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La muerte y los impuestos: es mejor gastarse el dinero en coca que dejárselo a tus hijos
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Alberto Olmos

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La muerte y los impuestos: es mejor gastarse el dinero en coca que dejárselo a tus hijos

A veces la imposición fiscal puede verse como un reconocimiento del fracaso en la gestión

Foto: Como dijo Benjamin Franklin, solo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos. (iStock)
Como dijo Benjamin Franklin, solo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos. (iStock)

Todo lo que sé acerca del dinero lo aprendí ahorrando. Ahorrar es, ahora mismo, la manera más efectiva de hundir el capitalismo. Como no ahorra nadie, hemos de entender que el capitalismo disfruta de un apoyo masivo. A la gente le gusta endeudarse, es decir, pagar mañana. Concibe el futuro como un presente eternamente desesperado.

De niño, mis padres nos daban a todos los hermanos la misma propina. Yo gastaba poco y uno de mis hermanos lo gastaba todo. Mi hermano iba viendo el dinero que yo acumulaba porque me gustaba contarlo cada domingo, haciendo pequeñas pilas de pesetas según el diámetro de las monedas. Siempre llegaba una tarde en la que mi hermano me pedía dinero, con un argumento además imbatible: tú tienes y yo no. Era cierto, yo tenía y él no. Hablo, claro, de cantidades ridículas. Sin embargo, la filosofía de mi hermano, consistente en dilapidar y luego estigmatizar y hasta exigir una parte al que no dilapidó, es ya la que rige hoy en día.

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La izquierda en funciones de gobierno, según mi impresión, solo parece tener una cosa en la cabeza: buscar dónde hay dinero y ponerle un impuesto. Como casi todo tiene ya un impuesto, entonces se propone subir ese impuesto. Esto se vende como la soñada redistribución de la riqueza. Sin embargo, tiene que haber ricos para que se les pueda gravar alegremente. Yo creo que la izquierda comete aquí un error, y es no decir —y procurar— que con ellos también la gente puede hacerse rica.

Putear a los millonarios

Recordemos que Carlos Solchaga, cuando aquel PSOE a pelotazos, dijo lo de que España era el país donde más fácil resultaba hacerse millonario. La frase siempre ha sido vista como frivolidad financiera, cuando, de hecho, no hay afirmación más de izquierdas que esa. Vender que todo el mundo puede ser rico es más de izquierdas que prometer que se va a perseguir a todos los ricos que hay. A la gente la izquierda tiene que empezar a decirle que con ellos van a poder ser millonarios, porque es muy triste, y hasta un punto miserable, diseñar una sociedad en la que a lo máximo a lo que puede aspirar el pueblo llano es a ver cómo putean a los millonarios.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE)

Esta idea, que sé que coquetea con el delirio, viene respaldada sin embargo por una evidencia desilusionante: ver cómo los únicos que se hacen ricos cuando gobierna la izquierda son esos mismos políticos de izquierdas que gobiernan. Hemos de elevar esta queja sin complejos, pobres del mundo, y señalar la paradoja de que un puñado de cargos de Podemos, súbitamente cercanos a los 100.000 euros anuales de ingresos, 'propagandeen' sus logros de calderilla, como que la gente cobre 50 euros más al mes por la subida del SMI o reciba 400 euros para no morirse de hambre. Al tiempo, hablan de freír a impuestos a 'los ricos', como si la desgracia ajena debiera consolarnos en nuestros apartamentos alquilados y nuestras cenas frías.

Nadie sale de pobre por 50 euros más ni deja de ser rico porque le quiten 5.000

Lo cierto es que todo este ideario es sumamente conservador, pues nadie sale de pobre porque le den 50 euros más y nadie deja de ser rico porque le quiten 5.000 euros que antes no le quitaban. Ni siquiera notarás nunca esos 5.000 euros en el hospital al que vas o en el colegio al que llevas a tus hijos, como deberíamos saber todos ya. El gran logro de la izquierda sería poder decir: estos, con nombres y apellidos, que eran pobres, que eran sufridos currelas, gracias a nosotros, ahora son ricos, porque les dimos lo que necesitaban, una carrera, unos servicios, unas becas y subvenciones, una oportunidad extraordinaria, y su desahogada vida nueva prueba que cambiamos el mundo. Eso es lo que tendría que hacer la izquierda, amigos; pero esto, obviamente, está muy lejos de suceder. La izquierda impositiva dice en el fondo que los que son ricos van a seguir siéndolo siempre —y ellos (los políticos) también—, y que no hay más revolución que chincharles un poco con algún tributo nuevo, para que el pueblo se recree en el coliseo romano del rencor recalentado.

Sueño con un eslogan de un partido de izquierdas que diga: 'Te vamos a hacer rico'. Imaginen ir por los barrios obreros haciendo soñar a las gentes, en lugar de dándoles miseria y enemigos, y la burda satisfacción de que alguien va a pagar —en definitiva— un poco más que ni siquiera notará. Necesitamos una izquierda que produzca ricos entre los pobres.

Montaigne

En sus 'Ensayos', Michel de Montaigne nos habla del ahorro. Dice que cuando era joven ahorraba mucho, viciosamente. Luego, más maduro, entendió que debía gastar lo necesario, alcanzar la justa proporción del dispendio. Finalmente, a la hora que escribe, algo parecido a la vejez, confiesa que se lo gasta todo sin noción de medida, como Enrique San Francisco. Montaigne también se equivoca, amigos; y Enrique San Francisco apoyaba a Vox.

Foto: Foto: iStock.

Quiero decir que la mala fama del ahorro viene de lejos, apunta a poco disfrute de la vida, moral católica y votante reaccionario, cuando ahorrar es la única forma de saber qué significa el dinero para los ricos: solo una cifra, solo un juego. Yo era muy feliz contando mis 569 pesetas los domingos en mi casa de Segovia, que guardaba las monedas en una hucha de plástico azul de la Caja Rural, con un papelito dentro con las cifras crecientes. Nunca fui más rico que entonces, cuando jugaba con el dinero (12 años, tendría).

Putas y cocaína tributan cero, mientras que ayudar a tus hijos te sale por un ojo de la cara

Sin embargo, ahorrar hoy está penalizado, y sale más rentable gastarse 30.000 euros en putas y cocaína que dárselos a tus hijos para que compren un piso. Digo putas y cocaína porque ambos negocios tributan cero, mientras que ayudar a tus propios hijos en su vida te sale por un ojo de la cara. Se ha criticado a la Comunidad de Madrid por su ventajosa fiscalidad en estos asuntos, herencias, donaciones, sucesiones, pero ya otras regiones (Castilla y León, de hecho) han visto que la gente tiene derecho a querer a sus hijos. Yo no creo que haya ninguna razón para que el Estado se lleve el dinero de tus padres muertos, o para que meta mano en esa pasta que te regalan para que salgas del pozo del alquiler. Gravar el simple movimiento de dinero sin atender al amor por el que se mueve es, lógicamente, de insensibles. Tampoco entiendo por qué no gastar tributa. Es como si te condenaran precisamente por no cometer ningún delito, por exceso de honradez.

Los impuestos no son de izquierdas en cualquier caso. Seguramente indican muchas veces la propia inutilidad para la gestión pública. Los pobres de mi barrio siguen llenando el carro de coca-colas y dulces como antes de que, por rebote fiscal, les subieran el precio. No se pueden subir los impuestos eternamente y no se puede decir siempre que es por tu bien o para hacer hospitales. Es falso que se suban los impuestos a los ricos. Los impuestos solo se los suben a la gente honrada.

Todo lo que sé acerca del dinero lo aprendí ahorrando. Ahorrar es, ahora mismo, la manera más efectiva de hundir el capitalismo. Como no ahorra nadie, hemos de entender que el capitalismo disfruta de un apoyo masivo. A la gente le gusta endeudarse, es decir, pagar mañana. Concibe el futuro como un presente eternamente desesperado.

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