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El poliamor está bien, pero es mejor el divorcio
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Alberto Olmos

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El poliamor está bien, pero es mejor el divorcio

La quiebra del sistema de parejas tradicional puede tardar bastante

Foto: ¿Poliamor? (iStock)
¿Poliamor? (iStock)
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Como el matrimonio y la pareja tradicional han durado varios siglos, es evidente que no funcionan. Una alternativa es el poliamor. El poliamor consiste en pluralidades. Tienes varios afectos mayores, sexo con otras personas, perfectamente consentido y hasta retransmitido: hay que contarlo. Luego el número de esa pluralidad depende de lo grande que sea tu corazón, si tienes mucho amor ahí dentro.

El poliamor lo ponen de moda los que no conocen nada mejor. Esto es, los que no conocen el divorcio. Hay que ser joven o, precisamente, muy fiel para pensar que a lo mejor el poliamor mejora la última oferta de la Humanidad. Cuando te divorcias, comprendes que es mejor cambiar el producto que llenar el carrito. Si esto les ha parecido crudo y feo, calculen mi romanticismo.

Foto: Los dos "amores necesarios" en 1945. (Cordon Press)

El poliamor, decimos. Yo sé algo de poliamor a fuerza de envidiar a mis amigos poliamorosos, cuando salía por el Madrid de los modernos, que ahora están todos queriendo niños, otro poliamor, sí, pero menos de revista.

El poliamor era, primeramente, un abuso. Gente que apenas podía encontrar pareja veía a otros reclamar al mundo tener más de una. ¿Qué coño es esto?, pensaban los pobres hombres y las pobres mujeres ansiosas de lo que cifró con esmero aquella canción de Niños Mutantes: mano parque paseo. Quiere decirse que nunca hemos hecho la revolución del amor para todos y ya estamos haciendo la de más amor para los mismos (“En España, no es que se folle poco, es que siempre follan los mismos”, Umbral).

"En España, no es que se folle poco, es que siempre follan los mismos" (Umbral)

Envidias al margen, monopolios sexuales también al margen, tenía uno la sensación de que el poliamor era muchas veces una infidelidad disimulada. Las parejas eran abiertas para que los cuernos fueran de mentirijilla, y no de lo que sea que son los cuernos de verdad. Anunciar que se es pareja abierta suponía anunciar que ahí no había pareja ni nada, y que la gente lo supiera para que no anduviera en habladurías y burlas. Obviamente, todos somos pareja abierta alguna vez por si cuela, que normalmente no cuela.

Luego teníamos a los poliamorosos profesionales, asociados, con grupo en Facebook. Estos iban muy en serio en su deseo de complicarse la vida, complicar el mundo y llegar hasta el final de su proyecto, que era tener hijos aun siendo poliamorosos. Esta gente me caía bien. Tenían discurso, sensibilidad y casi parecía que no tenían sexo, sino una ONG de quererse mucho varios. Un poco cursis sí que eran.

Poliamor sin futuro

El caso es el que poliamor como forma final de hacer la especie humana tiene poco futuro. No porque no despierte toda nuestra simpatía, sino por la estrechez del tiempo. No tiene uno tiempo de ser infiel a uno, va a tener tiempo de ser infiel a dos. Hay que tener mucho tiempo libre para hacer poliamores, y mucho tiempo libre solo tienen dos personas en el mundo: los jóvenes y los ricos. Todos los que no somos ni jóvenes ni ricos estamos en lo tradicional porque es lo que, a fin de cuentas, cabe en el día. Lo que llamamos tradición o costumbre no es otra cosa que la gran Marie Kondo del tiempo. Marie Kondo te ordena un cajón y la costumbre te ordena todo lo demás. No cabe duda de que refundar la civilización, aunque solo sea por sus patrones sexuales, no se hace con toda garantía un domingo por la tarde siguiendo un hilo de Twitter. Ya decíamos más arriba que el matrimonio lleva desapareciendo 10 o 20 siglos.

Te acuestas con otra y tu novia no se enfada, sino que se siente muy moderna

Divorciarse mola más que los poliamores, porque comenzar de cero es más grato que llevar a la vez varias cuentas. La realidad del poliamor, hechas las excepciones, es que acabas añorando serle infiel a alguien, que es lo que mantiene viva la pareja. O sea, la posibilidad de fracasar. El poliamor es como la poligamia cuando es legal, que resulta demasiado legal. Te acuestas con otra y tu novia no se enfada, sino que se siente muy moderna. Ya solo queda discutir porque alguien no ha fregado los platos.

La poligamia, ojo aquí, no consiste en que un hombre pueda elegir varias esposas, sino que un hombre no pueda abandonar a ninguna. Lejos de ser un harén, la casa del polígamo es un museo vivo de su periplo amoroso: según van envejeciendo las esposas, se contraen nuevos matrimonios. Da un poco de miedo pensarlo.

El poliamor pinta parecido. Como a ese novio o novia le tienes mucho cariño, no le dejas, sino que le arrastras durante varios años en los que te acuestas con otra persona que obviamente te gusta más que el primero. Ahí llegan las cuentas que les digo: si pasas más tiempo con él que conmigo, si ella te ocupa el verano y no yo, si los chistes que contáis a mí no me hacen gracia. ¿De qué habláis? Ojalá fuera todo follar, pero la vida consiste también en poder volver a casa.

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Como el matrimonio y la pareja tradicional han durado varios siglos, es evidente que no funcionan. Una alternativa es el poliamor. El poliamor consiste en pluralidades. Tienes varios afectos mayores, sexo con otras personas, perfectamente consentido y hasta retransmitido: hay que contarlo. Luego el número de esa pluralidad depende de lo grande que sea tu corazón, si tienes mucho amor ahí dentro.

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