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Alberto Olmos

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Cristina Pedroche está preocupada por ti

Los ricos y famosos proponen que ellos ya han conseguido la igualdad, pues la entienden como un lujo

Foto: Cristina Pedroche. (Instagram)
Cristina Pedroche. (Instagram)
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Cristina Pedroche ha clarificado sus inclinaciones políticas diciendo sin más que es de Vallecas. Es una forma curiosa de tentar lo evidente. Como soy de Vallecas, un barrio humilde, votaré a la izquierda (no quedó claro si a Podemos, a Más Madrid o al PSOE). Lo obvio se puede articular de muchas maneras. Por ejemplo: como vivo en un chalé en Pozuelo —podría haber dicho también Pedroche, que supongo que vive por ahí—, ya podéis imaginar a quién votaré. O incluso: como me fui de Vallecas cuando gané dinero, lógicamente votaré por aquel que también abandonó el barrio cuando ganó dinero. Pedroche maneja unas lógicas deliciosamente intercambiables a fuerza de ser tan imbatibles.

Esto de que los ricos y famosos confiesen que son de izquierdas yo siempre lo he visto mal. Es como por hacer sangre. No solo soy rico, encima soy buena persona, vienen a decirnos. Si se limitaran a preservar su derecho a la intimidad ideológica (artículo 16.2 de la Constitución), afrontarían algo asombroso: que su voto, a pesar de disponer de un patrimonio de varios millones de euros, vale igual que el tuyo. Pero diciendo a quién votan, y peor, diciéndote a quién tienes que votar tú, dan a entender que votan muchas veces, que, por ser ricos y famosos, pueden votar, qué sé yo, 45.000 veces, si creemos que 45.000 personas van a votar a la izquierda como consecuencia de que Cristina Pedroche, el Gran Wyoming o Jorge Javier Vázquez entren en campaña.

Cristina Pedroche no se ha hecho rica y famosa diciendo que era de izquierdas, como es obvio. Solo cuando ya es rica ha visto la luz. No me la imagino presentándose a un 'casting' y diciendo, oye, que soy muy roja, contrátame. Tampoco constan grandes revoluciones de la 'celebrity' contra toda esa distancia que ha ido percibiendo entre lo que cobra ella y lo que cobra el que le trae los cafés en la tele o aquel que le escribe los chistes. Es esta una manera de ser de izquierdas que me resulta admirable: obedecer, callar, ser listo y ladino, trepar estudiadamente, volverse millonario sin abandonar ni un milímetro el marco del sistema y luego pedir el voto para cambiar el mundo, que este ya me lo he pasado.

La simplonería del mensaje ideológico del famoso de izquierdas tampoco sorprende mucho. Sanidad y educación: con esas dos palabras ya haces política. Sorprende que la gente piense que el PP lleva 26 años desmontando la sanidad pública en Madrid y todavía no lo haya conseguido. En rigor, la sanidad y la educación públicas las están desmontando Cristina Pedroche, el Gran Wyoming y varios cientos de miles de madrileños —a derecha e izquierda— cuando no llevan a sus hijos a colegios públicos ni sus dolores a hospitales públicos. Lo público no debería ser lo que le queda al pobre, sino lo que acatamos todos. En el momento en que llevas a tu hijo a un colegio privado, ya estás diciendo todo lo que tienes que decir sobre la educación pública: que no cuente contigo.

Zapatos de 1.000 euros

Luego está lo de lucir zapatos de 1.000 euros y ser de izquierdas; lo de vivir en una casa de tres o cuatro millones de euros y ser, olé tú, de izquierdas. Cuando se saca el tema, enseguida se propone una disyuntiva como de economato, pues “quieren que vivamos en chozas”, “que llevemos alpargatas” o “que conduzcamos una carreta”. Yo pensaba que había un amplio catálogo de bienes de consumo entre el más barato de todos y el más caro de todos, y que no conducir un Lamborghini no te obligaba a comprar un Dacia. El capitalismo es una tentación progresiva, no el cara o cruz de una película del Oeste.

El lujo constituye seguramente la única ideología irrebatible, en la medida en que te convence cada día de sus aciertos y verdades. No he visto nunca a nadie entrar por primera vez en un hotel de cinco estrellas y no pensar antes de llegar siquiera a su habitación que eso exactamente es lo que se merece desde que nació. El lujo es un ideario político en el que los resultados preceden a los postulados, que nunca acaban por formularse, se ciega uno en el disfrute. Si se formularan, se reducirían a uno muy sencillo: el lujo es la igualdad.

Cuando alguien se hace rico, hemos de entender que ha alcanzado la igualdad, y que allí nos espera, sobre camas balinesas

Ciertamente, llevamos varios años en los que la buena vida se propone como una igualdad por completarse. Yo ya he llegado, faltáis todos los demás, sería el dogma. Esta igualdad tocando techo presupone que todos podemos tener chalé y Range Rover, pero alguien (los malos) no nos deja. Así, cuando alguien se hace rico, hemos de entender que ha alcanzado la igualdad, y que allí nos espera, sobre camas balinesas.

Así las cosas, hay mucha más gente que quiere tener lo que tiene Cristina Pedroche que gente que vaya a votar lo que Cristina Pedroche está pidiendo que vote; que, si la izquierda conservara algo de dignidad, sería votar que no existiera gente como Cristina Pedroche. Su influencia real consiste exactamente en una promoción constante de la desigualdad, la insolidaridad y el clasismo, porque no hay nada parecido a una igualdad cimera. La igualdad solo se consigue por renuncia, bajando techos. Renunciar al lujo, al exceso, al Range Rover. O sea, a la obscenidad.

La única propaganda política posible para alguien rico y famoso concierne a esa obscenidad de la riqueza y de la fama. Su mera existencia es una invitación fervorosa a diferenciarte de tu vecino, un poco más cada año, hasta tocar ese techo de la buena vida que consiste en reírte de la gente pidiendo el voto para la izquierda, lujo de cinismo que se cifra enseguida: “¿Qué haces pensando en los demás? Yo nunca lo hice hasta que fui rico”.

Cristina Pedroche ha clarificado sus inclinaciones políticas diciendo sin más que es de Vallecas. Es una forma curiosa de tentar lo evidente. Como soy de Vallecas, un barrio humilde, votaré a la izquierda (no quedó claro si a Podemos, a Más Madrid o al PSOE). Lo obvio se puede articular de muchas maneras. Por ejemplo: como vivo en un chalé en Pozuelo —podría haber dicho también Pedroche, que supongo que vive por ahí—, ya podéis imaginar a quién votaré. O incluso: como me fui de Vallecas cuando gané dinero, lógicamente votaré por aquel que también abandonó el barrio cuando ganó dinero. Pedroche maneja unas lógicas deliciosamente intercambiables a fuerza de ser tan imbatibles.

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