidermia, pues la gente va a verle a cambio de que le dejen como está, parado en un trono de pandemia y cambalache. Pedro Sánchez, en fin, quiere ser como Glez, solo que ahora decir Snchz incluso mola, como amanera la juventud, que no se sabe las vocales. Es un presidente que quiere estar de presidente más de lo que estuvo el que más estuvo de presidente, decimos.

El convoluto es monumental y yo, que me reí de Felipe, por lo menos era capaz de seguir sus andanzas en los papeles. O mayoría absoluta o CiU. Esa era la política en mi tiempo, no había que andar hablando con señores de Teruel, coño. Los señores de Teruel siempre salen de su pueblo para llevarle un 'souvenir' a la señora, y ese 'souvenir' somos nosotros.

Atacar el retrato a vuelapluma de Sánchez es terrible, y no porque se mueva mucho, sino porque está siempre quieto

Atacar el retrato a vuelapluma de Sánchez es terrible, y no porque se mueva mucho entre pincelada y pincelada, sino porque está siempre quieto. No se puede tocar el alma del que hace de la quietud su administración de vida. ¿Qué momios quiere Pedro Sánchez? ¿Adónde va su sangre? ¿Qué riego de la Historia quiere apacentar?

De momento, va edificando una tesis novísima del trueque, ese cambiar cosas por cosas sin que medie otra divisa que la voluntad venal. Antes del dinero había algo peor: el deseo de tener lo que no había modo alguno de tener. El trueque era una gallina por un saco de trigo, una rueda de carro por un azadón; o una rueda de carro por el carro entero, si eras imbécil. Con Sánchez, en España, hoy se ha inventado el trueque otra vez, y es fenomenal.

Cambio un apoyo a los Presupuestos por un cuartel del ejército; cambio otro apoyo a los Presupuestos por un programa de televisión, o cambio otro apoyo más desde Cataluña por un poquito de sal en los ojos de Madrid, fiscales y con marquesas. ¿Qué es esto? Antes se pedía dinero por todo, partidas presupuestarias, como es lógico y muy suyo, respetable. Ahora se pide la Luna y Pedro Sánchez tiene lunas para todo el mundo. Es Júpiter, Pedro Sánchez. Una galaxia de sueños planetarios a razón de un viernes más en la Moncloa.

Yo ya tengo ganas de otras elecciones para saber qué nos queda del país, el acueducto de Segovia, la tortilla de patatas y poco más

Para llegar a los 14 años de Glez, Sánchez va a tener que proponer España entera a media España, una playa a Teruel, de Cádiz mismo, un trabajo a mil cuñados, la Corona del otro Felipe al otro Pablo Iglesias (ahora hay dos; de todo hay dos en el siglo en que me he muerto, y Francisco Umbral ya no hay ni uno), la Real Academia Española de la Lengua habrá al final que quemarla (esto me parece muy bien), y hablar español nos costará dinero, por soberbios. Yo ya tengo ganas de otras elecciones generales para saber qué nos queda en los bolsillos del país, el acueducto de Segovia, la tortilla de patatas y poco más. Ni Ramoncín nos queda, pollo frito.

Pero aquí venimos, recitados/resucitados, a entender al que preside, su alma coloquial de junco en los madriles. ¿Qué tiene Sánchez por de dentro, como el sueño de Quevedo? Un papel que me llegó al infierno (“Umbral, buen escritor, mala persona”), de un tal Jabois, gallego como se debe, sintáctico, me iluminó sobre un personaje de 'dibus' amarillos llamado Burns, cuya frase cimera en ese entretenimiento cutre era: “Cambiaría todo lo que tengo por un poco más”. Todo el dinero del mundo tenía el millonario Burns, y todo lo cambiaría por ese poquito de dinero que no tenía.

Sánchez, lo mismo. Cambiaría todo el poder que tiene, no por más poder, sino por más tiempo en el poder. Sería capaz de ser presidente del país sin mandar siquiera, solo siendo presidente del país, maniquí gili. Está dispuesto a que okupen la Moncloa si eso le permite decir que él sigue viviendo allí, desde el jardín y mirando por el cristal cómo le recolocan los sofás. Si el poder es suyo, no le importa siquiera detentarlo, basta con que su cara dé relieve a las monedas.

Me parece bien. Todo es maldad. Yo hice la crónica de la Transición para ponerme por encima de ella, como el relieve en las monedas, va dicho. Lo más profundo es la piel, determinó finamente Valery, aunque esto siempre haya sido una chorrada. Lo más profundo es la vanidad, y hasta muerto el hombre no es otra cosa que el espectro de su vanidad.

Yo vine de Valladolid a Madrid para triunfar, cuando aquí hay gente a la que le vale con resistir. Resistir es una manera menor de andarse por la vida, pues se resiste cualquier cosa, incluso el éxito. Primero hay que tener éxito para poner en práctica feliz la resistencia, si no uno puede ser muy resistente de bedel o farmacéutico, que luce menos. Ese éxito desde el que resistir pueden darlo el azar, la podredumbre o unas elecciones generales. También todo junto. Pedro Sánchez, o sea.

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