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Cuando haces tu primera factura de autónomo acabas de echar tu vida a perder
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Alberto Olmos

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Cuando haces tu primera factura de autónomo acabas de echar tu vida a perder

Los tres millones de asalariados por cuenta propia son casi invisibles y se muestran incapaces de articular quejas colectivas

Foto: Un bar cerrado en Valencia. (EFE)
Un bar cerrado en Valencia. (EFE)
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Uno se hace autónomo sin darse mucha cuenta, más o menos como se cae en la droga. La cosa empieza después de la facultad, con las primeras facturas. Si estudiaste periodismo u otras carreras que permiten la labor puntual (la 'colaboración', el 'servicio', la 'chapuza', 'unos diítas'), es fácil que sepas de qué hablo. La primera factura se hace con mucha ilusión, poniendo todo el amor del mundo y la plenitud de tu inteligencia. Parece que estés escribiendo una ley orgánica. Le pones el número 1. Acabas de echar tu vida a perder.

Sumando facturas, vas haciendo unos ingresos mensuales. De pronto, te das cuenta de que no sabes lo que eres, y alguien con 40 años en alguna redacción de revista sectorial te da la primera pista de lo confuso de tu estatus: "No hace falta que te des de alta como autónomo —te dice— si no facturas mucho dinero". ¿Cuánto será mucho dinero? Si la cuota sale por 300 euros, no parece lógico darse de alta cuando facturas 400, 600 o incluso 800. No digamos 200. Entonces, el Estado se llevaría la mitad de tus ingresos o más. En internet, afirman que el límite es el salario mínimo, que si ingresas por encima del SMI entonces es obligado hacerse autónomo. Pero también dicen en otro sitio que eso es un mito o, en todo caso, una componenda. Se entiende que el Estado no se dedica a perseguir y multar a gente que vive con 657 euros al mes.

Uno se hace autónomo sin darse mucha cuenta, más o menos como se cae en la droga

El autónomo, por lo general, no sabe mucho de burocracia. Se deja ir por los cauces de su vocación artística (fotógrafos, pintores, escritores... Todos estos son autónomos sin casi saberlo); si tienen un pequeño negocio, van de la mano de un gestor. También hay mucha gente a la que nadie le ha explicado nada. El autónomo, según yo lo veo, es un alma libre, solitaria, reconcentrada. No es extraño por tanto que el asociacionismo le quede muy lejos.

placeholder Manifestación de 'riders'. (EFE)
Manifestación de 'riders'. (EFE)

Al final, uno se hace autónomo. Antes se iba a una administración de la Agencia Tributaria y, luego, a la Tesorería. Te ponías en manos de los funcionarios y te dejabas empapelar. Es sonada la anécdota de que los escritores no tienen epígrafe IAE y son catalogados junto a los tintoreros y los alfareros. No sé yo si quedan muchos tintoreros en España; escritores, la verdad, hay demasiados. Cualquiera que se gane la vida escribiendo es un tintorero para Hacienda. Los guionistas, por ejemplo.

El paso hacia la legalidad lo da el autónomo, muchas veces, por sus padres. A los padres les da pena lo poco que ganas e insisten en que te des de alta para tener luego una pensión gracias a la cual les des menos pena cuando hayan muerto. Es una cosa que les obsesiona. A menudo tienes que mentir a tus padres y decirles que estás dado de alta cuando te diste de baja hace dos años. Hay autónomos que se dan de alta y de baja cada varios meses, y van juntando facturas sobre las mismas fechas, para saltarse algunas cuotas. Pasa mucho con los 'freelances'. Creo que esto ya lo persigue la ley.

El paso hacia la legalidad lo da el autónomo, muchas veces, por sus padres. Les da pena lo poco que ganas e insisten en que te des de alta

Ahora todo se ha digitalizado y las altas y bajas en Hacienda y Tesorería te las tienes que hacer tú mismo. No es fácil. ¿Qué sabe uno de derecho administrativo? Yo lo hice mal la última vez y acabo de recibir una bonita carta de la Tesorería General de la Seguridad Social: “Acuerdo de iniciación de oficio del procedimiento de revisión...”. Suena guay. Hay dos millones y medio de funcionarios en España y el autónomo tiene que ser funcionario de sí mismo. A lo mejor algún día las multas se las tendrán que poner también a sí mismos los propios conductores, y cada uno se renovará el DNI en casa, con la impresora.

Cuando el alta te la hacían los funcionarios, tardaban dos minutos. Ahora persiguen irregularidades que seguramente un funcionario resolvería en cinco segundos, poniendo la cruz en el sitio correcto. No es raro que tanta gente que gana apenas 1.000 euros al mes opte finalmente por pagar a un gestor.

Foto: Foto: Reuters/Albert Gea.

Me pregunto a qué se dedican ahora todos esos funcionarios que se tiraban mañanas enteras en la Tesorería de la Seguridad Social dando altas y bajas de lunes a viernes, sin parar. Seguro que están haciendo cosas importantes.

Infelices

Para escribir esta pieza, he hecho un poco de periodismo. Es decir, he pedido a la gente que me cuente lo infeliz que es. A autónomos. Uno que tenía un bar propio y ahora es camarero me dijo: “Es como salir de la droga. No te das cuenta de lo malo que es hasta que lo dejas”. Los cinco años que pasó detrás de la barra de su propio bar no existen, por ejemplo, para el INEM. Son cinco años perdidos. Otra que también salió de la droga me puso este símil, al tener por fin un contrato laboral después de 10 años: “Es como volver a respirar”. Y otra autónoma me habló de miseria, alquileres caros, inseguridad, ataques de nervios, desesperación, maltrato de las empresas con las que colabora y la sensación de estar trabajando siempre. "¿Cómo llegas a final de mes?", le pregunté a otro. “Como todos”, me dijo, “trabajando 12 horas al día”.

placeholder Manifestación de autónomos. (EFE)
Manifestación de autónomos. (EFE)

También encontré a un autónomo boyante, que ganaba unos 6.000 euros al mes. Para él, a diferencia del resto, los 300 euros de la cuota no eran un puñetazo en el ojo. Sin embargo, tenía unos gastos inamovibles, por motivos familiares, de 3.000 euros al mes. “No me puedo poner enfermo”, me dijo. Esa era su cruz: que no podía enfermar. Según parece, los subsidios de desempleo o por enfermedad están muy racionados para los autónomos, y apenas se conceden.

El “yo no me puedo poner enfermo” lo había oído yo toda mi vida, de hecho, a mi padre. Es verdad que apenas se puso enfermo e iba a trabajar con 40 de fiebre. Es tan sencillo como que los autónomos tienen unos clientes y, si tú no puedes atenderles y lo hace otro, nada les obliga a volver a ti cuando estés sano. Mi padre lleva cotizados más de 50 años, se ha saltado el contador de cotizar. Y pasados ya los 70, sigue trabajando. Para mí es toda una lección.

El “yo no me puedo poner enfermo” lo había oído yo toda mi vida a mi padre. Es verdad que apenas se puso enfermo e iba a trabajar con 40 de fiebre

La lección es que detesto trabajar. Odio hasta la palabra. No creo que haya nadie que odie más trabajar que los hijos de los autónomos. Un autónomo no tiene otra puta cosa en la cabeza que trabajar. Como hijo de autónomo con 50 años cotizados, considero que merezco no trabajar nunca. Es algo que he pensado muchas veces: mi padre ha trabajado ya hasta por mí. Mi familia ha aportado suficiente a este país. Denme un respiro.

placeholder La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

Pero aquí estamos, de autónomo. Como en el suicidio, el 70% somos hombres. Imaginen que el 70% fueran mujeres, entre los autónomos; o entre los suicidas. Seguro que, en estos tiempos, salíamos más en la tele.

Con el coronavirus, se ha hecho poco negocio. Yo creo que no se ha contagiado ningún autónomo salvo para morirse. Ponerse malo resultaba inviable. Como los autónomos no tienen partido político (son empresarios y obreros y se explotan a sí mismos, masoquismo ideológicamente inencuadrable), no hacen mucha fuerza en la vida pública. ¡Si paramos nosotros, se para el mundo! Imaginen un eslogan así, en los autónomos. Iba a ser la risa.

Uno se hace autónomo sin darse mucha cuenta, más o menos como se cae en la droga. La cosa empieza después de la facultad, con las primeras facturas. Si estudiaste periodismo u otras carreras que permiten la labor puntual (la 'colaboración', el 'servicio', la 'chapuza', 'unos diítas'), es fácil que sepas de qué hablo. La primera factura se hace con mucha ilusión, poniendo todo el amor del mundo y la plenitud de tu inteligencia. Parece que estés escribiendo una ley orgánica. Le pones el número 1. Acabas de echar tu vida a perder.

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