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María, tu violador ha salido de la cárcel gracias a la ley de Irene Montero
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Alberto Olmos

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María, tu violador ha salido de la cárcel gracias a la ley de Irene Montero

Ahora, el tira y afloja de la opinión pública sobre el Ministerio de Igualdad se ha roto porque este ministerio y sus delirantes visiones han conseguido por fin hacer un daño irreparable a la sociedad

Foto: La ministra de igualdad, Irene Montero. (EFE/Mariscal)
La ministra de igualdad, Irene Montero. (EFE/Mariscal)
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No sé si queda alguien que ignore el hecho de que el Ministerio de Igualdad trabaja única y exclusivamente para empeorar la vida de las mujeres. Muchos avisamos hace años, cuando las cositas de Irene Montero eran todas de corto alcance, entre simbólicas y domésticas, siempre entretenidas y facultativamente defendibles, lo cual no evitaba una repercusión dañina en la mitad de la población; es decir, en toda la población. Eran, las cositas de Montero, tonterías o disparates, y lo que más molestaba era saber que cientos de miles de euros del dinero público iban a parar a Irene y sus amigas, que lo único que hacían era proferir barbaridades, perseguir sombras, importar acríticamente conceptos de Estados Unidos, pasar de la tasa rosa a la gordofobia, llamar maltratador a padres inocentes y, al final del día, dormir como ángeles sin conciencia.

Ahora, el tira y afloja de la opinión pública sobre un ministerio estrictamente marital y convenido se ha roto, porque este ministerio y sus delirantes visiones del mundo han conseguido por fin hacer un daño irreparable a la sociedad.

Gracias a toda la desfachatez, la ignorancia, la irresponsabilidad y la desvergüenza de la ministra de Igualdad, ahora hay en las calles de nuestras ciudades más violadores que antes.

Ahora hay en las calles de nuestras ciudades más violadores que antes

Esto quiere decir que un número al menos idéntico de mujeres que vivían más o menos tranquilas sabiendo que sus agresores estaban entre rejas sufren ahora principios de pánico, desconcierto y, por si fuera poco, escarnio. Alguien ha llamado a Ana, María o Susana y le ha dicho únicamente dos palabras: “Ha salido”. Tu violador ha salido, o saldrá mucho antes de lo que esperabas (cuando ya lo que esperabas, de hecho, te parecía poco tiempo en prisión para un hombre que te ha violado), y el motivo no es otro que una ley feminista que se aprobó por tu bien. Por tu libertad sexual.

Y debemos también pensar en todas esas mujeres que, en un número siempre gravísimo (incluso aunque fuera una sola), van a ser violadas porque hombres que violan y que estaban en la cárcel ahora están en la calle y van a seguir violando.

Foto: Irene Montero, junto a Vicky Rosell. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Esto es lo único importante: las mujeres violadas y ahora escarnecidas por la ley de Irene Montero, y las mujeres que van a ser violadas por culpa de la ley de Irene Montero.

Como adicto a la culpabilidad, me fascina (y, en este caso, estremece) la capacidad de algunas personas para sortear este sentimiento de pesar por el mal causado. Sinceramente, yo no podría ni mantenerme en pie sabiendo que un violador está en la calle por mi culpa.

Perdón y dimisión

Irene Montero se mantiene en pie, camina y, en fin, da declaraciones a los medios. Ninguna ha empezado como debía: pidiendo perdón a las mujeres. Ninguna ha continuado como debía: diciendo que este desastre delincuencial va a repararse de manera urgente. Y ninguna ha acabado como manda la dignidad: dimitiendo.

Es que es muy sencillo, amigos: dentro de unos meses, uno de estos hombres excarcelados antes de tiempo va a violar a tu hija, a tu madre o a tu mejor amiga, y la culpa será de Irene Montero. Todo lo demás, cinismo.

Toca ahora recordar la “cultura de la violación” que desde el ministerio nos adjudicaban a los españoles, cuando vivimos (vivíamos) en uno de los países del mundo más seguros para las mujeres. Toca ahora recordar la “libertad sexual” que traía Irene ella sola sobre sus hombros, cuando, desde que tiene uno uso de razón, todas sus amigas han vivido su sexualidad en España con una libertad absoluta y recreativa y no poco impresionante. Desde el Ministerio de Igualdad hablaban de un país que no existe a mujeres que nadie conoce, lo que hace perfectamente lógico que, tomando medidas en virtud de sendas inexistencias, haya acabado perjudicándose a lo que sí existe, y es a nuestras compañeras.

Montero parece mirar a jueces, violadores y abogados de violadores con cara de: ¿cómo me hacéis esto?

La ley es dura, pero es la ley. Este mantra judicial suele interpretarse como una inflexibilidad innegociable de las penas y condenas, por mucho que el reo, desde el contexto emocional, no parezca merecerlas. Ahora debemos entender también que la ley es dura porque deja en libertad a violadores, que lógicamente no cumplen su pena por gusto, y, si una nueva disposición les permite rebajar sus condenas, enseguida ponen a trabajar a sus abogados en ello.

Así, Montero parece mirar a jueces, violadores y abogados de violadores con cara de: ¿cómo me hacéis esto? Cómo aprovechas que puedes salir antes para salir antes. Montero no contaba con la realidad, aposentada como vive en los mundos de la propaganda y la mentecatería, donde todo se soluciona con calificar de machista a alguien, un poemita de Gloria Fuertes, una infusión exótica y un ingreso mensual estratosférico.

Son esos mundos algodonales y bobísimos los que inspiran el siguiente apocalipsis legal del ministerio de nuestros pesares: la ley trans. Montero no puede concebir que un hombre se declare mujer hoy, pida mañana una beca, subvención o ayuda destinada únicamente a las mujeres, y luego vuelva a ser hombre si así le conviene. Si se reservan plazas de bombero o policía solo para mujeres, muchos hombres podrían obtenerlas declarándose mujeres, también. El abanico de jugarretas y fraudes que esta ley posibilitará no somos capaces de imaginárnoslo en todo su despliegue, pero es completamente previsible.

El ministerio es orwelliano, pues si se llamó de Igualdad fue siempre porque quería generar desigualdad

¿Cómo me hacéis esto?, dirá entonces Montero, sorprendida porque en el mundo haya listos, pícaros, sinvergüenzas y aprovechados. O sea, “machistas”, en última instancia.

Por todas estas monstruosidades, el Ministerio de Igualdad resulta narrativamente fascinante, si acaso la narrativa del mal efectivo puede llegar a impresionarnos. Primero, es orwelliano, pues si se llamó de Igualdad fue siempre porque quería generar desigualdad. Después, se ajusta perfectamente a la noción “profecía autocumplida”, pues legisla desde la creencia de que España es un país invivible para las mujeres y consigue, por sí solo, que España sea un país mucho más difícil para las mujeres. También muestra mecanismos propios de las películas de Lars von Trier; en Epidemic, por ejemplo, el virus que arrasa la Tierra se propaga gracias a la vacuna creada para erradicarlo.

Es solo desde este tipo de paradoja que podemos comprender al fin el concepto “cultura de la violación”, enemigo fantasmático del Ministerio de Igualdad de España.

La cultura de la violación es el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España.

No sé si queda alguien que ignore el hecho de que el Ministerio de Igualdad trabaja única y exclusivamente para empeorar la vida de las mujeres. Muchos avisamos hace años, cuando las cositas de Irene Montero eran todas de corto alcance, entre simbólicas y domésticas, siempre entretenidas y facultativamente defendibles, lo cual no evitaba una repercusión dañina en la mitad de la población; es decir, en toda la población. Eran, las cositas de Montero, tonterías o disparates, y lo que más molestaba era saber que cientos de miles de euros del dinero público iban a parar a Irene y sus amigas, que lo único que hacían era proferir barbaridades, perseguir sombras, importar acríticamente conceptos de Estados Unidos, pasar de la tasa rosa a la gordofobia, llamar maltratador a padres inocentes y, al final del día, dormir como ángeles sin conciencia.

Irene Montero